treinta y ocho:

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Pocos días después, regresé a la casa de la señorita Kim, pidiéndole a Seok-Min nuevamente que informara que yo había escuchado algo sospechoso y que había ido a revisar. La señorita Kim me llevó a la habitación de Mingyu, hallando una cómica historia:

- ...y si la reina se casa con el leñador... -decía Dino, sentado en los pies de la cama de Mingyu-, hmmm... su hija va a morir, porque su padre...

-Dino -interrumpió Mingyu-, haz matado a cinco personajes en lo que llevas de historia -alega Mingyu con voz ronca y opaca.

-No seas tan cruel, Dino -le dije.

-¡Regresaste! -me contestó rebosante de felicidad.

-Vine a verlos, pero no por mucho rato. Quería saber cómo se siente Mingyu.

-Sigo enfermo -dijo-, pero, por lo menos, puedo hablar. Lo malo es que le perdí el gusto a la comida.

-Es normal que eso suceda.

-Bueno -dijo la señorita Kim-, Seungcheol, lo mejor será que te vayas, porque no creo que los soldados sean tan despistados para que no estén intuyendo acerca de tus constantes visitas.

Le di la razón y me despedí de Dino y Mingyu con unas caricias en la cabeza de ambos. Antes de salir, Dino me abrazó por la espalda.

-¿Sucede algo? -le pregunté.

-No, nada, solo te extraño.

-Oh, Dino -susurré para darle la vuelta y abrazarlo, notando que algo estaba sucediendo en su pequeño pecho-, yo pienso en ti todos los días.

-Seungcheol.

-Dime.

-¿Es verdad lo que dijeron los soldados?

-¿Sobre qué cosa? -lo aparté un poco para darle espacio.

-Sobre... -bajó su mirada- el abuelo. -eso último apenas se escuchó. -Solo quiero saber la verdad. -empezó a llorar silenciosamente-. Seungcheol, ¿qué le ocurrió a mi abuelo?

Me devasté yo mismo antes de poder levantar su mentón y verlo a los ojos, pues la honestidad no se caracteriza por ser cautelosa. Miré a la señorita Kim quién solo asintió y entró a la habitación de Mingyu para dejarme a solas con Mingyu. Cree la valentía para tomarlo de su barbilla y hacer que viera el reflejo compasivo de mis ojos.

-El abuelo falleció. Él se entregó por nosotros. Él nos salvó. Él ahora está descansando en un lugar lejano, donde la maldad de este mundo no lo puede alcanzar. -dejé que las lágrimas fluyeran sin vergüenza de mí-. Él está con mamá y papá, y todos ellos nos están cuidando y deseando lo mejor. Ellos quieren que no estemos tristes, porque ellos están sanos y salvos.

-Él no fue a trabajar -interrumpió llorando-. ¿Por qué nos mintió?

-La gente miente, Dino. -volví a abrazarlo-. Pero el abuelo nos amó como nadie. Así que quiero que lo recuerdes siempre cuando tengas una dificultad, que te acuerdes de su perseverancia. ¿Puedes hacerlo?

Los soldados, por los siguientes días, en los cuarteles, comenzaron una temporada indefinida de celebración por el año nuevo. Algo similar a las jergas que Jihoon me había contado, esta no se alejaba de verlos vomitar, beber cantidades alucinantes de tarros con licores fétidos y moverse anormalmente como tallarines humanos o animales heridos, pero en vez de sufrir presumían de una pérdida de cordura insana. Todos estaban embriagados, y ni que el licor supiera rico; nada que ver con la cerveza que mi abuelo solía comprar y compartir conmigo.

Uno de los soldados vino a mí y me ofreció un trago, cosa que no acepté. Sacó su arma de su bolsillo y me obligó a beberlo. Lo hice con tal de verlo feliz y verlo marcharse e irse con otros vigilantes que sí estaban borrachos.

La Voluntad De ORFEO • JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora