CAPÍTULO SEIS

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LILY

Sábado.

La semana se pasó más rápido de lo que imaginé, a decir verdad, la casa está totalmente adornada dentro de lo que cabe para los seres con los que convivo, pusieron luces led o más bien, ordenaron que pusieran luces led en toda la casa, en la sala de estar hayuna gran bola de disco, los muebles y demás cosas fueron trasladadas a un garaje que hay en la parte de atrás dejando solo el sofá y algunas sillas. Las cosas de valor también fueron guardadas dejando un inmenso espacio en la casa que hace que se vea como lo que según yo, ellos planearon.

Una discoteca, una zona para hacer cosas prohibidas, una zona en donde vienes a volverte loco.

—Vamos que no tenemos todo el día.

Habla San llamándome a mí y a los demás para ir por todo el alcohol. Salimos de la casa y cada quien se sube en su respectivo auto como siempre. Yo decido irme con San en tanto veo mi celular dándome cuenta de que el rumor fue más allá y que gracias a eso han creado alrededor de diez grupos en donde hay más de 200 personas en cada uno, definitivamente esto se salió de control.

Pero bueno, he de admitir que ya me he acostumbrado a todo esto y le he tomado el gusto, aparte de que con el tiempo han cambiado mis gustos y mi manera de pensar.

San se enfoca en conducir alrededor de cuarenta minutos ya que para él tener el mejor alcohol es primordial, porque si la gente viene a su mansión, tiene que irse satisfecha aparte de que su sola apariencia no le permite decepcionar con tragos basura.

—Diablita.

Me llama y le pego en el brazo ocasionando que se ría.

—Diabla preciosa.

—Ángeles griegos.

Él me entiende, porque su disfraz es simplemente un traje negro al igual que el de los demás simbolizando los ángeles caídos.

No he tenido la oportunidad de verlos, así como tampoco ellos han tenido la oportunidad de verme a mí con el disfraz puesto pero todos ya nos dijimos de qué vamos.

San estaciona el auto, lo rodea para abrirme la puerta, estrecha su mano y la tomo para salir, pronto escucho los demás motores que se apagan en cuestión de segundos y seguido percibo como cierran las puertas poniéndoles la alarma.

Entramos a la maravillosa zona de licor que hay en el centro comercial al cual siempre venimos para este tipo de cosas, los chicos se dispersan y yo me voy por mi bebida favorita, que de hecho fue el primer alcohol que tomé.

Smirnoff de sabor guarana.

Tomo lo necesario y me acerco a San quien tiene el coche para echar todo. No me sorprendo cuando veo el montón de ron, whiskey, cervezas, entre otras cosas que no me tomo el tiempo de ver. Seguido viene Abraham con más, luego Mauricio, Jean y Dawson.

Río internamente porque parece que llevamos toda la tienda.

— ¿Cuándo repetimos?

Me susurra Abraham poniendo sus manos en mis hombros desde atrás, volteo un poco mi rostro y me pierdo en sus ojos, me muerdo el labio inferior y le sonrío con picardía.

Desde que pasó lo que pasó nos hemos vuelto más cercanos, compartimos más cosas, pero solo nosotros tres, San, Abraham y yo.

—Pronto.

Le respondo alejándome de él acercándome a la caja donde están pasando todo, me pongo al lado de San y enarco mis cejas cuando saca 600 dólares, esa cifra me hace volver mi vista a la pantalla para ver que va a pagar exactamente 589 dólares.

VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora