Capítulo 25: Invitación

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Jenny

Los planes ya estaban en marcha. Habíamos alquilado una casa con piscina en la playa en Valencia, lejos de todos, y ese fin de semana sería el tiempo que necesitaría para cumplir mi objetivo. Las invitaciones fueron enviadas por WhatsApp y no había visto a Dani desde el día que me emborraché, así que a dos días del esperado suceso decidí llamarlo para verificar si asistiría. El teléfono dio dos timbres y no contestaba, cuando ya había perdido esperanzas, contestó.

—¿Sí?

Solo escuchar su voz ronca se me mojaban las bragas.

—¿Vas a hablar, Jenny, o planeas quedarte en silencio toda la tarde?
—Ah, sí, perdona. Llamaba para confirmar si vas a asistir a mi fiesta de cumpleaños.

Hubo un silencio al otro lado de la línea y mis manos comenzaron a sudar como nunca. Todo el plan dependía de que él asistiera a la fiesta.

—Lo siento, enana, pero no creo que pueda asistir. Tengo mucho trabajo y, además, mi prometida no está invitada, así que no creo que le haga mucha gracia que vaya a pasar un fin de semana con mi exnovia.

Todos los planes que había trazado durante días se vieron arruinados en cuestión de segundos. Me quedé en silencio sin saber qué decir, sin saber cómo convencerlo.

—Enana, ¿sigues ahí?
—Sí, aquí estoy. Es solo que creí que vendrías, que habíamos hecho una tregua, ¿no? Parece que todo el tiempo que pasamos juntos no fue suficiente para que asistieras a mi cumpleaños. Gracias por nada, adiós.

Frustrada, colgué el teléfono y me puse a pensar otro plan. Cada vez tenía menos tiempo y algo tenía que hacer. El sonido de un mensaje entrado me sacó de mi cabeza, era un mensaje de Daniel.
Dani: No te prometo nada, pero voy a tratar de ir, aunque sea solo un par de horas. Y que te quede claro que no es por tus chantajes emocionales, lo hago porque quiero. Nos vemos el viernes, enana.

Di pequeños saltitos de la emoción, celebrando mi pequeña victoria. Le escribí a las chicas y confirmé la asistencia de Daniel. Ya faltaba menos para lograr mi objetivo. Este fin de semana Daniel volvería a ser mío.


Daniel

—¿Has tenido alguna vez la sensación de que alguien habla de ti o que va a pasar algo importante? —miré a Leo en busca de su respuesta.
—Creo que tanto trabajo te está poniendo paranoico y que debes descansar. ¿Vas a ir al cumpleaños de Jenny?

Otro más con el dichoso cumpleaños. En los últimos días, eso era todo de lo que se hablaba. Mi hermana insistiendo para que fuera, Sally amenazándome, que si ella no podía ir yo tampoco, Jenny intentando hacerme chantaje emocional, y ahora Leo también. Resoplé estresado y suspiré.

—No sé si iré, no quiero problemas con Sally y no es bueno para mi salud mental pasar un fin de semana con Jenny en bikini mientras se pone cariñosa con el estúpido de su nuevo novio.
—Deberías ir, dejar de preocuparte por las mujeres, necesitas descansar y tomarte un respiro del trabajo. Además, yo voy a estar también.
—Contigo no puedo contar, estoy seguro de que vas a estar enrollándote con Isy todo el tiempo, y me alegro por ti, no quiero ser aguafiestas.
—Bueno, tú sabrás lo que haces. Me voy, que tengo cita con mi chica —se dirigió a la puerta y, antes de salir, volvió a girarse hacia mí—. Por cierto, Dani, gracias por el consejo. Te hice caso y la llamé y solucionamos nuestros problemas. Deberías aplicar tu mismo consejo e ir a la fiesta y aclarar las cosas con Jenny, sino no se van a arreglar. Al menos dale un cierre a ese capítulo de tu vida o, de lo contrario, nunca vas a poder salir adelante.

Se fue y me dejó con la cabeza hecha un lío. Debía ir o no. Era cierto que debía acabar de sacar a Jenny de mi cabeza, desterrarla de mi corazón y seguir adelante. Mi boda estaba a punto de llegar y yo no sabía si estaba preparado para ese compromiso, al menos no con Sally.

Pero de qué manera la conseguiría olvidar, si cuando intentaba odiarla me dejaba ver una nueva faceta suya que me gustaba todavía más. Aquel día en el restaurante al lado de la playa conocí a otra Jenny, una niña rota, triste. Por primera vez, me mostró su lado vulnerable, se quitó la máscara y se mostró tal cual es. Lloró recostada en mi hombro hasta quedarse dormida, los cabellos negros mojados se le pegaban al rostro, la nariz roja de tanto llorar y, aun dormida, sus labios hacían puchero.
No pude evitar reírme ante la ironía de la situación. Salí del trabajo intentando dejar de pensar en ella y allí estaba yo, cuidando una Jenny borracha que, en lugar de salir de mi corazón, seguía cavando más profundo y echando raíces. Leo tenía razón, debía cerrar el capítulo y decirle todo, y así dejarla marchar de mi cabeza. Saqué la servilleta en la que había escrito aquel día y terminé el trabajo. Parece que, después de todo, sí terminaré yendo a la fiesta.


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