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Después de haberme comunicado con Tony a través del espejo, mi tranquilidad se había esfumado, y fue reemplazada por el deseo de saber quién estaba detrás de aquellas desapariciones que habían ocurriendo. Se suponía que posterior de las desapariciones, los secuestradores se encargaban de fingir las muertes con supuestos suicidios, o eso era lo que entendí. Pero la única muerte que sabía, era la de Tony.

Al leer más páginas del diario descubrí algo que llamó mi atención, en un apartado estaba escrito sobre algunas desapariciones en Zarca que ocurrieron cien años antes.

—Qué raro —dijo Danna al leer lo escrito en el libro. Estamos sentados en una mesa que se encontraba en el área verde de la preparatoria—, ¿Crees que se trate de una coincidencia?

Le enseñé todo lo que había leído en el diario, necesitaba una segunda opinión sobre lo que estaba sucediendo, pero no le conté lo que hice noches anteriores en que me comuniqué con Antonio.

—No lo sé —contesté—, por eso es necesito investigar más de lo que sucedió un siglo atrás.

—Pero, ¿Cómo lo vas a hacer?

—Terminando las clases, voy a ir a la biblioteca municipal, tal vez ahí encuentre algo, por eso necesito que me ayudes con mi madre diciéndole que voy a ir a tu casa y así poder ir.

—Pero con una condición —dijo Danna al momento de cruzar los brazos.

—¿Cuál?

—Voy contigo, también quiero saber que sucedió.

Solté un suspiro.

—Bien, pero, ¿Cómo le vamos hacer para que mi madre me deje ir? —Pregunté mirándola a los ojos.

—Sencillo, vamos a su oficina, le digo que mi madre te invito a comer.

—¿Tu madre te dejará ir?, porque la mía no me deja salir a ninguna parte desde las desapariciones.

—También se ha puesto un poco gruñona para dejarme salir, pero estoy segura que, si me va dejar porque estaré contigo, de igual manera vamos a llegar a comer a mi casa, no voy a leer con el estómago vacío, tal vez hasta me desmayo.

Suelto una risa.

—Está bien, primero llegamos a comer a tu casa.

El timbre sonó, así que nos levantamos y guardamos las cosas que habíamos sacado. Regresamos al salón para tomar la última clase.

—¿Si me dejas ir? —Le pregunté a mi madre que se encontraba sentada en la silla enfrente de mí.

—Por favor déjelo ir —dijo Danna juntando las manos—, ¿Si?, hasta lo podemos llevar hasta su casa, para que no tenga que ir a recogerlo.

Mi madre soltó un suspiro, vi como apretó los labios y volteó a ver a Danna.

—¿Tu mamá está de acuerdo? —Preguntó sin quitarle la mirada.

—Claro que sí, hasta ella fue quien lo invitó —contestó.

—Está bien —dijo mi madre volteándose para verme, le sonreí—, te quiero antes de las nueve en la casa.

—Gracias, llegaré antes te lo aseguro.

Los dos salimos de su oficina despidiéndonos de mi madre. Al llegar a la casa de Danna lo primero que hicimos fue comer, cuando el reloj marcó las cinco de la tarde salimos de su casa y caminamos hasta la biblioteca del pueblo.

—Sebastián —Danna llamó mi atención antes de entrar, la volteé a ver—, ¿Sabes exactamente qué vamos a buscar?

—La verdad es que no —contesté, mientras me rasque la nuca—. Creo que la persona encargada de la biblioteca ha de saber algo.

DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora