3

63 13 7
                                    

Lancé el anzuelo al lago, al igual que Daniela, con la esperanza que algún pez tomará la carnaza. Llevábamos más de tres horas pescando y no había atrapado ninguno, no era mi día de suerte, mi padre ya había sacado tres, mi tío cinco y Daniela siete.

En mi mente me vino las imágenes de lo que sucedió en la madrugada, el libro apareció en la habitación, como si se tratara por arte de magia, solo había sido un sueño y no le tenía que dar mucha importancia.

—Al parecer hoy no es tu día de suerte —dijo mi padre al acercarse.

—Lo sé, creo que los peces no quieren ser atrapados.

—Creo que solo contigo, Daniela es la que más ha atrapado. ¿Qué sucede?, ¿Es por lo de tu amigo?

—Solo estoy preocupado por él, me pregunto si se encuentra bien o en donde está —dije, mirando el agua, no le quería contarle sobre lo del libro, estaba seguro que se había tratado de un sueño.

Él prendí un cigarro, a mi madre nunca le agrado la idea de que mi padre fumará, y más si estaba cerca de mí.

—Sebas todo estará bien.

—Todos dicen eso, pero es como si no lo cumplieran, como si se estuvieran engañando todo el momento.

—Pero lo único que se puede hacer en estos casos es esperar y tener esperanza.

Esperanza, es lo que me han estado repitiendo una y otra vez, pero en este punto ya se había esfumado.

Cuando terminamos de pescar, regresamos a la cabaña a preparar la cena, mi padre se encargó de prender la fogata, pusimos algunos pescados ya limpios encima de una parrilla.

Todo era tranquilo, en el cielo ya era notable el color rojizo de las nubes cuando empezó a atardecer, aunque había un poco de viento, no hacia frio.

—¿Han escuchado sobre la leyenda de Kisin? —Preguntó mi tío al sentarse cerca de la fogata.

—No —contestamos al mismo tiempo Daniela y yo.

—Es una leyenda urbana de la región, ¿Cómo es posible que no la conozcan? —Nos Preguntó.

—Tal vez sea una leyenda muy antigua —contestó Daniela.

—¿Nos estas diciendo viejos? —Volvió a preguntar mi tío con los ojos entre cerrados.

—Yo no dije eso, estas poniendo palabras en mi boca.

—¿Y de qué trata esa leyenda? —Pregunté con curiosidad.

—Se dice que, en toda la región Sur, era gobernada por Kisin —comenzó a contar, los tres pusimos atención, en especial mi prima y yo—, se dice que él en realidad era un demonio que vino a la tierra para llevarse las almas de las personas. Primero las drogaba para que fueran sus sirvientes, después las mataba para apoderarse de sus almas, hasta que, en una ocasión, los habitantes se dieron cuenta, pero cuando fueron a su casa ya no se encontraba.

—Muchos dicen que es posible que se esté escondiendo en el bosque —comenta mi padre, mientras les daba vuelta a los pescados—, y que en cualquier momento volverá a vengarse por lo sucedido. Las personas, en especial los ancianos, todavía lo creen, es por esa razón que se pone una cruz de Yul para que el demonio no pueda entrar a las casas.

—¿Han visto las figuras que hay en cada entrada de los pueblos de la región? —Preguntó mi tío, asentimos con la cabeza —. Se cree que con esas figuras se protegen los pueblos para que no vuelva.

—Es algo estúpido —dije, es absurdo lo que decían—, no creo que con figuras en la entrada de cada pueblo no pueda entrar, si se puede cruzar por el bosque.

DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora