Capítulo 3: La carrera

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Dani

Soy Daniel Fernández, mis amigos me llaman Dani. Tengo 23 años, soy bastante alto, me ejercito a diario y cuido mi cuerpo, por lo que tengo los músculos y mi abdomen bien definidos, mi cabello es negro y mis ojos azules. Tengo gran parte de mi cuerpo cubierto de tatuajes, aunque solo se ven los del brazo. Estoy en el tercer año de la universidad.

Mi pasión es correr, mi padre compitió en el Campeonato del Mundo de Motociclismo, regido por la FIM (Federación Internacional de Motociclismo) y desde pequeño tuve gran amor por las carreras, pero debido a un accidente que tuve hace tres años mi madre me hizo prometer que no volvería a correr (al menos no lo hago profesionalmente).

Tengo una vida de los más aburrida, la cual odio. Estoy estudiando economía solo para hacer feliz a mi madre y a mi padre, que quieren que les ayude en la compañía de la familia. Mi padre, al retirarse de la pista de carreras, sintió que no podía estar muy lejos, así que creó un equipo con sus antiguos compañeros de carreras para formar nuevos campeones, el Ducati Team.

Al pasar los años, el pequeño grupo de amigos creció y se convirtió en una gran empresa. No voy a decir que somos billonarios ni nada por el estilo (recordad que la empresa no la formó solo mi padre, sino que fue con un grupo de amigos), pero digamos que vivo cómodo y tengo lo que necesito o, al menos, casi todo.

La universidad es bastante aburrida, le falta la adrenalina de las carreras. Solo me quedan como consuelo las mujeres, aunque ninguna dura más de unas pocas semanas. La variedad no está nada mal. Hace un par de semanas conocí a una con la que tengo “algo”. Nos vemos, tenemos sexo, compartimos un poco de tiempo, pero nada de compromisos. La verdad, la chica está bien buena y siempre anda perfecta, es bellísima, pero por alguna razón no me hace sentir nada especial y el sexo tampoco es la gran cosa. Esta noche me prometió que tendría el mejor sexo de mi vida, lo estoy esperando con ansias.

La gente en la pista enloquece, todos gritan mi nombre. Solo faltan unos pocos metros para ganar el Campeonato Mundial, estoy tan cerca de la meta. Acelero, pasándole a la Honda que tengo enfrente, ya nada se interpone entre el triunfo y yo…

—Dani… Dani, despierta. Te necesito —unos gritos me sacan de mi hermoso sueño.

Abro los ojos y veo a mi madre sentada al otro extremo de la cama.

—Hola, cariño —me dice al ver que abro los ojos—. Tu hermana empieza hoy su primer día en la preparatoria y tu padre fue a llevarla, pero olvidó sus medicinas.

Mi hermana tiene un pequeño problema en el corazón. Nació con él y, aunque hasta el momento no es grave, hay que tener mucho cuidado.

—Sí, ya voy —respondo, hundiendo la cabeza en la almohada.
—No te demores. Tu padre te va a esperar en la entrada de la escuela —me dice mientras se aleja de la cama.
Me siento en la cama, tomo mi móvil, que está en el bolsillo de mi jean, miro la hora y calculo el tiempo que me va a tomar ir al instituto y luego llegar a la uni a mi primera clase. “Me sobra tiempo”, pienso.

Me dirijo al baño, tomo una ducha rápida, entro al cuarto y me visto con lo primero que veo (jeans azules, pulóver negro y calzoncillos). Tomo mi chaqueta y mi casco y me dirijo hacia la cocina. Sentada en la sala está mi madre, vestida con un traje negro y el largo pelo recogido (luciendo como una profesional abogada), hablando por el móvil con alguien.

—Voy a coger la moto de papá que está en el garaje — aprovecho para decir mientras está ocupada y no pueda negarse. Pone los ojos en blanco y vuelve a su conversación. Yo aprovecho, cojo las llaves y salgo a buscar a mi niña bella.

De camino a la escuela de mi hermana me siento invencible. Esa sensación de adrenalina y fuerza que me causa el manejar una moto así. En pocos minutos ya estoy frente a la escuela. Me saco el móvil del bolsillo y llamo a mi padre. Me dice que tuvo que entrar con mi hermana al salón de clase pero que ya va a salir, que lo espere en el parqueo.
Vuelvo a montar en la moto, la enciendo y me manejo hacia el parqueo. En cuanto entro veo un sitio libre. “Qué buena suerte”, pienso, pero luego me percato de que otra moto está a punto de ocupar el lugar. Supongo que es estudiante de aquí porque puedo ver el uniforme y parece ser una chica.

Temiendo que ocupe el único lugar disponible, acelero la moto y le paso por el lado e invado la plaza que está libre. Mientras me bajo de la moto, siento que alguien se acerca a mí a toda prisa y me empieza a gritar. Era una voz fuerte, que emanaba autoridad, pero también un poco dulce. Me giré hacia ella, quité mi casco y la chaqueta negra y la puse encima de la moto. Cuando me vio se quedó en silencio. No sé qué le causó mayor impresión, si yo o la moto. No podía apartar sus ojos verdes.

Aproveché que se quedó sin palabras para mofarme de ella. Pude ver que la descontrolé, sus mejillas se tornaron de un rosa oscuro por la rabia, su labio se inclinó ligeramente y todo su hermoso rostro se convirtió en un volcán a punto de entrar en erupción. Y explotó. En cuestión de un segundo me tomó por sorpresa y sentí cómo su delicada mano impactaba contra mi rostro.

Percibí que no había concluido y, antes de que me atacara por segunda vez, atrapé sus delicadas manos y junté nuestros cuerpos. Por tan solo un segundo, me perdí en esos hermosos ojos verdes y en esa carita angelical pero, a la vez, de diabla.

Siento cómo su respiración se acelera y sé lo que le provoco. Me pide que la suelte y yo decido molestarla un poco más. No sé por qué, pero me gusta verla enojada. Su móvil sonó, trayéndome de vuelta a la realidad, y recordé el motivo de mi visita a esa escuela. Solté sus manos y la vi alejarse. Alcé la vista y vi, detrás de ella, al otro extremo, que se acercaba mi padre caminando, así que aproveché para escapar de ella y me acerqué a él. Caminaba hacia mí, erguido con su traje gris.

—Aquí están las medicinas de Aitana —le dije mientras metía mis manos en el bolsillo de mi pantalón para sacar un frasco.
—Muchas gracias por traerlas, te veo esta noche en casa — toma el frasco de mis manos.
—Está bien —respondo y, antes de que pueda alejarme, agrega.
—¿Quién es esa chica con la que estabas hablando? — Pregunta, con ojos llenos de curiosidad.
—No lo sé —respondo cortante—. La acabo de conocer.
Y me alejo de mi padre, acercándome a la chica que había dejado cerca de mi moto. Pero ya no estaba sola, había otras tres chicas más con ellas, todas igual de guapas, dos rubias y otra morena. Cuando por fin estuve lo suficientemente cerca, pude notar que hablaba de mí y, por alguna razón, su comparación me hizo mucha gracia y no pude evitar reír. Antes de irme, volví a hacerla enojar y me marché. 
No sé por qué, pero esa chica tiene algo que me hace querer molestarla. No sé si es por lo linda que se ve cuando se irrita o si es porque se ve que no está acostumbrada a que nadie lo haga. En fin, luego de marcharme no podía dejar de pensar en ella.
Volví a casa a dejar la moto y ya no había nadie. “Mi madre debe estar ya en el trabajo”, pensé. “Creo que hoy no voy a ir a la universidad”. Entré a mi cuarto, me quité los zapatos y me acosté en la cama a dormir un rato más. Cerca de las doce recibí una llamada que me despertó. 
—Hola —contesté medio dormido aún.
—Hola, Dani. ¿Estás ocupado hoy? —me pregunta la voz al otro lado del teléfono.
—¿Quién es? —pregunté sorprendido.
—Soy Dylan —responde. —Esta tarde tenemos una carrera, ¿quieres darte una vuelta por acá?
Al escuchar hablar de carreras, todo el sueño desapareció. Dylan—carrera, qué mejor despertar puedo pedir. Dylan es uno de los viejos amigos de papá con los que formó la empresa. Pero a Dylan las ganancias de la empresa no le eran suficientes y decidió crear una pista de carreras y de apuestas ilegales. Mi padre, al enterarse de esto, le obligó a vender su parte, porque no quería tener nada que ver con negocios ilegales, pero aún siguen siendo amigos (o, mejor dicho, conocidos).

Dylan ha montado todo un negocio ilegal bastante próspero y, de vez en cuando, me llama para que participe en sus carreras (porque comprende mi pasión por ellas), pero hasta ahora nunca me había interesado. Al menos, no desde el accidente.

—Sí, claro que quiero —respondo emocionado.
—Ok, no sabes cuánto me alegro de que te decidieras. Te espero a las dos en mi pista.

Estoy tan emocionado que he perdido el sueño. Me levanto de la cama de un salto y decido llamar a Leo (mi mejor amigo, somos casi como hermanos, nos conocemos desde siempre y él comparte mi amor por las carreras). Lo llamo, pero no contesta, le escribo y le cuento que hoy voy a la pista y que le voy a esperar dentro de treinta minutos en el Coffee the King que está cerca de mi casa.

Salgo de mi cuarto y me monto en mi Mustang negro de 1967. Es la única chica permanente en mi vida. Mi hermana dice que parezco Dean Winchester (de Sobrenatural). La verdad, no me importa, yo amo mi coche. Luego de pensar en la comparación de mi hermana me viene otra a la mente. Joder, hasta cuándo esa chica va a seguir dándome vueltas en la cabeza.
Me subo al coche y conduzco hasta el café. Veo a mi amigo sentado en la mesa de siempre coqueteando con la camarera. Sueno el pito del carro una, dos, tres veces… y él no me escucha hasta que, al fin, una cuarta vez, reacciona. Se despide muy cariñoso y sale del café, trae unos jeans negros, con un pulóver negro, el pelo peinado hacia atrás y con un andar que, si no fuera hetero, me enamoraría. La verdad, no hay chica que se le resista. Se acerca al coche con una gran sonrisa y, en tono burlón, me dice:

—Más te vale ganar esta carrera porque dejé pasar el polvo del año por ser tu acompañante.
Empezamos a reír. Prendo el coche y manejo hacia la pista. He ido otras veces a ver las carreras, así que sé perfectamente cómo ir.
—Madre mía, esto está lleno de gente —me dice Leo cuando entramos.
—Al menos espero tener buena competencia —ambos nos reímos. —Mejor vamos a ver a Dylan, quiero ver qué moto me va a prestar.
Luego de un par de minutos buscando a mi amigo por fin lo encuentro. Se sorprende de que quiera correr y, antes de que cambie de opinión, me muestra un par de motos y me dice que escoja la que quiera. Tras considerar un par de minutos, escojo una Honda XR 150. Me preparo para la carrera y mi amigo se marcha con Dylan.

Llega el momento de la carrera y la adrenalina me sale por los poros. Antes de que me dé cuenta, ya estoy llegando a la meta con una gran ventaja del resto. Pongo la moto en su lugar y voy hacia donde sé que se va a encontrar Dylan. Este, al verme, empieza a felicitarme y a hablar orgulloso de mí. Entonces, mientras me quito el casco, veo una silueta acercarse. Por lo que escuché decir a Dylan, es alguien que quiere conocerme. Cuando termino de alzar la vista, me llevo una sorpresa.

“Hostias, tío… creo que estoy alucinando”, pienso. Pasados unos segundos, me doy cuenta de que no es así. Es esa chica de nuevo. La tengo enfrente otra vez. Quiero preguntarle tantas cosas, quiero decir algo al ver su mirada tímida, pero me traicionan mis palabras y, al abrir la boca, solo logro irritarla de nuevo. 



Holaaa, por algunos problemitas borré el capítulo sin querer 😅, pero ya está todo solucionado

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Holaaa, por algunos problemitas borré el capítulo sin querer 😅, pero ya está todo solucionado. Sin ven algún error por favor comunicármelo, son bienvenidas las críticas constructivas . Si te gustó el capítulo déjame tu 🌟  y un mensaje para saber lo que piensas.

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