3. Galletas quemadas

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Septiembre 2, 1976

Colegio Hogwarts de magia y hechicería

La luz de la media tarde iluminaba los enormes pasillos del castillo, para ser un primer día de clases los alumnos ya empezaban a sentirse presionados por sus profesores. El curso de quinto año de la casa de Slytherin y Hufflepuff escuchaba por tercera vez ese día el discurso sobre los futuros TIMOS (Título Indispensable de Magia Ordinaria) que se aproximaban ese año.

Todos sabían la importancia de esas pruebas pero no ayudaba mucho que les repitiera el mismo discurso varias veces al día.

Barty jugaba con su varita escuchando su clase de Encantamientos, él era el tipo de alumno que muchas veces era castigado o regañado por no prestar atención. No era porque no quisiera, aunque en ocasiones si era por capricho, la mayoría de veces su mente se distraía con demasiada facilidad logrando concentrarse menos de 5 minutos antes de divagar en temas que no tenían relación.

Al lado de Barty estaba Regulus con expresión tranquila mientras anotaba algunas cosas en su pergamino. Era rara la vez que tenía un semblante así de tranquilo, siempre parecía estar pensando en mil cosas pero no de la misma manera que él.

El pergamino frente a Barty estaba a medio escribir, se había detenido un momento a pensar en algo relacionado a su casa. Pensar en su casa era algo que hacía de forma recurrente, siempre que estaba en Hogwarts extrañaba a su madre y sus galletas, sus abrazos y sus palabras de aliento ante cada cosa.

—No estás prestando atención, ¿verdad?

La voz de Regulus hizo a Barty sobresaltarse en su silla.

—Sí, solo me perdí un momento.

—¿En qué pensabas?

—En la comida de hoy —mintió con calma

Su amistad era rara, cada uno sabíalde los problemas de los otros pero aún así todos se empeñaban en fingir que todo estaba bien. Las mentiras salían como si alguien abriera el grifo de una llave y dejará salir el agua, luego de un tiempo donde habían dicho suficientes mentiras los cuatro se sentaban e intentaban charlar pero para ese momento los problemas de cada uno parecían nada después de tanto tiempo.

—¿Tienes antojo de algo en particular?

—De comer como tal, no pero de postre galletas, las galletas de mi mamá —se atrevió a admitir.

—Sería rico. —lo miro con alegría.

Asintió sonriendo y siguió anotando las cosas que había dejado a medias.

Media hora después la clase había terminado y, para fortuna de todos, tenían un rato libre antes de la comida. La mayoría de alumnos regresó a su sala común dispuestos a sentarse en un sofá un buen rato.

Barty se había despedido de Regulus, no tenía pensado ir a algún lado en particular pero quería estar solo un rato por el castillo. Estaba caminando tranquilamente mirando a los niños de primero pasar corriendo, estaba recordando cuando él había llegado al castillo hacía 4 años.

Había niños que lloraban por estar lejos de sus padres, otros que se sentían libres y recorrían todo cuanto podían emocionados por el nuevo lugar. Sonrió un poco al pensar en que había sido de esos niños la primera semana en su primer año.

Estaba tan concentrado recordando que al reaccionar se dio cuenta de que estaba de pie en el pasillo completamente solo, dio un par de pasos cuando vio a Peter Pettigrew llevando un pequeño costal de harina hacia un cuadro. Eso le pareció un tanto extraño por lo que se acercó a él tranquilamente.

Amor en el mapa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora