THOMAS
— ¿A dónde vamos?
—Dime tú.
Le respondo. Laila y yo decidimos abandonar la mansión y ahora simplemente caminamos por las aceras con las calles totalmente vacías, las luces de la ciudad alumbran la noche dando un escenario... bonito.
De vez en cuando la veo de reojo impresionado por la belleza en la que se convirtió, es que me parece increíble el tiempo que ha pasado desde que la vi por última vez.
Cuando éramos niños solíamos ver películas juntos mientras comíamos palomitas, reírnos de cosas tontas, jugar con juguetes de ella e incluso a veces los inventábamos con rocas, arena, pedazos de ramas o cualquier otra cosa.
La mente de los niños es tan brillante...
Pero esa mente se esfuma cuando nos volvemos adolescentes, nos empezamos a formar y también la gente nos ayuda en ese proceso, creándonos inseguridades, también de cierta manera un escudo de protección, e incluso eso llamado... doble cara.
Pensamientos como el anterior me hacen creer en mi teoría de que nosotros cuando morimos no vamos a ningún infierno, porque el infierno es la tierra.
Siempre se ha hablado del infierno como un lugar en donde castigan, hieren, en donde las personas sufren quemándose.
¿Y qué pasa en la tierra?
Exacto, todo lo que describen como el infierno.
—Mis padres no están en casa, podríamos ir allá.
La vuelvo a ver y me sonríe de boca cerrada pero sin embargo no expresa felicidad, es más como una sonrisa pícara en donde también una de sus cejas se levantan dando ese toque de curiosidad.
—Por tu expresión...
—No me malentiendas Thomas—se pone al frente de mí, cruza sus brazos y se prepara para hablar—, soy coqueta, soy ardiente e incluso te afirmo que soy uno de los seres más pervertidos en este mundo, pero eso no significa que...
— ¿Segura? —La interrumpo dándole una sonrisa torcida y una mirada con los ojos un poco entrecerrados.
Suspira dejando ver su sonrisa, se acerca a mí y lleva una de sus manos por detrás de mi cabeza acariciándola mientras se acerca demás a mi cara. No la detengo, al contrario, la observo con más detalle; los ojos, la nariz, los labios, los dientes perfectos, llegando al punto en el que incluso me lamo los labios cuando siento que los suyos están a nada de chocar con los míos, cierro mis ojos esperando por lo que se viene sintiendo su respiración, percibiendo su aliento.
—Sé quién es Lily, sé que estás enamorado hasta los huesos, incluso estoy casi segura de que como hombre despechado has follado con muchísimas tratando de reemplazarla—abro mis ojos topándome con la decepción clara en sus ojos, mientras que yo lo que estoy es sorprendido y de cierta manera un poco... irritado—, y ajá, es inevitable que no te haga la maravillosa pregunta de ¿para qué negarte que estás como para cinco polvos seguidos Thomas?
Quita su mano, da unos pasos hacia atrás y se me queda viendo, y yo sin poder decir nada mantengo el contacto visual.
—Pero hay dos "porque", de por qué tus encantos no funcionarían conmigo—sonríe y esta vez se le ve un hoyuelo—, uno, porque no eres mi tipo y dos, porque tengo dignidad y primero muerta antes de que alguien folle conmigo mientras su mente está pensando en otra, al igual que su corazón y sobre todo, su miembro.
— ¿Cómo sabes de ella? —Le pregunto sin poder ocultar lo que ese nombre me produce, y en esta ocasión es repulsión y asco. Aparte de que la curiosidad me puede más, tanto así que me doy cuenta de que es en lo único en lo que me enfoco.
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VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].
RomanceDos años han pasado desde el acontecimiento de Lily y Thomas, dos años en los que no se han vuelto a ver la cara, dos años en los que Lily cambió no solo físicamente, sino también mentalmente, y eso también implica el que su manera de pensar cambiar...