—Pero que mierda —maldijo Alberto.
Agarró las rocas que se encontraban adentro del ataúd y las aventó hacia fuera, mientras que yo abrí la otra parte e hice lo mismo, moví lo que había adentro, aquello nos dejó sorprendidos. No había ningún cuerpo, solo rocas, todo ese tiempo fuimos engañados.
—¿Quién chingados entierra un montón de piedras? —Preguntó Alberto enojado, ni Danna ni yo contestamos, solo miramos como se pasaba los dedos por el cabello con frustración.
Volví a mover las piedras, pero es más que evidente que no había nada más, todo eso era muy raro, la misma pregunta que tenía Alberto también me lo hacía, ¿Quién enterraría un montón de rocas?, era probable que fue el señor Francisco, que solo los puso para que al momento del entierro pensaran que había un cuerpo dentro, y por esa razón no abrieron el ataúd para que pudiéramos verlo en el velorio.
—Chicos —volteamos a ver a Danna quien se había quedado arriba de nosotros para que nos iluminara—, creo que tenemos compañía.
Al escuchar eso, un escalofrío recorrí mi cuerpo, Alberto al ser más atlético que yo, pudo salir del hoyo más rápido, cuando logré salir vi lo mismo que ellos, había unas clases de sobra, como las que nos habíamos visto Alberto y yo en el bosque.
—Vámonos —dijo Alberto antes de correr.
Así que seguimos al castaño, al correr en un panteón en plena oscuridad era de lo más difícil de lo que uno se imagina, nos subimos en ocasiones en algunas lapidas, estaba a punto de caer en varias ocasiones, pero lo que más me sorprendió, fue que Danna lo hacía con tanta agilidad, a pesar de que traía puesto tacones.
Al llegar a la barda nos detuvimos, era un poco más alta por dentro que por fuera.
—Tu primero Danna —dijo Alberto un tanto agitado por haber corrido.
—¡¿Qué?!, ¡No!, tengo vestido me van a ver —dijo Danna.
—Vamos Danna, prometemos no ver.
—Nos están alcanzando —dije, al ver como aquellas sombras se acercaban a nosotros cada vez más.
—Está bien, pero si me ven, prometo que los golpeó —nos amenazó después de pensarlo por algunos segundos.
Al estar la chica arriba, Alberto me ayudó a subir, cuando le tocó a él, le ayudamos. Dimos un brinco, pero al momento de caer, Danna se lastimó el tobillo, así que entre Alberto y yo le tuvimos que ayudar a llegar al auto.
Me subí en la parte trasera junto con Danna, a comparación de la vez del bosque, en esa ocasión el auto de Alberto prendió a la primera, Danna y yo vimos como esas sombras se acercaban cada vez más a nosotros.
Al momento de pasar un poster de luz, esas cosas se detuvieron, fue como si no pudieran atravesar aquella luz, así que Danna y yo pudimos respirar con tranquilidad.
—Ya no nos están siguiendo —dije volteando a ver a Alberto, quien se veía tenso—, puedes bajar la velocidad.
Él me hizo caso, así que bajó la velocidad, Danna y yo nos quedamos callados, era notorio que Alberto estaba mal por lo que acabábamos de descubrir. Una parte lo entendía, se trata de su hermano menor y que era probable que su padre lo tenía secuestrado.
Después de unos minutos Alberto se detuvo en una farmacia, nos dijo que lo esperemos, así que Danna y yo nos quedamos en el auto.
—Mi madre se va a enojar al verme —dijo la chica intentando de limpiar un poco sus tacones.
—Le dices que la fiesta fue en el jardín, que tiraron agua y por desgracia te caíste y te enlodaste —le dije, ahora me faltaba pensar en una mentira para mí.
—Tal vez funcione —dijo ella al momento de acomodarse en el asiento, pero al hacerlo soltó un quejido de dolor.
—¿Te duele el tobillo?
—Un poco, creo que solo me lo torcí.
—Todo esto es como si estuviéramos en una película —dije después de soltar un suspiro—, siempre uno termina lastimándose.
—Lo sé, un ataúd con piedras es muy sospechoso, creo que Alberto si le sorprendió bastante, aunque él lo sospechaba, fue sorprendente.
Nos quedamos en pleno silencio, esperando a que Alberto regresará, ya pasaban de las nueve de la noche, así que solo se veían pasar pocas personas. Dentro de la farmacia se notaba que estaba en su mayoría vacía.
Después de unos minutos vimos a Alberto salir de la farmacia con una bolsa de plástico, al subirse al auto nos entrega una botella de agua, él abrió una y se la tomó de un trago mientras que Danna y yo nos quedamos con duda.
—¿Te sigue doliendo el tobillo? —Preguntó Alberto dejando a un lado la botella ya vacía, se volteó para vernos.
—Un poco —contestó Danna.
—Deja ver.
Danna puso su pie entre los asientos, Alberto le quitó su zapatilla, de la bolsa de plástico sacó una pomada y una venda.
—¿Qué vas a hacer? —Preguntó Danna frunciendo el ceño.
—Te voy a poner un desinflamante, solo es una torcedura.
—Creo que tenemos que hablar acerca de lo que ha pasado —dije—, todo esto se está volviendo más raro.
—Es claro que no estaba el cuerpo de mi hermano enterrado —dijo Alberto, mientras pasaba sus manos por el tobillo de Danna.
—Ahora creo lo mismo que tú Alberto —él me volteó a ver—, tu padre tiene algo que ver en todo esto.
—Aunque al principio no lo quería creer, ahora esto me lo confirma.
—Pero si es así, ¿Tu padre por qué quiere tener oculto a Antonio? —Preguntó Danna con el ceño fruncido, también me preguntaba lo mismo.
—No tengo la más mínima idea —contestó Alberto—, es seguro que mañana hablen del panteón avisando que alguien desenterró la tumba de Antonio, así que voy a ver cómo reacciona mi padre, pero creo que nos estamos metiendo en algo muy grande.
—Si tu padre tiene que ver con todo esto, ¿Qué son esas sombras y las personas de esa secta? —Pregunté, mirando al castaño.
—¿Esas cosas que vimos es lo que los persiguió cuando fueron al bosque? —Preguntó Danna.
—Sí —contestó Alberto al terminar de vendar el tobillo de Danna—, no sé qué está haciendo mi padre o por qué tienen a mi hermano secuestrado, no sé si también tiene secuestradas a las demás personas, pero lo voy a averiguar.
ESTÁS LEYENDO
Desaparecidos
Mystery / ThrillerAntonio Lugo ha desaparecido. El pueblo de Zarca entra en pánico cuando el chico se va sin dejar ningún rastro, pero no es el único, otros habitantes como en sus alrededores empiezan a desaparecer, nadie sabe donde pueden estar. Todos piensan en un...