Capítulo 26: Cumpleaños

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Jenny


Viernes al fin y ya estábamos en Valencia. Josy había contratado un servicio de catering espectacular, todo era divino. La casa tenía seis habitaciones, cada una con su baño, la piscina en el patio y una playa privada. Habíamos elegido bien la zona de guerra, ahora solo faltaba que llegara Dani. A medida que avanzaba el día comenzaban a llegar los invitados y mis pobres nervios a sufrir. 

—Bueno, ya son las diez, no creo que vaya a venir.
—Que sí que va a venir, mujer, que Leo me dijo que habló con él y lo convenció —me dio esperanzas Isy.
—Tal vez mañana. De todas formas, tu cumpleaños no empieza hasta las doce.
—Tienes razón, Eli. Vamos a beber y a emborracharnos, ya no tengo que seguir cuerda esperándolo.

Me quité el vestido negro y los tacones, tomé un chupito de tequila y me lancé a la piscina. Bailamos al son de la música, reímos y durante un rato me olvidé del plan y de Daniel. Disfruté de mi fiesta y de mis amigas.

—Qué te parece si damos una puti vuelta —gritó Isy cerca de mi oído para que pudiera escucharla.

Asentí con la cabeza y salimos a caminar. Ya casi todos estaban borrachos, algunos bailaban con el DJ, otros andaban en la piscina y la mayoría se enrollaban.

—Jenny.

Una borracha Aitana se acercó a nosotras con la cara completamente sonrojada debido al alcohol.

—Hola nena, veo que estás disfrutando.
—Demasiado —intervino Isy—. Si tu hermano llega y te ve en las condiciones que estás, aquí se va a armar la Tercera Guerra Mundial.
—No te preocupes por mi hermano, seguro que no viene, la pesada de Sally se lo prohibió.
Una parte de mí sufrió al escuchar aquello, pero rápido lo oculté para que nadie lo notara.
—Aunque no venga, no deberías beber tanto, no es bueno para tu salud.
—Te prometo que no voy a beber más hasta que se me pase y mi hermano no se va a enterar.
—Demasiado tarde, ya está aquí —nos avisó Isy, provocando que siguiéramos su mirada hacia la entrada trasera de la casa donde, como reyes de la noche, llegaban Dani y Leo, provocando que todas las chicas suspiraran a su paso.
—Joder, Isy llévatela de aquí, que Daniel no la vea. Yo los entretengo.
Se perdieron entre la gente y yo me acerqué a los recién llegados. El contraste entre ellos y el resto era asombroso. Todos estábamos mojados, sudados y ebrios, mientras que ellos con sus polos y cabellos peinados parecían modelos llegados de la pasarela.
—Creí que ya no vendrían.
—Yo no me lo perdería por nada —respondió Leo, mientras me abrazaba, y agregó bajito a mi oído para que solo yo escuchara—. Ya cumplí con traerlo, el resto te toca a ti.

Sonreí y miré a Dani, mi adonis perfecto. Estaba serio y aun así no podía dejar de mirarlo.

—Buenos noches, Dani —deposité un beso en su mejilla de forma seductora y me quedé un par de segundos más de lo necesario.
—Buenas noches, enana. Buena fiesta.
—Hay algo de lo que me gustaría conversar contigo…
Fui interrumpida por una ola de personas que se acercaban cantando, guiadas por Eli con una tarta y Josy con una pirámide de chupitos.
—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños Jenny, feliz cumpleaños te deseamos, que los cumplas feliz. Feliz cumpleaños.

Soplé las velas emocionadas y mi mirada se cruzó con la de Daniel cuando pedí mi deseo. Él articuló un “feliz cumpleaños” y yo sonreí. Intenté volver a su lado, pero todos querían felicitarme y me llenaban de besos y abrazos, mientras que los únicos labios que yo quería que me besaran se alejaban hacia la barra.
Después de millones de besos y felicitaciones logré librarme de mis invitados y busqué a Daniel con la mirada. Estaba conversando con Leo y otros chicos de la empresa. Finalmente llegué hasta donde él se encontraba.

—Aquí llegó la cumpleañera. Muchas felicidades, nena.
—Muchas gracias, Leo —posando la vista en Daniel—. ¿Crees que podamos hablar?
—No, no. Jenny, hoy es tu cumpleaños, no es momento de hablar, es momento de disfrutar —habló otro de los chicos y, sin dar tiempo a reaccionar, les hizo una seña a los otros y cargaron a Daniel y lo lanzaron a la piscina con la ropa y los zapatos puestos. Todos comenzamos a reír.
—Estamos en una fiesta, aquí no eres nuestro jefe. Disfruta el momento —le gritó Leo.
La voz de Isy comenzó a sonar por los altavoces atrayendo la atención de todos los presentes.
—Jenny, ven, vamos a bailar. Josy, Eli, a la pista ya.

Me acerqué al medio de la improvisada pista. El DJ puso la música y mis amigas y yo comenzamos a bailar. Moví las caderas al ritmo de la música, cantamos a todo pulmón la letra de la canción y, cuando terminó, comenzó otra más lenta. Busqué a Dani que ya había salido de la piscina y estaba otra vez con Leo.

—¿Me concede usted este baile, señor Fernández? —realicé una dramática reverencia y le tendí mi mano.
—Ante tanta insistencia no sería caballeroso de mi parte negarle el privilegio de mi compañía, señorita Rodríguez.

Ambos reímos y fuimos a la pista. Pasé mis brazos por su cuello y él puso sus manos en mi cintura, una ola de corriente eléctrica me estremeció ante el contacto de sus manos con mi piel desnuda. Su cálido aliento provocaba palpitaciones en mi entrepierna.

—Gracias por venir —rompí el silencio antes de comenzar a imaginar cómo me lo follaría aquí mismo delante de todas estas personas.
—Te dije que lo intentaría. ¿De qué querías hablar conmigo? Y, ¿por qué estás bailando conmigo en lugar de con tu nuevo novio, el cual, por cierto, no he visto?
—¿Celoso, señor Fernández?
—Solo curiosidad.
—Si te refieres a Joel, no está aquí, viene mañana por la mañana —y acercando mis labios a su oído agregué—, y, por cierto, no es mi novio.

Subí mi mano derecha y toqué su rostro mientras lo miraba a los ojos. Estábamos cerca, muy cerca, solo tenía que inclinarme un poco y podría besarlo. Extrañaba su sabor a menta, sus labios suaves y sus besos dominantes. Jadeé ante la idea y mordí mi labio inferior mientras aún tenía la vista clavada en los suyos y lo acariciaba con el pulgar.
 
—No hagas eso —ordenó.
—¿No hago qué?
—Eso, no te muerdas el labio, sabes que me vuelve loco.
—Ah, ¿en serio? —volví a hacerlo y esta vez pasé la lengua, mojando mis labios de forma seductora.
—Joder, enana, basta. ¿Qué pretendes?
—¿De verdad quieres que te diga? Pues vamos a hablar — volví a acercar mis labios a su oreja, lo suficiente para que al hablar le rozaran—. Te diré lo que pretendo. Pretendo asaltar tus labios, besarte con deseo, morderte, jugar con tu lengua, descender por tu abdomen hasta tu pene y comérmelo completito y, cuando estés bien duro, voy a cabalgarte y sentirte en plenitud dentro de mí, hacer que te corras como te gusta mientras gimes mi nombre.

Sus manos habían bajado hasta mi culo y se aferraban a él con fuerza. Cuando terminé de hablar y volví a mirarlo a los ojos, su mirada era lasciva, salvaje. Se apoderó de mi boca y la reclamó suya. Sabía a alcohol, tabaco y menta, pero me encantaba, sus besos eran mi perdición. El calor que irradiaba mi cuerpo era capaz de derretir el polo norte y solo necesitaba un beso para que mojara mis bragas. Nos separamos jadeando, desbordados de deseo.

—¿Por qué me haces esto, enana? ¿Qué es lo que quieres?
—Joder, Dani, ¿no lo ves? Quiero que me hagas tuya, que me folles en todas las posiciones. ¿No ves que me estoy muriendo por sentirte? Quiero que Valencia entera me escuche gritar tu nombre mientras llego al orgasmo, quiero volver a sentirte mío, te quiero en la cama, Daniel. ¿Te satisface mi respuesta?

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