CAPÍTULO VEINTISIETE

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LIBEROSIS

THOMAS

Mis ojos se abren mostrándome el tejado de casa, siento peso en mi brazo y por ello volteo mis ojos a él, topándome con la imagen de Lily Meinster totalmente dormida.

Le tomo un mechón de cabello y se lo quito de la cara, ella empieza a abrir los ojos y cuando termina de hacerlo simplemente se levanta confundiéndome.

—Pensé que no lo harías.

Me confunde aún más sus palabras al punto en el que me siento sobre mis rodillas sobre la cama y poso mis manos en sus hombros y las paso por la piel de sus brazos.

— ¿Qué no haría qué?

—Traerme a dormir contigo—vuelve a verme sobre su hombro con una mirada totalmente fría—, esto está mal—quita mis manos de sus hombros—, eres mío para follar, no para cosas románticas ni cuentos de fantasía, ¿qué te pasa?

Otra vez...

— ¿Entonces me quieres decir que tengo la libertad de crearme cosas románticas y de fantasía con cualquier otra persona? —relaja su rostro cuando escucha mi pregunta la cual tenía como meta que lo hiciera—, qué rápido se te cae la máscara.

La abrazo y me dejo llevar con ella hacia atrás, quedando otra vez acostados con ella encima de mí. Escucho como llora y esta vez no entiendo por qué.

— ¿Qué te pasa?

—No quiero...

Cambio papeles poniéndome encima de ella, la imagen de como llora se me graba en la cabeza.

— ¿Qué no quieres?

—Ser débil, no quiero volver a ser débil contigo porque sé las consecuencias que trae y ya tengo suficiente—se quita las lágrimas y deja salir un suspiro cargado de frustración—, cuando te veo observo al ser que me mueve el piso, que me acelera el corazón como una estúpida adolescente—mi pecho se aprieta y siento que se me eriza el vello de la piel al escucharla—, a esa adolescente que confió ciegamente en el ser que le mostró un mundo de romance y fantasía para luego follarse a su ex mejor amiga y a otra chica.

No me doy cuenta y solo percibo cuando una lágrima por mi parte cae sobre su mejilla, el que me lo recuerde me hace sentirme tan miserable y tan estúpido, porque sí, fue chantaje pero odio el que yo lo haya disfrutado, odio el que la razón por la que lo hice sea tan estúpida y que por ello no la quiera recordar.

—Tenía 17...

­—Tenías una máscara, querías ser el ser perfecto, el que hace todo perfecto—se impulsa con sus manos hacia mí, su mirada hace el contacto perfecto con la mía y me preparo para lo que sé me va a pedir—, dime la razón, ya pasaron dos años, quiero la razón, la necesito para seguir con esto que no sé lo que es.

Perdóname...

— ¿Qué qué es esto? —sus ojos se humedecen otra vez—, un juego sexual, eres mía hasta que me canse y yo soy tuyo hasta que tú te canses, eso es lo que es.

—Entonces me hubieras dejado en el bar a mi suerte, no te hubieras tomado el tiempo de esperar a que todos salieran de una puta mansión para entrar a acecharme, no me hubieras llevado a un hospital cuando me intoxiqué—me toma por sorpresa agarrándome del cuello con ambas de sus manos, cae contra la cama y lucho por segundos para no caerle encima—, si fuera un simple juego sexual no te importaría nada de lo que yo haga.

—Cállate Lily...

Se lo imploro, se lo suplico porque no quiero decir nada.

— ¿Me pides que me calle cuando me muestro? ¿Querías a esta Lily y ahora quieres callarla? No tengo ninguna máscara puesta ahora, quiero saber por qué lo hiciste, eso es lo único que quiero.

VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora