Capítulo 6: Vamos a jugar.

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Dani

Llega la noche del viernes. Dylan me llamó temprano para recordarme que hoy es la inauguración de su bar. Le dije que me esperara, que a las nueve estaría allí. Le escribí a Leo para informarle de los planes de esta noche y aceptó muy feliz.

A las ocho y media pasé a recoger a Leo a su casa y fuimos para el bar. Era temprano, pero aun así había bastantes personas. Dylan salió a recibirme a la entrada y nos acompañó hasta su sala privada. El tiempo pasó y el lugar se llenó de personas.

Leo y yo dimos un par de vueltas para conocer el bar, pero no había nada interesante. Había muchas mujeres, pero ninguna cautivó mi atención. Desde el encuentro con mi enana grosera en su cuarto no puedo dejar de pensar en ella. Vine hasta aquí con la esperanza de verla, pero me estoy aburriendo y ella no llega.

—No va a venir —me dice Leo cuando me ve mirando hacia la pista y la puerta de entrada—. Ella no tiene edad para beber, no creo que sus padres le permitan salir.
—Ella es diferente —respondí con una sonrisa—. No creo que alguien pueda detenerla de hacer lo que quiere. 

Y, como si la hubiéramos invocado, entró ella con tres amigas. Estaba bellísima, llevaba un vestido negro como el azabache, ceñido al cuerpo, bastante corto y sin sostén (hasta eso pude notar), unos botines negros hasta las rodillas, un sencillo maquillaje y unos labios rojo vino que me incitaban al pecado. Quedé anonadado ante tanta belleza, sentí un instinto salvaje de pararme, abrazarla, besarla y hacerle mil cosas, pero me contuve.

Dylan le dio una vueltecita y la observó con los ojos llenos de deseo. La ira me invadió, pero, antes de que hiciera una locura, él se alejó de ella y le preguntó si quería beber algo. Creo que se sintió incómoda, porque se disculpó y se fue. Me puse en la pared de cristal frente a la pista de baile para observar cómo bailaba. Era mi propia diosa del pecado, sus movimientos me sacaban de control.

Estuve observándola durante quince minutos, el movimiento de sus caderas me hacía alucinar, hasta que al fin se alejó de sus amigas y yo aproveché la oportunidad para salir a su encuentro. Cuando iba pasando por un pasillo en la oscuridad, la tomé del brazo y la puse contra la pared. Mis manos, por iniciativa propia, comenzaron a recorrer su cuerpo.

Tras observarla más de cerca durante algunos segundos, noté que estaba aún más sexy y yo más caliente. No aguanté más y la besé como si no hubiera un mañana. Mis manos acariciaban su piel. Luego separé mis labios de los suyos y le susurré al oído:

—Buenas noches, enana. Estás preciosa hoy, más que nunca. No te imaginas las ganas que tengo de quitarte ese vestido.

Ella sonrió con picardía, se acercó a mi oído y me dijo:

—¿Y a qué estás esperando?

Pasó su lengua por mi cuello y besó el lóbulo de mi oreja, mientras que su mano notaba la erección que me había provocado. Me tomó de la mano y nos metimos a un baño. Tenía una sonrisa de malicia. Se acercó y me besó, su beso era dulce, apasionado, salvaje…

Mientras tanto, sus manos se deslizaron dentro de mi jean y comenzó a jugar con mi polla. La masajeaba en círculos, a un ritmo lento al principio, luego fue subiendo la velocidad.

Me besaba, me mordía con delicadeza el labio. Yo estaba a punto de volverme loco, la tenía dura como el hierro y ella sonreía al sentir mis gemidos de placer. Mi respiración se agitaba, mi corazón se quería salir del pecho. Ella pasó su lengua por mis labios, me miró a los ojos y su mirada me advirtió que no me iba a gustar lo que estaba a punto de hacer.

—Parece ser que tú también me deseas, pero hoy no va a ser. Que comience el juego, capullo.

Sacó sus manos de mi jean, me dio un beso en los labios y se fue. Yo me quedé atónito ante aquella situación. Aquella niña había jugado mi propio juego y yo caí. Me quedé unos segundos en el baño para calmarme hasta que al final salí. Me dirigí hacia donde ella estaba en la barra riendo con sus amigas. Cuando me vio, tomó de un trago el chupito de tequila y caminó hacia la pista.

Comenzó a bailar de manera sensual y provocativa, mirándome. Pasaba sus manos por sus caderas, sobre su silueta, hasta sus pechos y luego introducía un dedo en su boca, mientras que con la otra mano subía su pelo suelto hacia la cabeza. Sus caderas se movían suavemente y la erección estaba a punto de retornar. Comencé a caminar hacia ella sin perderla de vista y, cuando ya estaba casi a su lado, tomó el brazo del primer chico que vio y comenzó a bailar con él. Yo seguí caminando hasta llegar a ellos.

—¿Me devuelves a mi chica?

El chico, sin saber qué decir, se marchó de allí. Le sonreí, le puse la mano en la cintura y la acerqué a mí. Ella me devolvió la sonrisa.

—No sabía que yo era tu chica. Pensé que era tu cuñada — acerqué mi boca a su oído para que pudiera escucharme bien.

—Tal vez no serás mi chica, pero eso no va a impedirme que hoy te quite ese vestido y te folle hasta que tu cuerpo no aguante más y me pidas clemencia.

Ella se dio la vuelta y se puso de espaldas a mí, pegó su trasero contra mi erección y se puso a mover sus caderas al ritmo de la música. Yo coloqué mi boca en su oído y le di una pequeña mordida al lóbulo de su oreja.

—Por dios, enana, me estás volviendo loco.

Como si la estuviera exhortando a seguir, ella se inclinó hacia delante y tocó con sus manos el suelo, luego se agachó completamente, giró y comenzó a subir con lentitud, mientras sus manos recorrían mis piernas. Al llegar su cara a mi polla, acercó su boca y, por encima del jean, me dio una mordida. “Dios, está completamente loca”, pensé. “El bar lleno de gente y ella se comporta como si estuviéramos solos en una habitación”. Cuando terminó de enderezarse señaló mi erección:

—Creo que necesitas unos tragos para ver si te relajas —me tomó del brazo y fuimos hacia la barra donde estaban sus amigas.

Me las presentó, tomamos un trago y, al verlas riendo, me acordé de Leo. Lo había dejado abandonado en el VIP. Saqué mi móvil del bolsillo y le envié un mensaje diciéndole dónde estaba. A los cinco minutos pude verlo llegar entre las personas, se lo presenté a las chicas y enseguida entró en confianza con ellas y empezaron a conversar. Yo me acerqué y abracé a Jenny por la espalda.

—Te deseo. Basta ya de juegos tontos, quiero hacerte mía. Vámonos de aquí.
Ella asintió con la cabeza. Nos despedimos de todos y salimos del bar. Eran cerca de las cuatro de la mañana y no había hecho reserva en ningún hotel y no quería follármela en el coche como a cualquier otra. A ella quería disfrutarla al completo, así que decidí hacer lo que nunca había hecho, llevarla a mi casa.
De todas formas, era tarde y en casa todos dormían.

En cuanto nos subimos en el coche ella me sorprendió una vez más. Me dijo año, el motor, los caballos de fuerza y no sé cuántas cosas más. Yo ni la escuchaba, estaba apreciando lo bella que se ve cuando habla de algo que le apasiona. Esta chica no deja de asombrarme.
En cuanto llegamos a casa y entramos al cuarto me disparé sobre ella y le quité el vestido. Se veía perfecta con el cabello suelto, los pechos firmes y erizados, tenía dos lunares sobre el seno izquierdo. Solo la cubría un tanga de encajes negro y los botines. Me quité el pulóver y la arrojé a la cama, subí sobre ella y comencé a besarla en los labios. Me deslicé hasta su oreja y descendí por su cuello mientras mis manos marcaban la ruta, mi boca seguía el camino y combinaba los besos con pequeñas mordidas.

Llegué hasta sus pechos y les dediqué un poquito más de tiempo a cada uno. Jugué y succioné sus pezones como si fuera un bebé. Luego continué mi ruta entre besos y mordidas hasta que llegué a su sexo. Antes, le quité los botines, para acercar después mis labios a su clítoris. Le pasé la lengua primero, podía ver lo mojada que estaba.

Comencé a acariciarla con la lengua, sus gemidos cada vez eran más seguidos. Besé y chupé su clítoris, luego acerqué una mano y le introduje un dedo. Su cuerpo se arqueó ligeramente y sus piernas se abrieron más, dejándome ver lo mucho que le gustaba. Ella puso una mano encima de mi cabeza para marcarme la velocidad a la que quería que fueran mi lengua y mi dedo.
Ya estaba a punto de llegar al clímax porque presionaba mi cabeza con fuerzas y sus músculos se comenzaron a tensar. Al notar aquello aumenté la velocidad con mi dedo y con la lengua hasta que soltó un gemido más largo, apretó fuerte mi cabeza y su cuerpo se arqueó completamente. Alcé la vista y una sonrisa de placer se dibujaba en su rostro. Verla así me ponía aún más.
Dios, que bella estaba, era como un sol radiante. Luego, con mucha agilidad, se puso encima de mí y, con una sonrisa maliciosa, me dijo: 

—Ahora es mi turno.

