treinta y tres:

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Jihoon había estado toda esa tarde amarrando sacos con ropa y latas con frijoles y pescado que tenía guardado en los cajones de la cocina, y peinando a los caballos y fortaleciendo las riendas. Yo no he hecho más que divagar pobremente en las preocupaciones. Desde hace dos horas que estoy tumbado en la cama, deprimido por algo que aún no sucedía como era la invasión total del pueblo. A veces tomaba la carta de la señorita Kim que dejé sobre el mueble al lado de la cama, y la releía sin una finalidad.

Todos estaban dormidos, o eso me confirmaba el silencio algo lúgubre de la casa. Yo no tenía descanso que tomar aún, mi cuerpo estaba energéticamente atento a lo que fuese. Pensé en bajar a comer, ya que no había cenado tanto como solía hacer. Pero ¿de qué serviría eso? Tal vez sí debería dormir, porque no sabía la hora que era, pero no podía estar más rato con los ojos abiertos y la mente encendida en blanco, sin ideas. Me quité la ropa que ya me parecía hasta pesada portar y me cubrí hasta la frente con las frazadas. Y, como sugirió el doctor Young hace muchos años, la respiración controlada era la mejor medicina para que el cuerpo sanase su insomnio.

"¡Ah!", pero ese grito no lo emití yo. Esa voz la conocía, era Jeonghan. En breve me senté en la espera de otro grito o de la reacción de Jihoon, pero no sucumbió ninguna palabra del piso. Me levanté, me coloqué mi bata, agarré la bujía de la habitación y la encendí, y bajé corriendo como corre un elefante con la planta de sus patas amortiguadas para no sacudir la casa. En la cocina se vió a Jeonghan de pie, también vestido con su bata, erguido hacía adelante. Fui a revisar la razón de su grito, hallando su pierna mojada, más específica en la pantorrilla, y una tetera con agua expulsando vapor.

-¿Qué te sucedió? -le pregunté preocupado.

-Me quemé con el agua de la tetera -respondió apretando sus palabras.

-Hay que revisar eso.

-No fue nada, lo prometo.

-No seas necio. -Tomé un jarrón vacío que estaba sobre la mesa y lo llené con agua. Agarré el paño que descansaba encima de la llave de la cocina y lo usé como una tapa para la boca del jarrón-. ¿Puedes subir solo?

Lo intentó y repuso su postura con una expresión muy dolorosa de ver.

-Lo haremos acá -dije, tomándolo en mis brazos para acercarlo a una silla.

-Seungcheol, por favor -dijo apacible-, no te preocupes.

-No insistas -lo senté gentilmente- y no te lo volveré a repetir.

Fui por la jarra con agua que estaba cubierta con el paño. También llevé el paño y lo mojé dando vuelta la jarra con el paño impidiendo la salida del agua y se mojó lo necesario para no gotear. Rápidamente mojé su herida rojiza y visiblemente caliente. Noté que la quemadura no había avanzado lo requerido para la evolución de las heridas, por lo que dejé a Jeonghan quejarse las veces que quisiera. No me atreví a acariciarlo, ya que él estaba prácticamente desnudo, cubierto por una ropa inútil a mis ojos. Cruzó sus piernas muy pudoroso y yo concentré todo mi esfuerzo visual en la pierna correspondiente en respuesta.

-Con esto debería bastar -dije antes de retirar el paño mojado, acomodando su pierna sobre otra silla. Me levanté para observar su expresión de tranquilidad.

-No debiste hacerlo -dijo nuevamente dejando caer su mirada en sus pies, abandonando esa relajación con un semblante de vergüenza.

-¿Por qué no me dejas estar contigo para ayudarte?

-No es nada. -inmediatamente me miró tan enjuto como un dormido con los ojos abiertos.

-¿Qué te sucede, Jeonghan?

La Voluntad De ORFEO • JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora