Capitulo 18

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— ¡Strix!— Gritan.— ¡STRIIIIX!

— Callate.

— ¡Estoy enamorada de la humana!— Grita con una sonrisa tonta.

— Bien por ti.— Le digo sentandome en la cama.

— ¡Y tu de la loba!— Sigue gritando.

— ¿Por que gritas tanto?— Le pregunto tapándome los oídos con las manos.

— Prefieres que te lo diga asi; ¡Estas enamorado de la loba!— Grita en un susurro lo último y al ver mi cara comienza a reírse.

Es imbecil.

El imbecil tiene razón...

— Vete con tu humana karateca y déjame en paz, que ya es tarde.— Digo cansando de sus chorradas de enamorada.

— Haber si hacemos una cena de parejas.

— ¿Donde se encuentra el demonio que no quería pareja?

— Se esfumó.— Dice el sonriendo.— Y ahora está la mejor versión e inigualable de Asher.

— Estúpido.

— Bueno, me voy.— Dice levantándose del taburete en el que estába sentado.— Haber si esta noche duerme tranquila.— Suspira.

— Exposala a la cama y cierra el cuarto con llave.— Le sugiero y cuando lo miro, me doy cuenta de que me esta mirando con una sonrisa de mongolo.— Es para que no te pegue ella a ti.— Aclaro y el hace una mueca.

— Ja, ja, muy gracioso tu.— Dice, para luego desaparecer de mi vista.

— Estúpido, demonio.

***

La ventana de Abigail tiene las luces apagadas, así que de un salto me subo al arbol que hay al lado de su ventana, con algo de fuerza abro la ventana y me cuelo por ella.

Allanamiento de morada...

Dice la estúpida vocecilla de mi conciencia, ignorandola sigo mi camino hasta la puerta y salgo del cuarto, para buscar a mi lobita.

Una música al extraña suena por toda la casa y cuando llego a la planta de abajo me doy cuenta de que esta usando el palo de la escoba como micrófono. Alzó una ceja y me quedo ahí mirando como canta, baila y limpia como una loca.

— Cantas muy bien.— Digo en voz alta y como si hubiera visto un fantasma o algo, abre los ojos de par en par y la escoba se le cae de las manos.

No se como, pero la música deja de escucharse con un pequeño mando que ella lleva en la mano y cuando me mira, puedo ver lo roja que se encuentra mi lobita.

Sonrio.

— ¿Que haces aquí?— Pregunta frunciendo el ceño.— ¿Y por que me espías?

— Acabo de venir y como no había nadie en tu cuarto he bajado.— Le aclaro.— Entonces te encontrado aquí... y e decido verte un rato.

— Tenías que haberte quedado en mi habitación...—Suspira.— Menos mal que en la casa no hay nadie.

— ¿Donde están?

— De cena.

— Que eres como la cenicienta, ellos se van por ahí y tú a limpiar.— Le digo con una sonrisa.

— Algo así.— Dice y la sonrisa que tenía antes se borra directamente de mi rostro.

Como es eso... ¿Algo así?¿Eso significa que siempre limpia ella?

— Bueno... sientate en el sofá que yo ya termino.— Añade y le hago caso.

Una vez me siento en el sofá, veo como ella escoba rápidamente el suelo y cuando termina se sienta a mi lado y susurra un ¡Por fin!

— Ya podemos hacer lo que tu quieras.— Dice con inocencia y yo sonrio con malda a la vez que alzó mis dos cejas.

— Pues vamos a hacer travesuras...— Digo cogiéndole la mano y levantandonos del sofá.

Y pues como siempre... escuchamos como la puerta principal se escucha y sin pensarlo dos veces la alzó y haciendo que sus extremidades rodeen mi cuerpo, salgo a correr escalera arriba.

— Por lo pelos.— Dice ella cuando entramos a su habitación.

— No nos hubieran pillado.— Le aseguro.

— Ya.— Dice ella con una sonrisa.

La intento dejar en la cama, pero ella se aferra aún más a mi cuerpo y caemos los dos a la cama. Pongo mis manos a los lados de su cabeza, para no chafarla con mi peso y la miro.

— Mira como hemos acabado, pequeña.— Le digo sonriendo.

— No a sido mi culpa.— Dice ella con el ceño fruncido.— A sido la tuya, que no as tenido la fuerza para mantenernos.

— As dejado caer tu peso cuando e intentado dejarte y a la vez no me as soltado.— Le explico.— A sido tu culpa.— Razonó.

—¿Me estas llamando gorda?— Pregunta indignada.

— No... cariño, tu estás muy bien.— Le digo rápidamente y me mira mal.

— Lo as dicho muy rápido, me estás mintiendo.

— Que no.

— ¡Me estas llamando gorda!- Chilla y comienza a llorar.

Mierda.

— Hey, hey...— La llamo dulcemente.— No estás gorda, estás perfecta...— Le aseguro.—... y no llores, princesa, que si no van a subir.

Ella me mira durante unos minutos y aún con los ojos llorosos, asiente con la cabeza y me abraza con todas sus fuerzas, haciendo que mi cuerpo se pegue totalmente al suyo.

Respira hondo...

Dice mi malvada conciencia y por una vez en la vida, le hago caso.

Estúpido Vampiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora