Capítulo 46: Sueños realistas

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La cabeza de Ainelen parecía que estallaría

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La cabeza de Ainelen parecía que estallaría. Dejó caer una de sus manos sobre su cabello ondulado, el cual tenía aspecto grasiento luego de días sin un baño formal. La lluvia no era suficiente para llamarlo como uno de verdad. Había partes del cuerpo que las gotas no alcanzaban, naturalmente. 

 A pesar de lo anterior, el tema de la higiene parecía un problema demasiado insignificante para lo que ahora afrontaban. Ainelen y Amatori estaban detenidos ante una zona inundada. Lo que debió ser un arroyo, se había tornado en una corriente de agua que parecía un verdadero río. 

 El sonido del agua marrón oscuro intimidaría a cualquiera que estuviera en la posición de ambos jóvenes. 

 Amatori gritó hacia el cielo, maldiciendo. 

 Sumida en su propia lucha, Ainelen entrecerró sus ojos. Reforzó el agarre de sus dedos sobre su cabeza. Dolía. Sus recuerdos del pasado la invadían, así mismo como el nivel del agua sumergiendo la tierra. 

 «¿Por qué en un momento como este?», se preguntó. ¿Sería porque la esperanza de salir viva del Valle Nocturno parecía cada vez más tenue?, ¿la muerte estaba al acecho? 

 No lo sabía.

 Ni siquiera lograron encontrar a los chicos. Eso la ponía extremadamente desesperada. El tiempo era una daga mortífera que cortaba sus arterias, desangrándola con cada hora que transcurría. 

 No haber comido nada en días había hecho que a su cuerpo le fuera complicado mantenerse en pie. A ratos, sentía que el aire escapaba de sus pulmones. La debilidad era recurrente. 

 Con Amatori discutieron acerca de cazar algún animal, pero había dos grandes problemas: el primero, con este clima no hallarían nada y, segundo, tampoco poseían pedernal y yesca para generar fuego. Si querías, podías elevar la dificultad: con la humedad del ambiente, sería una locura encontrar combustible. Al final todo se reducía a un futuro negro. 

 «Has matado a una persona. Te lo mereces», dijo una voz. Cuando sucedió, Ainelen abrió los ojos de par en par, escaneando sus alrededores fugazmente. 

 Nadie. Amatori seguía emitiendo sonidos ininteligibles. 

 «Pero ellos no», refutó Ainelen. «Mis amigos no merecen el mismo destino que yo. Son inocentes». 

  «¿Estás segura de que crees eso?». 

 «¿Por qué... no habría de estarlo?», preguntó con miedo creciente. 

 La voz se escurrió de su consciencia, riendo con voz siniestra. Era la voz de una chica que inspiraba oscuridad. 

 Ainelen meditó sobre eso. ¿Había dudas sobre lo que creía de sus camaradas?, ¿estaba bien que se culpara a ella misma?, ¿qué había de los demás? 

La espina malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora