Capítulo XXVII

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Alexander

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Durante toda mi vida me han entrenado para el combate. Me han preparado para defender a mi manada. Mis primeros recuerdos son con mi padre en un entrenamiento, su puño impactando en la boca del estómago del beta Víctor.

En la academia, se pone un especial interés en el desarrollo de nuestras habilidades de pelea. Cómo derribar a un oponente el doble de tu tamaño, los mejores métodos de respiración para no perder el aliento, dónde se encuentran los puntos críticos en la anatomía de los lobos para causar el mayor daño posible.

Sin embargo, una cosa es aprenderlo en la escuela y. otra muy diferente, por medio de la experiencia.

Nuestra manada estaba en buenos términos con el resto que nos rodeaba, éramos respetados, incluso temidos por unos cuantos, las cosas habían sido así incluso desde antes de que mi abuelo fuera alfa, por lo cual la posibilidad de un ataque sorpresa como el que habíamos experimento jamás había cruzado nuestra mente.

En el momento en el que me enfrenté con el primer lobo recordé las palabras de Metzli durante nuestro primer entrenamiento. Me preguntó si siempre era tan amable con el enemigo, si le dejaría elegir el tipo de batalla que tendríamos.

En ese momento solo pude pensar que estaba bromeando, que estaba riéndose de mis modales, pero ahora, al verla derribar al lobo que había matado al cachorro y desgarrar la carne alrededor de su cuello, comprendí que solo estaba intentando enseñarme una lección.

Mi mate era imparable, el lobo había intentado dominarla, cometió el mismo error que muchos al subestimar su tamaño, pero la fuerza de Metzli superaba incluso la mía. En un parpadeo, el lobo había sido derribado y la luz había desaparecido de sus ojos cuando las garras de Meztli destrozaron su hocico y la mitad de su cara.

El pelaje de ambos se había manchado rápidamente de sangre, creando un contraste impresionante con la nieve que los rodeaba. Los pequeños copos caían sobre su pelaje, pero Metzli no prestaba atención a eso, su atención estaba puesta en destrozar todo lo que pudiera del lobo, hasta que no quedara nada de él.

A mi lado, Dania miraba maravillada el mismo punto que yo. Podía sentir la emoción irradiar de su cuerpo y un deje de orgullo cubrió mi corazón al pensar el efecto que mi mate causaba en los demás.

Un aullido de auxilió sonó a nuestra espalda, de entre los árboles.

-Yo voy- Dijo mi hermana y salió corriendo.

Daba gracias a la diosa que se había mantenido alejada de la mayoría de la acción, ya que aún permanecía en su forma humana. A diferencia de Metzli, Dania carecía de la extraordinaria fuerza y la capacidad de transformar solo ciertas partes de su cuerpo, así que me preocupaba ver a mi hermana pequeña en medio de una batalla con lobos que doblaban su tamaño.

Mi atención regresó a Metzli y seguí hipnotizado por la forma en la que sus músculos se movían y cómo sus ojos eran de un café tan intenso que parecían negros.

Eran contadas las ocasiones en las que la había visto transformada en lobo. Para ser sincero, me sorprendía que no lo hiciera tan seguido, dejando que sus emociones se apoderaran de ella. Metzli era más racional de lo que decía ser, siempre en control, siempre esperando el momento necesario antes de actuar.

Mierda, no podía amarla más.

El pequeño momento que compartimos antes de que toda esta guerra comenzara pesaba en lo más profundo de mi ser. Estaba asustado hasta la mierda de pensar que podría perderla en un instante, que el calor de sus ojos desapareciera y fuera arrebatada de mi vida.

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