Capítulo XIX

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Alexander

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Furioso no alcanzaba para describir cómo me sentía. Si fuera un dibujo animado, en este momento mi cara estaría roja y tendría humo saliendo de mis orejas.

Jamás me había dado cuenta de lo mal que estaban las cosas. Nunca me había detenido a pensar en lo mal que estaban las cosas para las hembras. Aún no daba crédito que las palabras de un lobo como Cameron, sus viles mentiras, tuvieran más peso que las de una hembra que había sido atacada y orillada a defenderse.

Cameron lo hacía por despecho, porque no podía concebir la idea de que una hembra fuera más fuerte que él. Estaba convencido de eso.

Después de regresar al campamento, ordené a todos que regresáramos a la residencia. Mi manada estaba ansiosa, sobre todo por lo que sucedería en los próximos días. A pesar de que nosotros no estábamos involucrados en el conflicto directamente, las repercusiones podrían afectarnos por igual.

Les aseguré que no dejaría que nada les pasara y también fui sincero con ellos con respecto a los acontecimientos y cómo debíamos defender a la manada de Metzli. Algunos estaban más convencidos que otros de que era algo que deberíamos de hacer, pero no dejé espacio para ninguna otra opción, así que harían lo que su futuro alfa les pedía.

-Hermano- Dania entró a mi habitación una vez que todos estuvieron de regreso en la residencia -¿podemos hablar?-

Su tono nervioso hizo que mis sentidos se pusieran en alerta. Dania era mi vida entera, la única que había estado ahí para mí durante todos estos años y le arrancaría la cabeza a quien sea que la haga sufrir.

-¿Está todo bien?- En lugar de responder, corrió hacia mí y enterró su rostro en mi pecho, sus brazos rodearon mi cintura -Mierda, Dania ¿Qué pasa?-

La sentí estremecerse entre mis brazos y sorbió la nariz. Mataría a quien fuera que la hubiera hecho llorar.

-No dejes que le hagan nada, por favor- Su voz era apagada por tener su rostro aún contra mi pecho.

Cuando levantó la vista, sus ojos estaban rojos y sus pestañas húmedas. Volvía a ser la misma que cuando éramos cachorros, a las veces en las que se caía porque corría detrás de mí con sus piernas cortas y regordetas, intentando alcanzarme.

-¿De qué hablas?-

-Metzli- Sentí una opresión en mi pecho por la sola mención de su nombre -No dejes que le hagan nada, Alexander. Conozco al director. Mierda, tú también lo conoces y sabes de lo que es capaz para castigar a una hembra. No puedes dejar que Cameron se salga con la suya, no puedes- Comenzó a negar frenéticamente.

Pegué su rostro nuevamente a mí y comencé a acariciar su cabello. Dania se aferró a mi camisa y continuó su llanto silencioso.

Tenía razón, el director era un lobo despiadado y corrían rumores sobre sus métodos de castigo. No había sucedido en años, pero se decía que en antiguas generaciones el director solía mandar a azotar a las hembras que no seguían las reglas.

Lo hacía un evento público, donde las ataba en medio del terreno que rodeaba la academia. Las amarraba a una viga enterrada en el suelo, para que no pudieran moverse, si se llegaban a transformar durante el castigo, se les dejaba al aire libre hasta que volvieran a su forma humana y después comenzaban de nuevo los azotes.

La humillación pública era uno de los métodos de disciplina favoritos del director. Afortunadamente, con los años y debido a que las manadas solían adiestrar a sus hembras de forma más estricta, no habíamos tenido un acontecimiento como ese.

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