Me quitó el jean y tomó mi polla en sus manos, jugó con ella unos segundos y se la llevó a la boca. Adentro, afuera, adentro, afuera, repetía una y otra vez, mientras que una mano jugaba en círculos con la parte que no entraba en su boca. Estuvo así un par de minutos, mientras yo me sentía en las nubes. Todo mi cuerpo respondía a lo que ella estaba haciendo, gemidos salían de mi boca, mi respiración se descontrolaba.
Entonces, ella paró, se sacó mi polla de la boca, rasgó un sobre que sacó de su cartera y con la boca me colocó el preservativo y se sentó sobre mi polla dura. Qué sensación tan placentera sentí. Ella comenzó a moverse en círculos, arriba y abajo. Qué visión tan hermosa la que tenía esa noche en mi cama, ella estaba desnuda sobre mí, cabalgándome como toda una diosa, haciéndome sentir mejor que nunca.
No aguanté más y la viré, la puse en cuatro y tomé yo el control de la situación. Perfecto se veía su trasero mientras mis embestidas eran más y más seguidas. La penetré con deseo, más y más fuerte, aumentando la velocidad. Me até su cabello a mi mano y, con cada embestida, la jalaba hacia mí, mientras que con la otra mano la aguantaba por la cintura para pegarla más y penetrarla más profundo.
Estaba muy mojada, ella apretaba la boca contra la almohada para reprimir los gritos de placer, hasta que no pude aguantar más y, en una última embestida, acabé teniendo la mejor eyaculación de mi vida, inundando el preservativo con mis líquidos. Me lo quité, le hice un nudo y lo tiré en el cesto de basura. Me tumbé a su lado exhausto de tanto placer y nos quedamos dormidos. 

—Joder, joder, joder —me despertó su voz en la mañana—. Me quedé dormida.
—Buenos días, enana —la tomo por el brazo y la obligo a volver a la cama conmigo. Le doy un beso en la frente y otro en los labios y ella sonríe.
En ese momento, se abre la puerta de mi habitación y entra mi madre, rompiendo el mágico momento.
—Dani, el desayuno está… —se interrumpe al ver la situación. Jenny se tapa con la sábana de vergüenza— Discúlpenme, no sabía que teníamos compañía —diciendo esto, sale de la habitación y ya afuera agrega—El desayuno está listo, pueden bajar cuando quieran. 
—Madre mía, qué vergüenza —dice Jenny sin salir de debajo de las sábanas.
—¿Ahora tienes vergüenza? —la pincho con un dedo por las costillas, sonriendo—. Porque anoche no te importaba despertar a los vecinos con tus gemidos.

Me da un pequeño golpe en el brazo y se levanta de la cama para vestirse. Cuando estamos listos, luego de varios intentos, logro convencer a Jenny de que se quede a desayunar y le prometo que luego la voy a llevar a casa. Cuando llegamos a la cocina, para mala suerte de ella, está toda la familia. Mi madre y mi padre se miran entre sí y mi hermana, al ver la cara de asombro de ambos, se gira para ver a qué se debe. Cuando ve a Jenny se acerca, la abraza, la besa y le da los buenos días. La vergüenza de Jenny desaparece por unos minutos, mientras observa a mi hermana con ojos de cariño. Todos los demás nos quedamos asombrados ante este acto de cariño que mi hermana ha realizado, por lo que mi madre pregunta:

—¿Vosotras os conocéis?
—Sí —dice mi hermana—. ¿Recuerdas mamá que te había contado que hace unas semanas unas chicas me estaban molestando y otra chica de último año me defendió y desde entonces pasa tiempo conmigo todos los días hablando de literatura? Bueno, esa chica es ella, Jenny.
La mirada de mi madre se endulza al escuchar que Jenny había ayudado a mi hermana y el ambiente deja de estar tan cargado.

—Bueno, no se diga más. Sentaos a desayunar.

Nos sentamos todos a la mesa y tenemos el desayuno como si fuéramos una gran familia. Al terminar, Jenny se despide de todos, montamos en mi coche y la llevo a su casa. Paro el coche frente a su casa y, antes de que ella se baje, la tomo por el brazo y la obligo a mirarme para decirle, muy cerca de su boca.

—Anoche la pasé muy bien contigo, me encantaría volver a verte —y, antes de que diga nada, la beso con ternura.
Unos golpes en la ventana del coche interrumpen nuestro beso. Alzo la mirada y veo a Érica.




Holaaaa espero que disfrutarán el capítulo,  lamento que sea tan largo , pensé en cortarlo pero no encontré dónde sería mejor , así que lo dejé así

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Holaaaa espero que disfrutarán el capítulo,  lamento que sea tan largo , pensé en cortarlo pero no encontré dónde sería mejor , así que lo dejé así.  Buenos nos vemos pronto . Un besote y hasta pronto .

 Un besote y hasta pronto

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