Capítulo XXI

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Alexander

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¿Podría ser que la diosa tuviera sus favoritos? ¿Acaso existían algunos con la buena fortuna de ser bendecidos con su favor?

De ser así, yo era uno de los afortunados hijos de puta, porque solo eso podía explicar que la diosa me hubiera dado a Metzli como mate.

El alivio repentino que experimenté cuando la vi, esa sensación abrumadora en el pecho y la sensación de estar a mil pies de altura, se evaporaron en cuanto ella rechazó mi toque y corrió lejos de mí.

¿Era la vida tan cruel como para darme ese magnífico regalo y después arrebatarmelo de las manos?

¿Qué mierda había pasado?

Creí que Metzli estaría igual de aliviada que yo al darse cuenta que era su mate, incluso creí ver pasar un brillo de felicidad por sus ojos, pero al parecer fueron imaginaciones mías. Quizá todo este tiempo la había interpretado mal, ese deseo y necesidad de estar juntos no era correspondido, sino que solo lo experimentaba yo y ella había sido indulgente conmigo por mera curiosidad.

No. No era así. La llama en sus ojos cuando me miraba decía otra cosa, que ella estaba igualmente afectada por mí. Sus labios pronunciaban mi nombre con adoración, con tanta necesidad que estaba seguro no lo había imaginado.

Entonces, ¿Por qué había salido huyendo como si mi toque la fuera a quemar?

Quise correr detrás de ella, estrecharla entre mis brazos y besarla tan intensamente hasta que sus labios sangraran, pero la conocía bien. Mi Metzli amaba su libertad, y si iba con ella, se sentiría prisionera. Necesitaba darle su espacio, a pesar de que eso significaba sentir su rechazo hasta los huesos.

Mi lobo aulló de dolor dentro de mí, pero lo ignoré mientras emprendía mi camino a la residencia. A lo mejor no podía estar con ella en ese momento, pero eso no significaba que no podía comenzar con los preparativos para recibir a mi mate en la manada.

-Buenos días, hermano. ¿Qué tal te fue con el alfa William?- Dania me recibió sentada en mi cama con una taza entre las manos.

Había ido con el alfa en un intento desesperado por recibir consejo con respecto a las hembras. Aunque mi hermana y yo fuéramos cercanos, esto era algo que tenía que hablar con un macho con experiencia.

-Bien- Dije mientras me quitaba las botas para la nieve y las ponía a un lado de la puerta.

-Mm, eso no suena prometedor-

-Encontré a mi mate- Las palabras salieron de mi boca justo en el momento en el que cerré la puerta de la habitación.

Necesitaba privacidad para tener esta conversación con mi hermana. Después sería el momento de comunicárselo al resto de la manada.

Escuché la taza impactar contra el piso y al darme la vuelta, vi pequeños pedazos esparcidos por todos lados. Líquido marrón rodeaba los pies de mi hermana y su pantalón de pijama se encontraba ligeramente húmedo.

-Mierda, ¿Estás bien? ¿Te has quemado?- Caminé hacia ella y toqué su ropa.

Al parecer el té no había estado tan caliente, porque la prenda solo se sentía tibia. Me arrodillé frente a ella y comencé a recoger los pedazos de cerámica. Dania tenía los ojos bien abiertos y me miraba como si le acabara de decir que huiría al bosque para convertirme en omega.

-¿Qué acabas de decir?- Solté un suspiro, mi cuerpo se dio por vencido y mis hombros se hundieron.

-Encontré a mi mate- Dania cubrió su chillido con ambas manos.

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