Capítulo 43: Preocupaciones

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El sonido de una risa inocente despertó a Ainelen

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El sonido de una risa inocente despertó a Ainelen. Se puso de espaldas contra una pared de roca, frotándose las lagañas que sobresalían de las comisuras de sus ojos. Bostezó. 

 —Fue una buena siesta, ¿cierto? —dijo Vartor, mostrando su dentadura radiante—. Descansar siempre es bueno, Nelen Nelen. Yo siempre disfruto hacerlo. 

 El corazón de la chica dio un salto. 

 A su alrededor, estaban sus camaradas ya despiertos, sentados cada uno sobre una roca. Veían a Ainelen con expresiones dispares, no obstante, eran positivas. Toda el área de fondo yacía difuminada, bañada en infinito blanco. Parecía que el grupo tenía un brillo estremecedor. 

 —Vartor, se dice Nelen. Una sola vez. Idiota. 

 —Tori es idiota por explicarme algo que es sorprendentemente fácil de saber. 

 —¿Lo haces a propósito? 

 El palote cerró sus ojos, ofreciéndole una sonrisa pícara a Amatori. 

 —No —respondió. 

 —Ser idiota es su naturaleza —añadió Danika—. Aun así, me agrada más que tú, pedazo de mierda. 

 —¿A quién estás llamando pedazo de mierda? Oveja amargada. 

 —No soy amargada... ¡¿sigues con lo de oveja?!, ¡¿quieres morir?! 

 Ainelen casi escupe el agua que estaba bebiendo de su odre al oír lo anterior. 

 «¿Le molesta más que le digan oveja que amargada?», pensó, divertida. 

 Holam, que estaba viendo el mapa de forma disimulada, llamó la atención de Ainelen. Estaba escribiendo algo sobre él. 

 —¿Qué es eso? —preguntó. 

 —Anoto las distancias y el avance en un solo... —el pelinegro se interrumpió. Parecía avergonzado de que los demás se voltearan a verlo. 

 —¿Día? —continuó Amatori—. Eso es bastante útil. Es increíble que te interesara la escritura. Algún día podrías llegar al consejo. 

 Vartor gritó, como si hubiera descubierto una mina de diamante azul. 

 —¡Serías el primer hombre consejero!, ¡quisiera ver eso! 

 —¿Se podrá? Las consejeras parecen seleccionadas desde que nacen para llegar a su cargo. Es todo un arreglo. 

 Ainelen asintió, en acuerdo con Danika. Siempre había pensado eso, que para ser parte del Consejo Provincial se nacía. 

 —Bueno, siempre habrá espacio para intentar cosas nuevas. —Vartor se puso de pie, preparándose para la marcha de esa mañana. ¿Por qué era el primero en hacerlo? Lo normal era que Amatori lo hiciera, o a veces Danika. 

La espina malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora