Capítulo XIII

30 8 0
                                    

Alexander

.

La había cagado en grande. No sé en qué estaba pensando cuando esas palabras salieron de mi boca. Habían sido mezquinas y groseras, todo lo que nunca había querido ser con Metzli.

La había lastimado, me di cuenta en cuanto la vi sorprenderse por mis palabras, por la manera en la que el brillo de sus ojos se apagó después de escucharme.

No quería decir aquello, pero me encontraba irritado, molesto con el mundo. Primero, había recibido una llamada de mi padre en la mañana para decirme que no estaba nada contento con la manera en la que estaba manejando las cosas con mi manada.

Decía que el altercado que Henry había tenido con los betas de la manada Metztitlán había sido el resultado de mi falta de disciplina hacia mi beta, que también nuestro entrenamiento estaba siendo deficiente si una hembra había podido ponerle una mano encima a mi segundo al mando.

Después, Cameron estaba volviendo a ser el hijo de puta de siempre. Ya habíamos tenido nuestros roces en años anteriores, siempre debido a su petulancia y su creencia de que era el rey y señor de todo el lugar. Estaba comenzando a colmar mi paciencia.

Cuando lo vi en la biblioteca tan cerca de Metzli quise correr y arrancarle la cabeza, pero sabía mejor que nadie que eso solo ocasionaría una disputa entre manadas y las políticas de la academia eran muy estrictas al respecto.

Una parte de mí sabía que Metzli era más que capaz de defenderse sola, jamás había sentido tanto orgullo como cuando la vi controlar a los mejores lobos de Cameron en tan solo dos movimientos. Era un tonto por subestimarla y solo podía esperar el día en que ella le demostrara que cuando se enojaba, era todo menos adorable.

Dejé de teclear en mi computadora, miré la pantalla y a mi ensayo a medio terminar. No tenía cabeza para eso en ese momento. Me froté el rostro con las manos y sentí los ojos pesados.

Después de que Metzli se fue de la biblioteca, el aroma que había dejado su presencia era tan adictivo que tuve que dejar el lugar. Olía a ella, pero con un deje a mí, incluso después de un par de días. Eso hizo que mi pecho se inflara y gruñera en satisfacción.

Lo único que podía hacer era pensar en ella, en esa rojiza piel y en ese aroma que me hacía sentir como un lobo domesticado.

Había venido directo a mi habitación, rodeándome del familiar aroma a pino. Habían pasado varias horas desde que había visto a Metzli, pero la decepción en la mirada aún me perseguía y podía verla cada vez que cerraba los ojos.

-¿Problemas en el paraíso?- Levanté mi mirada hacia la puerta.

Dania se encontraba recargada en el marco, su cabello rubio estaba recogido en una cola y sus ojos azules me miraban con cierta burla.

-Ahora no, Dania- Tenía la costumbre de dejar la puerta de mi habitación abierta, en caso de que necesitaran de mis servicios como alfa. También lo hacía para que todos en mi manada se sintieran como si pudieran entrar y hablarme, estar al alcance de su mano los hacía sentirse en confianza conmigo.

-¿Ha pasado algo con tu hembra?- Mi hermana entró a mi habitación y se sentó en la cama. Di media vuelta a mi silla para quedar de frente a ella.

-Ella no es mi hembra- Por mucho que me gustaría que lo fuera, quise agregar, pero decidí no hacerlo.

Dania y yo éramos cercanos, éramos como un libro abierto uno con el otro, pero esto era un terreno completamente desconocido para mí. Jamás había hablado de hembras con mi hermana, tampoco era como que hubiera hembras de las cuales hablar, y yo preferiría comerme mi propia mano a escucharla hablar de machos.

Wolf AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora