CAPÍTULO VEINTIDÓS

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Epifanía.

LILY

Llega el sábado y alisto las maletas desde temprano, desayuno con mamá y papá, paso un rato hablando con ellos de cosas aleatorias, mamá me menciona la universidad y, a decir verdad, ahora sí me empiezo a emocionar por la nueva etapa que se viene a mi vida, aparte de que soy afortunada en que mis padres apoyen a la totalidad lo que quiero estudiar, lo que quiero llegar a ser.

Paso un rato más con ellos hasta que son pasadas de las doce del día porque no quiero irme sin antes despedirme realmente de mis hermanos y mi hermana lográndolo y sintiendo que ahora sí estoy completa para irme a la mansión.

Papá se encarga de llamarme el Uber, mamá me da palabras divinas y mis hermanos me dan abrazos. Cuando llega el Uber nos damos un abrazo familiar antes de que yo me suba al auto y empiece mi recorrido hasta la casa de los millonarios.

El tiempo se me pasa volando gracias a que escucho música en el camino, e incluso vuelo mentalmente a mi libro favorito y empiezo a maquinar escenas del mismo, hasta que el auto se detiene dándome a entender que ya he llegado.

Bajo del mismo y el conductor me ayuda con las maletas, le doy las gracias y seguido de ello entro a la mansión, encontrándome primero con San, luego con Dawson quien tiene una cerveza pegada a la boca dándole un gran trago. Cuando notan mi presencia me saludan y yo les devuelvo el saludo pasando directo a subir las escaleras para llegar a mi habitación y empezar a acomodar todo, me cambio la ropa que traigo por una camisa holgada color verde pastel que me queda bastante larga quitándome la necesidad de usar short o pantalón.

Una vez que tengo todo en su lugar me digno a bajar, encontrándome ahora con todos en la sala entre risas.

—Qué felices andamos hoy.

Digo para que todos me escuchen captando por completo su atención, al primero que saludo es a Jean con un beso en la mejilla, choco puños con Mauricio y Dawson, al siguiente que saludo es a San con un abrazo y un beso en la mejilla al igual que a Abraham para luego decirme y sentarme en medio de ambos.

— ¿Cómo te fue? —Me pregunta Abraham.

—Excelente.

—Fueron largos días, ya hacías falta.

Habla Jean, le tiro un beso y él simula que lo toma en su mano llevándoselo directo al corazón, qué lindo.

— ¿Y ustedes, ¿cómo la pasaron estos días?

Les pregunto y Abraham deja salir un suspiro, San le sigue, Mauricio sonríe con felicidad, Dawson se encoje de hombros y Jean, pues Jean lleva un trago de lo que sea que esté tomando a su boca.

—Intensidad, golpes—empieza Abraham y señala a San, haciendo que mi vista se vaya directo a él para percatarme de cómo tiene la nariz—, polvos, muchos polvos—puedo escuchar la impresión en su voz cuando dice eso—, un ser que por fin superó a la tal Laila—ahora vuelve a ver a Mauricio—, Jean jugando videojuegos y dándose sus tragos—lo señala—, y el otro que pues creo que no se vale de mierda él mismo porque no puede, dándose él mismo amor, todo el amor que siente se lo da él mismo—. Termina señalando a Dawson.

— ¿Quién te hizo eso San?

Me levanto del sofá caminando con anticipación hacia él.

—Estoy bien, sólo fue un golpe y aparte ya tiene días.

Tomo asiento y me acerco de más a su cara para ver el golpe que hace que mi sangre hierve en cuestión de segundos.

—Pregunté quién te lo hizo, no cómo estás.

VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora