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—¿Qué es lo que acaba de pasar? —Preguntó Alberto con la respiración agitada por el miedo.

—No tengo la menor idea —contesté lentamente.

Al ver aquellas personas sobre el puente, Alberto acelero, no sabíamos qué intenciones tenían con nosotros, llegamos al estacionamiento de un pequeño supermercado, estábamos un poco más seguros, si aquellas personas nos siguieron e intentaba de hacernos algo, la gente que transitaban serían los principales testigos.

—Acaso, ¿Es una clase de secta? —Volvió a preguntar Alberto al voltearme a ver.

—Nunca he escuchado algo así o leído —contesté.

—¿Tiene que ver con los que encontraste?, ¿Cómo sabías que eso estaba ahí?

—Encontré este papel en la piedra que estaba tallada en el campamento —dije sacando el papel de la mochila y se lo di, Alberto lo desdobló y la leyó con detenimiento—. Es confuso entender a lo que se refiere, pero pensé que se podía tratar del árbol en el que Tony...

Dejé de hablar cuando Alberto asintió con la cabeza, dándome a entender que sabía a lo que me refería, me regresó el papel para volverlo a guardar en mi mochila, pero tenía la curiosidad sobre algo, así que le pregunté volviéndolo a ver.

—Acaso, ¿Me estabas siguiendo? —Pregunté con el ceño fruncido.

Alberto alzó la vista y soltó un suspiro.

—Sí. Bueno no exactamente —me volteó a ver a los ojos—, iba a ir al árbol para buscar algunas respuestas, entonces te vi y te seguí, no sabía que ibas a ir al mismo lugar que yo. La verdad es que si me asusté cuando subiste al árbol, por un momento pensé que harías lo mismo.

—¿Qué tipo de respuesta? —Pregunté ignorando lo que había dicho.

—Cuando me preguntaste si sabía porque Antonio lo había hecho me surgieron dudas, así que cuando llegue le pregunte a mi madre si él había dejado una carta, pero me contestó que en realidad no sabe, así que se lo pregunté a mi padre, y solo me dijo que es algo que no me importa. Así que pensé que tal vez había algo que respondiera a mis preguntas en ese lugar.

Después de hablar un poco acerca de lo que estaba sucediendo, Alberto me llevó hasta mi casa, me despedí de él. Al llegar a la puerta de entrada de mi casa introduje la llave y la abrí, al azar la mirada me paralice.

En el sillón se encontraba mi madre sentada encima de Omar, él tenía sus manos en la cintura de ella por debajo de la blusa, las quitó al verme, ella se levantó bruscamente, los dos tenían los ojos abiertos y la respiración agitada, era evidente que entre los dos estaba sucediendo algo y yo los interrumpir.

—Hijo déjame explicarte —dijo ella, en su rostro se notaba lo avergonzada que está.

—Mejor me voy —dije.

Salí de la casa y cerré la puerta detrás de mí y empiece a correr, escuché que mi madre gritaba mi nombre, pero no le hice caso, una mezcla de emociones había en mi cuerpo, nunca me imaginé algo así.

Me detuve al llegar a una casa y toqué la puerta, al poco tiempo está se abrió, dejando ver a Danna con el ceño fruncido.

—¿Qué sucede Sebastián? —Preguntó, se hizo a un lado para dejarme entrar.

Caminé hasta uno de sus sillones y me senté, intentaba de recuperar el aire, eso de correr ya no era lo mío, Danna se sentó a un lado sin quitar el gesto, cuando mi respiración se tranquilizó pude hablar.

—Vi a mi madre con el profesor Omar —dije agitado.

—Espera, creo que no te estoy entendiendo, ¿Viste a tu mamá con Omar? —afirmé moviendo la cabeza—, pero que tiene de malo, trabajan en el mismo lugar.

DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora