Capitulo 32.

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Después de esa noche en la que me tiro todas las almohadas de la cama y me recalco que era un demonio como unas mil veces, ya no hemos vuelto hablar– por parte de ella, claro esta.– y desde entonces lo único que hago es observar como me ignora y se rie de mi con Asher... porque si, ahora son los mejores amigos del mundo entero.

— Se queda embobado mirándote el muy imbecil.— Se rie Asher, mirándome.

Ella se rie y sigue haciéndose de comer, la observo sentado desde unos de los taburetes que hay en la barra y ella me ignora cuando pasa con un plato por mi lado con dirección a la mesa.

— Bueno... me marcho.— Anuncia Asher, levantándose y estirando todas sus extremidades, mientras hecha un bostezo.— Ya me he divertido suficiente, además... Rebeka me a escrito que se aburre.— Alza las cejas y sonrie con picardia.

— Ya era hora...— Comento y antes de irse me mira mal.— ¿No vas a volver hablarme nunca más?— Pregunto cuando veo que se dirige hacia las escaleras.

— A hablarte, si...— Me mira.— ... a  acercarme, no.— Dice tan pancha y procede a subir las escaleras.

La sigo y cuando llegamos a la quinta planta,— Donde está nuestra habitación— se gira y me mira.

— Manda a alguien a poner otra cama.— Demanda.

— Ni de coña.

— Entonces me voy a una habitación de invitados.

Gruño antes sus palabras y del mismo enfado me acerco a la puerta y la cierro con llave.

— Ya no puedes salir...— Sonrio con arrongancia, sabiendo que he ganado.— Es la cama... o el suelo.— Me burló y voy al vestidor para pornerme un chándal gris y dejar mi pecho al descubierto; así es como mejor se duerme.

Cuando salgo lo primero que veo es que ella a conseguido unas mantas y una almohada, las cuales a puesto en el suelo.

Maldita sea, maldita terca.

Hago como si nada y me acuesto en la cama.

— Buenas noches, princesita.— Sonrio y ella me mira mal.— Espero que duermas bien.

No contesta, simplemente se gira dándome la espalda y bufa con pesadez.

Apago las luces y lo único que me queda es esperar a que ella decida por si sola acostarse a mi lado en la cama.

En cuestión de espera...

Tu lo as dicho conciencia.

"El que tiene paciencia, es recompesado" o eso dicen por ahí...


***

  Cuando abro los ojos lo primero que hago es mirar hacia mis lados de la cama para haber si en la madrugada ella decidió volver a la cama, pero no, ella sigue echada en el suelo.

Cabezota.

Me desperezo y como puedo me levanto y abro las dos ventanas que hay en el cuarto, dejando que el sol haga su trabajo y moleste a mi dulce princesa.

Cosa que funciona.

— Ummm...— Empieza mientras se estira.— Baja eso...— Se queja y río hacia mis adentros.

— Levanta.— Ordeno.— Tenemos que ir a almorzar.— Le informo, mirando el reloj.

— Cinco minutos más....

— Pues te encierro aquí y me voy yo almorzar.— Aunque bromeo, ella parece tomárselo enserio, ya que de inmediato se levanta con los ojos tan abiertos que me da miedo que puedan salirseles de las cuencas.

— Vamos los dos.— Sentecia.

— Tu lo as dicho, así que levantate.— Me fulmina con la mirada y poco a poco, y entre quejidos se va levantado del suelo.— Eso te pasa por cabezona...— Me río.

Cuando salimos del cuarto escucho varios murmullos de las sirvientas y no puedo evitar sonreír ante "An tenido una noche de lo más salvaje." o "De seguro que la señora anunciara dentro de unos dias que esta en estado de bendición."

— ¿De que te ries, idiota?— Me distrae la voz de mi dulce niña (Que se note el sarcasmo, por favor)

— De nada.

— Más te vale.— Dice y si no fuera inmortal, ya estaría muerto.— Me duele todo mi cuerpecito.— Dice con voz aniñada.

— ¿Quieres que te cargue?— Me ofrezco.— ¿O tomar el ascensor? Lo que quieras.

— Cogeme en brazos.— Sonrie de oreja a oreja y me apunta con sus manos, las cuales cierra y abre hacia mi dirección.

Esta chica es bipolar.

Cuando ya la tengo en brazo bajo las últimas escaleras con ella y llegando a la mesa, la colocó en una de las sillas.

— Traernos del almorzar.— Pido a las sirvientas, mientra me siento enfrente de mi lobita.

— Si, señor.— Escucho que dice antes de retirarse.

— Tengo mucha hambre.— Informa y sonrio.

Cuando voy a contestarle, escucho perfectamente como critican e insultan a mi loba y una cosa es que hablen sin saber y otra muy distinta es que insulten sin saber nada.

Me levanto de golpe y voy directo a la cocina, por sus caras de asustada se que  tengo los ojos rojos.

— ¿Que mierda habláis?

Nadie contesta.

— ¡Hablar!— Grito y ellas se sobresaltab del susto.

— De..de... nada, señor.— Tartamudea una de ellas.

— Más os vale que no os escuche hablar de vuestras señora... porque la que insulte, critique o hable mal de ella va directa a una muerta segura.— Advierto y cuando veo que todas asienten con la cabeza en señal de que lo an entendido, continuo.— Rapidito el almuerzo.

Y con esas palabras vuelvo a la mesa con mi lobita, la cual me mira preocupada.

Le sonrio para tranquilizarla y cuando ella me la devuelve consigo tranquilizarme del todo.

Ya no estoy enfadado...

Ya no me importa nadie más que ella...

Y sobre todo... Las pajarracas por fin se an callado.

El almuerzo lo traen y mirándola me doy cuenta de que no mentía al decir que tenia hambre.

Me río hacia mis adentros y sonrio por fuera.

— ¿De que sonríes tanto?— Pregunta con toda la boca manchada de lo que se está comiendo.

Sin poder evitarlo me río y ella agacha la cabeza avergonzada.

Es malditamente perfecta.

La única falla es que no quiere tranformarse...

Estúpido Vampiro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora