Capítulo XX

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Metzli

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Sentí algo rozar mi nariz e hice un movimiento para alejar lo que sea que tuviera en la cara. Volví a sentir algo, pero esta vez en mi oreja así que me voltee en la cama y puse una almohada sobre mi cabeza.

-Metzi- Una voz me llamó.

-Déjame dormir-

Volví a escuchar mi nombre, esta vez con más insistencia.

-Por la diosa, ¿Les mataría dejarme dormir por cinco minutos más?- Me senté en la cama.

El cabello me caía sobre la cara y solté un soplido intentando moverlo, pero fue inútil.

-¿Es así como recibes a tu alfa?- Un momento. Yo conocía esa voz.

Había escuchado esa voz grave incontables veces. Había recibido órdenes y regaños de esa voz desde que perdí a mis padres.

-Tonatiuh- Salté de la cama y rodee el cuello de mi tiachkautli con mis brazos.

Sus brazos rodearon mi cintura y me levantó del piso, girando un par de vueltas.

Habían pasado un par de meses desde la última vez que lo vi y me golpeó como un camión darme cuenta cuánto lo había extrañado.

Tonatiuh podía ser una molestia en el trasero, sus órdenes me resultaban excesivas la mayor parte del tiempo y no podía soportarlo los días que se despertaba con mal humor. Pero nada de eso se comparaba a todas las veces que se había hecho cargo de mí, a las horas que había dedicado en ayudarme a mejorar mis habilidades de combate y a hacerme reír cuando el mundo parecía ser mucho.

Enterré mi nariz en su cuello e inhalé el aroma a nuestro hogar. Mi tiachkautli hizo lo mismo y me acercó más a él.

-Metzli- Dijo después de un par de minutos. Su tono era serio pero había cierto aire juguetón -¿Podrías explicarme por qué hueles a macho?-

Mierda. No me había molestado en bañarme después de regresar de la residencia de Alexander, ni siquiera había pasado por mi cabeza deshacerme de su aroma. Se había convertido en una costumbre sentirlo sobre mi piel, rodearme de su esencia, de tal manera que borrar el rastro de sus caricias era algo impensable.

Pero entonces recordé sus palabras, la manera en la que desestimó tanto mi postura como los deseos de la diosa y me arrepentí de no haber eliminado su rastro en cuanto cerré la puerta en sus narices.

Ahora que mi hermano había podido distinguir su aroma, había otra razón por la cuál recriminar mis decisiones.

-No es nadie importante- La mentira se sintió amarga en mi boca, pero era la mejor decisión que podía tomar.

Tonatiuh me dejó caer y las plantas de mis pies sintieron el piso helado. Me abracé a mi misma y no fui capaz de mirar a mi tiachkautli a los ojos, así que centré mi atención en los dedos de mis pies.

-Ey, mírame- Tonatiuh levantó mi barbilla con una de sus manos y me encontré con sus hermosos ojos café.

La luz que entraba por mi ventana los hacía resplandecer y el color ámbar resaltar. Había heredado el delicado color de mi padre, mientras que yo heredé los míos de mi madre.

-No tiene nada de malo, ¿comprendes? Y no me hace amarte menos- Con su pulgar limpió una lágrima de mi mejilla y fue como si pudiera leer todos los sentimientos que pasaban por mi corazón en ese momento.

Mi labio inferior tembló y no supe a qué se debía ese torrente de emociones. Había terminado las cosas con Alexander anoche, había sido muy contundente con mis palabras, pero ¿por qué me sentía como si algo dentro de mí se hubiera desprendido? Era como si ese alfa se hubiera llevado un pedazo de mi corazón que jamás podría recuperar.

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