CAPÍTULO CUATRO

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THOMAS

El calor se apodera de mi cuerpo ocasionando que abra los ojos y me de cuenta de que tengo un cuerpo subido encima. Lo quito de inmediato tirándolo al otro lado de la cama y empiezo a vestirme mientras escucho los gruñidos que hace una persona cuando está a nada de despertarse.

— ¿Thomas... a dónde vas?

Volteo un poco mi cabeza para ver de reojo a la morena de cabello lacio que se tapa con la sabana mientras me abotono el pantalón. No le respondo y me sobresalto cuando me abraza por alrededor de mi abdomen tratando de llevarme hasta ella.

— ¿Qué haces? —Quito sus brazos dándome vuelta hacia ella viendo la confusión en sus ojos, si supiera que no es la única.

­— ¿Por qué te vas? —me pregunta antes de levantarse aún con la sabana alrededor de su cuerpo—, pensé que...

— ¿Qué pasaría la noche contigo? —frunzo el ceño terminando la frase que sé iba a decir—, no, nunca.

Tomo la camisa blanca y me la coloco siguiendo con los zapatos.

—Parece ser cierto lo que tienes tatuado a la izquierda de tu pecho.

Esas palabras me hacen volver a ver ese tatuaje; There is nothing here.

Suspiro por lo bajo terminando de ponerme los zapatos y salir de su habitación sin siquiera volver a verla. No me escabullo de su casa e incluso veo a sus padres alarmarse cuando me ven bajando las escaleras.

— ¿Quién eres tú? —Pregunta la madre con preocupación.

— ¿Qué hacías en la habitación de Angela?

El padre se me pone en frente y una sonrisa ladeada se apodera de mis labios antes de responderle;

—Follar con ella—pongo mi mano en su hombro viendo el asombro en su rostro—, buenas noches.

Paso por el lado de ambos, salgo de la casa sintiendo el frío, saco mi celular y me doy cuenta que son pasadas de las diez de la noche, hora perfecta para sacar el cigarrillo de tabaco que tengo en la bolsa de atrás y encenderlo. Meto mi otra mano en la bolsa de mi pantalón y camino por las aceras del pueblo rico en el que me vine a meter solo por follar con alguien más.

Tras caminar más de media hora llego a la entrada de la ciudad en donde se ven pocos autos circulando, moribundos pidiendo limosna y otra gente que se apresura en llegar a casa.

Yo me enfoco en llegar a un McDonald's para pedirme un helado y un combo de hamburguesas siendo este mi snack de la noche, camino una cuadra para llegar al parque y relajarme mientras me lleno con la comida.

— ¿Un centavo?

Vuelvo a ver al señor con bastón que se me pone en frente estrechándome la mano esperando a que le de lo que me pide.

— ¿Sólo uno?

Busco entre mi bolsa y saco las monedas que me quedan y se las doy todas, el señor me sonríe y me agradece como si fuera un Dios antes de desaparecer de mi vista.

Tomo la segunda hamburguesa y antes de darle el primer mordisco escucho como me suena el celular obligándome a voltear los ojos y responderlo de mala gana.

— ¿Qué quieres Ian?

— ¿Dónde estás?

—En el parque que está a una cuadra de McDonald's, ¿por qué?

Cuelga la llamada y no me estreso en volver a llamarlo, más bien meto mi celular a la bolsa y empiezo a devorar la hamburguesa, cuando termino sigo con el helado que me pone a sentir más frío, pero que sin embargo me gusta.

VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora