nueve:

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Entramos a su casa de solo un amplio cuarto. Ninguno de los dos soportaba el frío mientras el sol se escondía para concluir su deber diurno por este lado del globo.

-Siéntate a gusto -me dijo.

-Muchas Gracias. -Hice una rotación lenta y calmada, apreciando el aspecto de la casa-. Es un hogar muy bonito.

-Lo sé. Tengo que admitir que Zeus tiene buen gusto. -bostezó yendo hacia la ventana-. Pronto será de noche.

-Sí, deben ser las siete. -me ubico junto a él.

-Hace mucho tiempo que no veo un atardecer así de hermoso.

Sus ojos tomaron otra función, no solo de admirar la preciosa vista, también para dejarme ver otro lado de él. Jeonghan se retrata alegre, carismático y extremadamente inocente, algo que era un doble filo para mí. Sin embargo, ver sus ojos que reflejan más que su pureza, me hizo darme cuenta que no solo tenía a un extraño a mi lado.

-¿Estás bien? -le pregunté debido a tanto silencio y respiraciones inconsistentes.

-Está muy helado -respondió tiritando.

-¿Tienes más ropa para abrigarte?... Puedo prestarte el chaleco que llevo puesto.

-No hagas eso. Sí tengo más ropa. Voy a buscar mi chaleco.

Fue directo al clóset que estaba al fondo y, al abrirlo, se evidencia la escasa ropa que poseía; un par de cada prenda que estaba usando exactamente. Sacó el único chaleco que tenía y se lo colocó, pero seguía manifestando un frío que reprende con rigidez. Se sentó en la cama y me miró directo a los ojos, mientras me tiraba una que otra debilitada sonrisa.

Noté que la chimenea era bastante poderosa, pero no había ni ramas ni paja que pueda quemarse.

-Puedo ir en busca de ramas y hojas para encender la chimenea. Y del fuego no debes preocuparte. Mi abuelo me enseñó a encenderlo con solo dos ramas gruesas de cualquier árbol.

-No es necesario que salgas y te expongas al frío.

-Yo no tengo frío, pero tú sí.

-El frío es natural e importante de sentir. Estaré bien, sé controlarlo.

Francamente no le creía, y él no se tomaba con seriedad su afirmación mientras su inquietud se prolongaba sin cesar. Y he de admitir que también empecé a comprender el frío que ingresaba por las finísimas aberturas que cualquier hogar tiene, pero el de Jeonghan es alarmante.

Me acerqué, me senté a su lado y me quité el chaleco. Lo dejé en sus piernas, recibiendo a cambio una absorta reacción de su parte, negándose a usarlo.

-Úsalo -le pedí.

-También sentirás frío, y no quiero que eso suceda.

-Estoy muy bien, Jeonghan. El calor en mi cuerpo se almacena directo en mis lonjas.

-¿Tienes lonjas?

-Sí... Como bastante y eso hace que engorde. El señor Kim me enseñó que la grasa corporal es una capa térmica, y por eso los osos pardo, antes de hibernar, comen kilos y kilos de comida, para generar grasa y así no sufrir de hipotermia en el invierno.

-Eso me lo contó un guerrero acuático en uno de mis recorridos en otro infierno.

-No me pasará nada en este infierno, lo juro. -agarré el chaleco y con eso cubrí su cabeza-. Por favor, úsalo.

Se lo quitó lentamente, pero también destapó una sonrisa muy penosa. Acarició el chalecó y, como era más ancho y amplio, no tuvo dificultades en ponérselo. Me miró unos instantes, yo sin saber qué hacer para proseguir. Él bostezó, pero fue más flojo para parpadear después; prácticamente se estaba quedando dormido, al grado de no moverse. Un balanceo hacia mí me permite sostenerlo a tiempo y retenerlo, pensando en lo que debería hacer con un cuerpo en estado de sueño.

La Voluntad De ORFEO • JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora