CAPÍTULO DIECISÉIS

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LILIPENDO

THOMAS

—Son las 4:30am.

Verbalizo mientras ella está fija viéndome desde hace rato, le pusieron más suero y creo recordar que el doctor le dijo que la vería a las 7:00am.

No he sido capaz de hablarle después de lo que pasó, no porque me arrepienta de ello, sino por lo que me atreví a decirle mostrándome vulnerable.

— ¿Te vas? —Me pregunta y eso me hace alzar la mirada para verla.

—Sí—me levanto de donde estoy y camino hacia ella, saco mi celular y se lo doy—, llama a algún familiar, no creo que quieras...

—No voy a llamar a ningún familiar—empieza a marcar un número—, voy a llamar a San.

Trato de quitarle el celular de las manos pero ella me quita y eso me desconcierta, ¿qué mierda le pasa?

— ¿Qué? ¿lo odias tanto como para ni siquiera ver su número de teléfono?

Le da llamar y me sorprendo cuando le responde, quién sabe qué se tomaron para que se les bajara el alcohol tan rápido, sin embargo, no me quedo porque el simple hecho de saber que habla con él me da asco, repugnancia y cólera, así que salgo de la habitación dirigiéndome a la sala de espera dispuesto a comprar algo de comer en un pequeño puesto que tienen aquí.

Me decido por unas galletas y un refresco, devolviéndome de inmediato a la habitación suplicando que ya haya terminado la llamada, y efectivamente lo hizo.

—Te borré el número para que... te sientas mejor.

El tono sarcástico que deja salir me hierve la sangre y se me pone peor por la actitud con la que me da el celular.

—Estará aquí antes de las seis, no sé si quieras verlo.

Respiro, y cuento hasta diez en mi mente mientras la veo, decidiéndome a nuevamente poner mis brazos a sus costados quedando sumamente cerca de su boca, deleitándome con esos ojos que me despiertan muchísimas cosas.

— ¿Por qué eres así? —Le pregunto dejando que la cólera salga a luz teniendo por resultado que ella alce una de sus cejas dándole ese toque de superioridad a su mirada—, ¿quieres que te recuerde lo que quiso hacerte?

—Claro—se encoje de hombros, siento sus manos deslizarse por mis brazos hasta posarlas encima de mis hombros—, pero luego me dejas recordarte lo que me hiciste tú.

Le sonrío dejando que una risita se me escape, luego me muerdo el labio inferior ladeando la cabeza sin dejar de verla.

—Déjame tomo ventaja y te repito las palabras que te dije cuando pasó eso que hizo que mi máscara se te traspasara como un veneno—mis palabras al parecer no le afectan y eso me hace sentirme estúpido—, "todo tiene una explicación..."

—No la quiero.

Me responde sin dejarme terminar.

—Qué bueno, porque justo eso te iba a decir—me apoyo en una de mis manos mientras la otra la dirijo a su rostro pasando mi índice por su cara—, no la mereces y por lo tanto no la tienes, y tampoco la vas a tener—una sonrisa ladeada se apodera de mis labios y ella ahora es la que endurece el rostro­—, te sales nuevamente con la tuya, felicidades Lily.

—Muchísimas gracias—. Se atreve a tomar mi rostro y la veo preparar los labios pero con lo que ella no contaba es que le iba a quitar la mano ganándome la mirada más confusa que he visto en mi vida.

—No Bella—quito mi mano de la suya—, yo sí tengo dignidad.

Remarco dicha palabra y sé que entiende el doble sentido de mi frase porque por fin puedo ver cómo sus ojos se humedecen.

VOLANDO ENTRE LO AMARGO. Libro 2. [En edición].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora