treinta y siete:

38 8 15
                                    

Ahora Joshua es un demente que estaba respirando para sobrevivir, llorando por ansiedad y evitando cualquier apego externo. Todo iba en coordinación con los golpes que el soldado proporcionaba en la puerta. Me senté en los ladrillos que la bloqueaba, desconociendo si esto era normal en los vigilantes. No quise dar la duda y en mi mente, supuse, estaba protegiendo a Joshua. Pero Joshua ya dejaba esa palidez y esa inquietud tan perturbable atrás, para sondar entre la inconsciencia y ciertas características de alguna víctima de vértigo. Finalmente tambaleó hasta caer en la ducha.

"¡ABRA DE INMEDIATO!", exclamó colérico, con la ira requerida para traspasar su puño en la madera. Salté del pavor y de una patada el soldado derribó los ladrillos y empujó la puerta. Después de entrar y achacarse frente a Joshua, me ordenó retirarme inmediatamente. Eso quise hacer, pero también quería ver el estado de Joshua. En el umbral observaba al soldado subirle los párpados, cachetearlo y pellizcarlo. "Sigue vivo", susurró sombríamente Empezó a levantar su manga derecha, dejando a mi vista lo que había visto en Wonwoo: rojos y azules. ¡Joshua también tiene esas marcas en su cuerpo y yo no sabía lo que significaba!

-¡Fuera de acá! -exigió el soldado otra vez.

-¿Por qué Joshua tiene esas marcas en su brazo?

El soldado volteó la cabeza para disparar una mirada muy punzante e inquietante como si de verdad me quisiera disparar con los ojos.

Retrocedí con trémulo, hasta ver al soldado encerrarse en el baño con Joshua. El portazo fue tan potente que hizo inquietar a todos. Todos me estaban mirando pero ninguno musitaba una palabra, mucho menos Wonwoo que, supuse, sabía todo y lo ocultaba por voluntad propia.

Otro soldado entró al cuartel y me entregó lo que sería mi uniforme desde ahora en adelante. Me indicó las instrucciones básicas, recordando lo del corte de cabello, añadiendo las horas de lavado de la ropa, de la ducha, de los dos platos grandes del día, de los turnos y del descanso. Atajé todo asintiendo en silencio y me ordenó cambiarme de ropa inmediatamente. Lo extraño era que no se iba, como si fuera parte del protocolo ser vigilado por él y por algunos vigilantes a mi alrededor. Así que me cambié con apremio y le entregué mi ropa vieja al soldado. Éste la tiró en una esquina repleta de ropa vieja.

El uniforme es rojo nítido. Tenía un cinturón pesado, unas botas pesadas y una gorra plana que respondía positivamente a mi cabeza. Cubría sin remilgos ni diseños rebuscados todas las zonas del cuerpo y aportaba una imagen fornida, desde entablar una relación atractiva en la anchura de los hombros hasta apretar las piernas y endurecer el torso.

La primera comida se comenzó a servir en la calle y todos los vigilantes fuimos ordenados a salir en dos filas. Me ubiqué de último para analizar los cambios más notorios, ya que el cuartel quedaba cerca del río y los pesqueros ya no se ubicaban ahí. Dos hombres con rostros perezosos y prominentes ojeras servían las enormes bandejas con comida, en platos de cartón, con pequeños tenedores de plata a los lados. Cuando recibí mi bandeja identifiqué algo de zanahoria y patatas en una mezcla de verduras no muy apetecible de apariencia pero que desprendía un aroma muy hogareño, y el sabor estaba mejor de lo que la primera impresión da a juzgar. El soldado que me había servido me detuvo antes de doblar para poner dos trozos de pan, una manzana, plátano deshidratado y maní.

Mientras me alejaba (sin un lugar asignado, ya que todos estaban desordenados), comiendo mi manzana, un muchacho me gritó metros más atrás. Giré y vi como este se me acercaba con una efusiva cara de simpatía.

-Se te olvidó tu vaso con agua -me dijo mientras la estiraba- y será mejor que lo aprecies, porque solo nos dan tres vasos máximo por cada comida.

-Ya me estaba preguntando qué iba a beber ahora. -lo agarré y la coloqué en la esquina vacía de mi bandeja-. Muchas gracias.

La Voluntad De ORFEO • JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora