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—¿No te ha mandado mensaje? —Preguntó mi madre al sentarse a un lado de mí.

—No —contesté, soltando un suspiro.

—Tal vez se le atravesó algo y por eso no pudo venir.

—¿Y si le paso algo?

Nos encontrábamos sentados en el sillón de la sala de estar, era viernes y se suponía que mi padre pasaría a recogerme como todas las semanas, para pasar juntos el fin de semana, pero eran más de las once de la noche y no había ido a recogerme, tampoco me envió ningún mensaje, ni mucho menos llamó para avisar que pasaría por mí más tarde, o simplemente no iría.

—No lo creo —dijo ella—, siempre las malas noticias viajan rápido. ¿Quieres que le vuelva a marcar?

—No —dije, mientras solté un suspiro—. Ya es tarde, no creo que venga, tal vez después me mande un mensaje. Me voy a dormir.

Me levanté del sillón y agarré la mochila donde había guardado algunas cosas. Subí a mi habitación y cerré la puerta. Aventé la mochila en la silla del escritorio y me dejé caer sobre la calma, era la primera vez que él no avisó que no pasaríamos el fin de semana juntos.

Sentía un mal presentimiento, aunque ya no se escuchaban sobre nuevas desapariciones, algo en mí me decía que él se encontraba en peligro, pero tenía que confiar en mi madre, siempre las malas noticias llegaban primero.

Le había mandado varios mensajes preguntándole en donde se encontraba y si estaba bien, pero ninguno había sido contestado. Me levanté y agarré la mochila, desempaqué las pocas cosas que iba a llevar, al sacar el libro lo abrí en la página que me había quedado leyendo, después de hablar con el padre de Danna me había llamado más la atención en saber lo que se encontraba escrito.

Me había quedado en una página que tenía como título "hablar con los muertos", era una clase de ritual un poco extraño, sonaba como si se tratara de una ouija, pero no era así, era completamente diferente. Lo que se necesitaba era un espejo, una vela, una rosa seca y una fotografía de la persona difunta con la que se deseaba comunicar.

Solté un suspiro, la tentación de hacerlo era muy fuerte, si lo intentaba era probable que funcionara, como la vez del baño de la gasolinera. Tenía que esperar a que dieran las 12:00 a.m. Faltaba por lo menos media hora.

Después de pensarlo por unos minutos decidí ir por las cosas que se necesitaban en la planta de abajo, mi madre ya se encontraba en su habitación, agradecí por no tener que dar explicaciones al momento de tomar una vela que se encontraba en un cajón de la cocina, y una rosa seca que estaba en un florero en medio de la mesa de la sala de estar.

¿De dónde habrán salido estás flores?, me pregunté al momento de tomar una rosa, no estaba seguro si ella salía con alguien, pero era posible que solo se las compró, para adornar la casa.

Volví a subir a mi habitación, dejando las cosas sobre el escritorio y agarré el espejo que se encontraba cerca de la puerta. Me asenté en la silla quedando enfrente del escritorio, volteé a mi derecha, en donde se encontraba una fotografía de Tony y yo, esa foto nos la tomaron después de un partido de fútbol, el cual, habíamos ganado. Fue dos meses antes de que yo dejara el equipo.

Saqué la fotografía del marco, la doblé por la mitad y con unas tijeras la recorté por la mitad, sabía que, si eso no funcionaría, me hubiera arrepentido de haber cortado una de las pocas fotografías que tenía con Tony. Solté un suspiro cuando terminé de hacerlo.

Con un pedazo de cinta pegué la fotografía detrás del espejo, la recargué en la pared para que no se cayera, puse con cuidado la flor en medio de la pared y el espejo, quedando detrás de esta y la vela enfrente de mí, antes de prenderla, apagué la luz.

Al encender el fósforo, solo puedo ver un poco mi reflejo en el espejo, lo que hizo que recordara la vez del baño de la gasolinera, acerque la llama al mechero de la vela. La luz amarilla me permitía ver un poco lo que estaba escrito. Según las instrucciones, era muy sencillo de hacerlo, solo tenía que repetir tres veces el nombre de la persona con la que me quería comunicar después de leer una oración en un idioma que no estaba seguro si existía, pero lo que más me preocupaba era la advertencia que estaba escrita "No siempre se trata del espíritu con el que deseas hablar, en ocasiones pueden ser demonios, por esta razón se necesita hacer con extremo cuidado".

Solté un suspiro, en mi mente solo se me venía una pregunta ¿y si lo hacía mal? era probable que me persiguiese un demonio por el resto de mi vida, me era imposible no mover las piernas, producido por la ansiedad que crecía dentro de mí, esperaba que hacerlo bien. Mis manos se encontraban encima del escritorio, cerré los puños con fuerza, para tener el valor de hacerlo.

—Antonio Lugo García —repetí tres veces con voz temblorosa.

Volví a soltar un suspiro al notar que no sucedió nada, pero la tranquilidad me fue interrumpida cuando el escritorio empezó a vibrar, bajé la mirada, la vela se tambaleaba como si estuviera a punto de caer.

Cuando alcé la mirada al reflejo del espejo, noté que había algo raro en ella, la luz amarilla que se reflejaba en el espejo estaba difuminada, lo que antes era un reflejo un tanto nítido, ahora era una clase de pintura de óleo.

Sentí como mis manos empezaron a temblar, al sentir que el reflejo del espejo me estaba mirando, como si se tratara de otra persona, retuve el aire al ver lo que estaba sucediendo. El reflejo que se encontraba en el espejo se convirtió en un rostro de color negro.

—¿Eres tú, Antonio? —Pregunté en un tartamudeo, mis labios temblaban por el miedo combinado con el frío que había vuelto la habitación de un momento para el otro—. ¿Antonio?

—Sebastián —contestó lo figura del espejo, conocía bien aquella voz.

—Tony, ¿si eres tú? —Solté el aire que retuve, una parte me encontraba feliz, pero a la vez un poco asustado—, ¿Por qué lo hiciste?

—Es mentira.

—¿Qué es mentira? —Pregunté frunciendo el ceño.

—Mi muerte... peligro.

—¿Tu muerte es una mentira?

—Sí... demonio... responsable —presté atención a todo lo que decía, pero era complicado, debido a que se cortaba cuando habla, como si se tratara de una mala señal telefónica.

—Espera, no entiendo lo que me estás diciendo, repítelo con calma.

—Desapariciones... Zarca... me llevo...

—Tony, ¿Quién es el responsable?, ¿Quiénes te secuestraron?

—Los secuestra... los lleva... finge muertes...

—¿Los que te llevaron fingen muertes? —Pregunté un poco exaltado—, ¿Estás vivo?, ¿Quién te llevó?, dímelo por favor, Antonio.

—Sí... responsable es...

Antes de que él pueda terminar de hablar, el espejo se rompió en varios pedazos. Mi respiración se volvió pesada, aquello había sido como una inyección de adrenalina, me quedé reflexionando en todo lo que me había dicho Antonio, pero de algo estaba seguro.

Antonio se encontraba vivo.

Antonio se encontraba vivo

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