Capítulo 7: La confesión

172 19 10
                                    


Jenny

Joder con mi hermanita, no se pierde una”, me dijo mi subconsciente.

—Buenos días, Érica —saluda Dani, como si aquella situación fuera la más normal del mundo.
—¿Buenos días? ¿Te parece que son buenos para mí? —le pregunta mi hermana cabreada.
—No entiendo por qué no lo pueden ser —responde muy calmado.
—Mi madre lleva la noche en vela preocupada porque la niñita de la casa no llega, por lo que no me dejó dormir tranquila. Siento un coche llegar y salgo, pensando que es ella en un taxi, y me encuentro con la sorpresa de que mi hermana y mi chico están liados. ¿Cómo crees que voy a tener un buen día?
Dani, al concluir mi hermana con su discurso, se pasa la mano por la cabeza, despeinando su cabellera negra. Suspira profundo y, volviendo el tono de su voz más serio, le espeta: 
—Siento mucho que tu madre se haya preocupado porque Jenny no llegó a casa y por tanto que no te dejó dormir, pero permíteme aclararte una cosita —y, alzando el tono de su voz, agrega—: YO NO SOY TU CHICO. Entre nosotros solo hubo sexo, como el que tengo con todas, las relaciones nunca fueron lo mío —y, antes de que pudiera continuar diciendo algo más, yo le interrumpí.
—Ya me quedó claro lo que quieres decir —le dije, mientras me bajaba del coche—. Lo nuestro solo fue buen sexo, como con todas —y luego, mirando a mi hermana, agregué— y no se va a repetir.

Les di la espalda a ambos y entré en casa. A lo lejos podía escuchar su voz llamándome, pero no me importó, no me detuve hasta que estuve acostada en mi cama, donde me sentía segura. No tenía muchos deseos de conversar con mi madre ni con mi hermana, así que decidí que lo mejor sería pasar el día fuera de casa.

Entré al baño, tomé una ducha, cogí lo primero que vi (unos vaqueros, una camisa sin mangas y mis tenis Adidas), tomé el móvil para decirle a Josy que iba a su casa pero que no tenía batería, agarré las llaves de mi moto y salí para casa de mi amiga. En unos minutos, ya estaba tocando su puerta. Salió a recibirme su madre, era una mujer alta, morena, con una gran sonrisa y ojos muy tiernos. 

—Buenos días, Jenny —me saluda—. Hacía tiempo que no te veía, ya apenas nos visitas. Pero pasa, ¿qué haces aún en la puerta?
—Buenos días, estuve un poco liada con la escuela, por eso no había venido. ¿Josy está?
—Sí, están en su habitación. Llegaron un poco tarde anoche.
—¿Están? —la interrogo.
—Eli vino anoche con ella y se quedó a dormir.
—Ah, okey.
Aquello era algo muy habitual en nosotras. Siempre nos quedábamos en alguna de nuestras casas todas juntas, así que no me sorprendió.
—Sube, deben estar durmiendo. De paso diles que bajen a desayunar, que yo tengo que salir, pero les voy a dejar todo listo.

Asentí con la cabeza y subí al cuarto de mi amiga, abrí la puerta y entré. La vista me tomó por sorpresa, todas las prendas de vestir de ambas estaban tiradas por el suelo y encima de la cama estaba Josy desnuda, mientras que sobre ella se encontraba

Eli, que tenía su boca sobre uno de sus senos, mientras que con una mano le introducía dos dedos. Josy gemía de placer y, sin notar mi presencia, Eli retiró su boca del seno y bajó hasta su sexo, mientras comenzaba a pasarle la lengua y Josy ponía sus manos en sus cabezas, enredando sus dedos en su cabello. Las interrumpí. 

—Jooodeeer —dije y luego me alejé de allí confundida.

Salí de la casa, me monté en mi moto y manejé sin rumbo durante una hora. Pensé en ir a casa de Isy, pero, la verdad, no sabía si me iba a encontrar con otra sorpresa, así que lo mejor era estar sola. Luego de pensarlo un rato, fui al único lugar donde me podía sentir bien.

Al llegar a la pista de carreras tuve la suerte de que estaban preparando una competencia. Busqué a Dylan y le dije que quería participar. Este, sin ningún problema, aceptó y me mostró algunas motos para que escogiera con cual correr. Capturó mi atención una Honda CBR1000RR SP de color Negro Ballistic Mate Metalizado y la escogí como mi compañera. Esperé a que los otros participantes estuvieran listos y luego entré al circuito. Al sentirme sobre aquella moto la adrenalina comenzó a subir, mi cuerpo se preparó y, luego del disparo que anunciaba la salida, aceleré la moto.

Salí en tercer lugar. Mientras manejaba me sentía diferente. El fuego de la carrera no me permitía pensar en nada más. En la primera vuelta quedé en segundo lugar y las otras cinco pasé codo con codo con la otra moto, hasta que en la última vuelta las palabras de Dani me retumbaron en la cabeza. “Chica tortuga”. Aceleré a fondo y terminé en primer lugar.
Pensaba que competir cambiaría mi ánimo y mi estrés podría disminuir, pero me equivocaba, seguía estando de igual humor. Salí del circuito y me dirigí a un bar que había cerca. Estaba en una especie de muelle, era todo muy elegante y con una bella vista. Me senté en una mesa que estaba más cerca del agua y pedí una cerveza.

Allí sentada, sola, decidí aclarar mis ideas. Me encontraba de muy mal humor, pero no era por lo que había descubierto de mis amigas. Me enfadaba que no tuvieran la confianza suficiente para decírmelo, solo eso. En el fondo me alegraba por ellas, solo sentía un poco de dolor por su falta de confianza hacia mí.

Entonces, evidentemente, lo que me incomodaba era Dani y sus últimas palabras. No podía entender por qué razón me dolían tanto aquellas palabras. Seguí bebiendo para pensar con más claridad. Dos, tres, cuatro… y aún no podía entender por qué me afectaba aquello si yo siempre estuve de acuerdo con eso del “sexo sin ataduras”. Follar sin amar siempre fue mi lema.
“Creo que la cerveza no está ayudando, necesito algo más fuerte”.

—Un whisky doble, por favor —le pedí a un chico con uniforme.

Después de terminar el vaso, noté que mi noche con Dani no había sido como cualquier otra. Había disfrutado como nunca. Sus besos, su piel, la manera en la que su lengua me hacía gemir… Dios, ahora todo estaba claro. Yo no quería que fuera sexo de una sola vez, yo quería repetir. Quería volver a ser suya, quería volver a estar entre sus brazos y sentir su dulce aroma.
“No, Jenny, no. Deja de pensar en él. Tienes que olvidarlo”. Y para aliviar las penas bebí, bebí y seguí bebiendo. Conversé con un chico chulo en el bar y luego me desmayé…

Amor Sobre Ruedas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora