5 • White Horse 2/2

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Estuve algo desorientada cuando desperté, pero luego recordé la noche de ayer.

Papá me abrió la puerta algo sorprendido de verme ahí.

-Me quedaré contigo ahora -le digo sin darle otra opción más que aceptarme.

Mi teléfono estaba enchufado a un lado de mi nueva cama, al verlo tengo un par de mensajes de Robby y mi madre, y...

"Lo siento"

Ni siquiera fue capaz de llamarme, sólo me mandó un texto de dos palabras. Borro el mensaje y me levanto sólo a ducharme, pero sobre la mesa había un plato de jamón cocinado, tostadas y un vaso de jugo que hacen rugir mi estómago. Me devoro todo en un segundo y cuando termino de lavar los platos veo las fotos en uno de sus muebles. Una era de Robby cuando jugaba al fútbol a los ocho años y en la otra estaba yo cuando canté "When I Grow Up" en el musical de "Matilda" en la escuela. Oí cómo la puerta se abría, así que dejé la foto en su lugar.

-Hey -era papá que venía con bolsas de comida- Veo que desayunaste. Compré más cosas, no sé que te gusta pero creo que se supone que debes comer verduras y esas porquerías -saca una bolsa de zanahorias de entre las compras.

-Gracias -susurro sincera.

Me predispongo a ir nuevamente a mi nuevo cuarto, pero me detengo al instante. Tal vez me resultaba tentador acostarme en mi cama y llorar, pero era justamente quien ya no quería ser. Ya habrá tiempo para eso, pero no será durante el día.

-Papá -voltea a verme cuando saca una cerveza de la heladera- quiero que me enseñes karate -le digo.

-No entreno niñas -alzo una ceja dispuesta a interrogarlo sobre si cree que las chicas no podemos hacer karate- Pero creo que puedo hacer una excepción -agrega intimidado y sonrío.

Cuando lo vuelvo a ver más tarde él tenía su gi puesto, jamás lo vi en persona con uno. Lo seguí hasta la puerta de en frente, donde toca un par de veces y un joven pelinegro sale de ella.

-Hola sensei. Oh, ¡hola! -me dice a mí cuando me ve.

-Hola -sonrío amable.

-Ella es mi hija, Adaline. Él es Miguel, mi estudiante. Andando.

-Entonces, ¿también sabes karate? -me pregunta mientras ambos caminamos detrás de él hacia el auto.

-No aún, pero lo haré.

-¡Genial! Será divertido no ser el único estudiante.

Llegamos al dojo y me quité los zapatos igual que Miguel.

-¡Keene! -gritó llamando mi atención- Un paso al frente -obedezco- ¿Tú me pediste clases de karate? Entonces desde el momento en que cruzamos esa puerta yo dejo de ser tu padre y soy tu sensei ¿correcto?

-Sí, sensei -sonrío con satisfacción al decirlo. Me parece irónico el escenario en el que estamos, cómo cuando tengo toda su atención dice no actuar como mi padre.

-¡Díaz! Haz el calentamiento.

Imito los movimientos del latino y siento una patada en mi pierna trasera.

-Párate firme, sacas toda tu fuerza de tu equilibrio.

-Sí sensei -veo que sonríe.

-No hay yoga hasta las cinco, no importa qué tanto lo necesites -ambos miramos hacia la puerta al oírlo.

-En realidad vine a hacer karate. Vi su sitio web y decía que había una clase hoy -dice la chica de pie en la entrada.

-Aprecio que vengas, pero no entreno niñas.

A d a l i n eDonde viven las historias. Descúbrelo ahora