16 • Look What You Made Me Do

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—¿Qué? —pregunto cuando contesto su llamada a la madrugada.

No estaba durmiendo, sólo me había quedado mirando un punto fijo en el techo, pensando.

—Addie, lo siento mucho. No debí tratarte así.

—Ok.

Es sólo que... Esto, el karate, me ayudó mucho. Y que mi ahora ex mejor amigo quiera destruirlo y además se una a la competencia...

—¿Eran mejores amigos?

Eso ya no importa —lo oigo suspirar—Lo siento si te desperté.

—No estaba dormida —acaricio a Crookshanks que dormía a mi lado— Estaba pensando en todo esto. En que no sé tu apellido —en que tan vez no te conozco, pienso. Que no ME conozco.

—Es Moskowitz. ¿Estás en tu casa?

—Sí, ¿tú no?

—¿Tienes ventana?

—¿Piensas entrar por mi ventana? —pregunto confundida.

—Tal vez.

—Sí tengo. A la izquierda de la calle de entrada.

Ok.

Quince minutos después, toca suavemente y le abro lo más silenciosa posible. Cierro cuando pasa y me volteo a verlo. Su cabello no estaba peinado como usualmente, de hecho parecía recién salido de la ducha, porque lucía ligeramente húmedo. Me gustaba cómo el rojo caía por su rostro.

—Hey —sonríe y me es inevitable no hacerlo.

—¿Qué haces aquí? —veo cómo acaricia la nariz de mi gato antes de dejarse oler y este comienza a ronronear poniendo su cabeza en su mano.

En respuesta se quita la mochila y me envuelve en sus brazos.

—No quiero herirte —me susurra sin apartarse y yo cierro los ojos sintiendo su perfume— Sé que lo hice cuando me alejé.

—No te preocupes —acaricio su espalda con mis pulgares.

Cuando se aparta toma mis mejillas para besarme suavemente. Sonríe antes de alejarse y se sienta en mi cama.

—¿Tienes sueño? —me pregunta.

—Sólo un poco. Sin la escuela no tengo horarios. ¿Tú?

—En realidad sí, pero quería asegurarme de que estemos bien.

—Lo estamos —tomo su mano para entrelazarlas— Quédate a dormir.

—No creo que al sensei le haga mucha gracia —me pongo de pie para cerrar la puerta con traba y veo en mi celular que eran las cuatro de la mañana.

—¿Esa es la de tu hermano? —pregunta por la cama vacía, que siempre estuvo tendida por si él venía.

—Sí. Jamás la usó.

Se quita las zapatillas y su buzo y lo invito a meterse en mi cama conmigo. Tuve que hacerlo porque no iba a estar de acuerdo a menos que yo se lo dijera, por eso me sentía segura con él.

—Tengo una duda —susurro. Estábamos frente a frente y él acariciaba mi cabello relajándome tanto que podría caer dormida enseguida.

—Dime.

—¿Qué ves de mi?

—¿A qué te refieres?

—A... Las cosas que crees que me gustan, las que no, qué sé hacer... Siento que no me conozco y en cambio tú hasta quieres estar conmigo.

A d a l i n eDonde viven las historias. Descúbrelo ahora