VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].

CAPÍTULO VEINTIOCHO

Maestro vs alumno.

LILY

Qué lindo es vivir en una mentira, en una ilusión, en un mundo alterno en donde pasa todo lo que quieres que pase, donde escuchas lo que deseas escuchar y pasa lo que quieres que pase, casi como un sueño en el que luego despiertas para darte cuenta de que nada es verdad, o la mayor parte de los acontecimientos.

Yo le estoy mostrando exactamente lo mismo que él me mostró a mí.

Con la gran diferencia de que esto nunca lo va a saber, nunca va a saber que toda mi lloradera y pedidera de cosas fue pura manipulación para terminar el juego que empecé aquel día en el bar para obtener lo que quería.

La verdad, o una parte de ella.

La otra parte ya me la dará San mañana, porque hasta el ser más estúpido sabe que él fue parte de todo lo que pasó.

— ¿Y qué te gusta ahora? —Me pregunta caminando nuevamente a su casa.

—Me gusta todo lo que un día odié.

Manipular, jugar con la mente de las personas, salirme con la mía, jugar sucio.

— ¿Te refieres a las fiestas, alcohol, divertirte más en ese mundo lleno de cosas "ilegales"?

—Exactamente.

Río mentalmente mientras le doy una sonrisa, porque no puedo creer que logré manipularlo, logré bajarle la guardia al más maldito de todos al punto en el que ahora está más allá de la palabra vulnerable. Y no quito crédito de que tuve que expresar lo que sentía para lograr que me dijera la verdad, pero él también o está muy pendejo como para creerse que lo perdoné así porque así, aunque... sí fue así, pero tendré mi razón para haberlo hecho.

—Voy a llamar un Uber—le aviso cuando pisamos su casa—, ya no tengo pastillas para mañana y eso me obliga a regresar a la mansión.

No dice nada, pero eso es suficiente para deducir que odia el que diga que tengo que volver a la casa en donde están los seres que él odia, aunque eso a mí me vale mierda.

Estoy en ese momento en donde internamente me siento como una puta reina, no sé si por pensar que lo tengo a mis pies o porque por primera vez lo hice quedar como estúpido frente a mis ojos, ignorando por completo la palabra amor que sólo él me despierta.

—Estará aquí en dos minutos—le aviso rodeándole la nuca con mi brazo deleitándome con lo suave de sus labios—, ¿algo que quieras decirme antes de que me vaya?

—Sólo te recuerdo que nadie te puedo tocar—su mano desciende por encima de su camisa, terminando en mi cuello obligándome a retroceder hasta quedar contra la pared—, y que estamos en eso pendejo de conocernos.

—Ajá—sus ojos color miel hacen contacto con mis labios, se lame los suyos antes de volver a besarme mordiéndomelos con ese toque sexoso que me calienta, su otra mano me roza por encima de la tela mi intimidad logrando que descargas eléctricas me recorran todo el cuerpo y terminen en dicha zona produciéndome humedad—, no...

­—Y no va a pasar—se va a mi cuello y lo recorre todo con su lengua terminando en el lóbulo de mi oreja—, cuídate.

Vuelve a verme y mi expresión lo hace reírse.

—Ya el Uber hizo presencia con su bocina molesta, vete.

Me da espacio para que empiece a caminar a la salida, me toma por sorpresa dándome una nalgada que me deja ardiendo mi pobre nalga.

—Algún día voy a follarte por ahí.

— ¡Ja! En tus sueños—abre la puerta de la casa abriéndome paso para ver el auto color rojo que me espera, me volteo para verlo y con discreción me acerco a él, le doy un beso en la mejilla y pongo mi mano sobre la tela que cubre la polla que amo—, si te tocas piénsame—susurro contra sus labios—, hasta eso te prohíbo, que te toques pensando en otras.