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El hombre prendió otras lámparas de petróleo y las dejó en diferentes partes de esa clase de habitación, yo solo me quedé inmóvil viendo lo que estaba haciendo.

—No tengas miedo —dijo el hombre. No sabía quién era o si me quería hacer algo, caminó hasta quedar enfrente de mí.

—¿Quién eres? —Pregunté, mi corazón bombeaba rápidamente por el miedo, era un completo desconocido, hasta podía ser uno de los responsables de las desapariciones.

—Soy Iván, y he sido quien te ha dejado todas aquellas pistas, siéntate tenemos que hablar de algo importante.

Iván recorrió la silla que se encontraba en una esquina de la habitación y se sentó quedando de frente, a mi lado izquierdo había una silla, pero dudé por un momento si hacer lo mismo, el hombre se me quedó viendo, esperando a que tomara asiento, así que recorrí la silla y me senté.

—¿Qué es eso importante que quiere hablar? —Pregunté mirándolo, atento ante cualquier movimiento que pudiera hacer, él se quitó el sombrero que tenía y lo dejó a un lado de la mesa.

—De todo —contestó al momento de poner sus manos sobre la mesa y entrelazándolas—, de lo que está pasando, el por qué y quién está detrás de todo esto.

—Bien, te escucho —dije, pude ver una pequeña sonrisa en los labios de Iván.

—Las desapariciones han estado ocurriendo desde que inició el año, solo unas cuantas personas desaparecían, todos pensaron que se habían ido por su cuenta y no que se trataba de algún secuestro, con el pasar del tiempo dejaron de investigar, pero eso cambió cuando alguien importante de Zarca le sucedió.

»El hijo menor de uno de los hombres más importantes del pueblo desapareció a mediado de marzo, todos se preguntaban en donde se encontraba Antonio Lugo, algunos dijeron que se había ido a otro lugar, que lo secuestraron por ser el hijo de un hombre como Francisco, otros que él era un chico que solo quería divertirse y solo estaba en una fiesta lejos del pueblo.

»Pero nadie imaginó que su cuerpo iba ser encontrado días después o por lo menos eso es lo que piensan las personas, tú más que nadie sabe la verdad —asentí con la cabeza, de que su muerte había sido una farsa—. Las personas empezaron a desaparecer más seguido y algunas de ellas las han encontrado muertas, ¿suicidio?, ¿asesinato?, Claro que no, nadie tiene idea de lo que hay detrás de todo ello.

»Ni la misma policía lo sabe. Las personas están desapareciendo y se debe al mismo responsable de hace cien años.

—Kisin —dije, él asintió con una sonrisa, haciéndome entender que le había atinado.

—Nadie va a creer que un demonio está detrás de todo esto, mucho menos la policía, ellos buscan una explicación más real.

—¿Por qué Kisin quiere a esas personas?, ¿Por qué las está raptando?

—Lo que él quiere es que ellas trabajen para él, para que consigan objetos de otros mundos, dimensiones, líneas, en pocas palabras, quiere tener todo lo necesario antes de que el mundo de los vivos como el de los muertos se junten, y nosotros lo tenemos que evitar.

—Pero ¿Cómo? —Pregunté con miedo—. La tercera esfera no la encontramos.

—Kisin es quien tiene la tercera esfera, solo está esperando saber quién tiene el resto para quitárselas, y en este caso eres tú.

—Ya lo saben —dije, Iván me volteó a ver con el ceño fruncido—, cuando fuimos a la cueva, me enteré de algo, así que hice un ritual que viene en el diario —saque el libro y lo abrí hasta llegar a la página del ritual, él lo empezó a leer con la escasa luz que provenía de la lampara de petróleo—, me comunique con ese ser...

—Buuts —me interrumpió—, así se llama.

—Okay, bueno Buuts me advirtió que cuando alguien cercano a mi desapareciera, iba ser porque las personas que están buscando las esferas ya saben que yo tengo las otras dos y hace poco desapareció mi padre y una amiga.

—Mierda —Iván maldijo, se echó hacia atrás pasando sus dedos por el cabello—, ¿Le contaste a Buuts algo sobre las esferas?

—No —contesté frunciendo las cejas, no se me había ocurrido preguntarle a ese ser sobre las esferas, solo me importaba saber en dónde se encontraba Antonio—, nunca le pregunté, solo lo hice para saber en dónde se encuentran Antonio o si estaba vivo, Iván ¿Francisco tiene algo que ver en todo esto?, él me dijo que alejara de todo esto.

—Francisco es sólo uno de los súbitos de Kisin, es probable que se hayan enterado por Alberto.

—¿Alberto? —Pregunté sorprendido—, ¿Él también está trabajando con Kisin?

—No lo creo, si fuera así ya te hubiera quitado las dos esferas, es probable que él se lo haya comentado a su padre.

Había algo que todavía no me convencía.

—Aquellas personas que trabajan con Kisin, ¿Usan sotanas rojas? —Iván asientío con la cabeza—, creo que ellos lo sabían desde antes, la vez que fuimos al campamento vimos a esas personas, fue la ocasión que encontraron a una mujer muerta, también la vez que fuimos al bosque nos encontramos con ellos y afuera de mi casa se encontraba una persona mirándome fijamente desde afuera.

—Esa persona era yo, en ocasiones la tengo que usar por si me topo con alguien, además soy el responsable por haberte dejado algunas pistas, las otras veces puede que solo sea una casualidad, o sino la historia sería otra.

—Todo esto es muy confuso —me pasé la mano por el rostro—. Yo ya no quiero saber nada de esto, ni sé porque lo hice desde un principio.

—Sé que es difícil de entender, pero tú eres el indicado para hacerlo.

—¿Qué te hace creer eso? —Pregunté un poco molestó, al parecer a Iván no le molestó—, solo quiero que mi papá, Danna y todos los demás estén bien.

—Sebastián, el libro te eligió a ti, serás capaz de vencer a Kisin y así los demás regresaran a sus casas, incluyendo a tu padre y Danna.

Me quedé en silencio, no me creía capaz de hacer eso posible, Iván tenía una mala percepción de mí.

—Soy el protector del diario, intente de buscar las esferas, pero no pude, algo me lo impedía hacerlo, mi padre me dijo que, si algo así pasaba y no era capaz de hacerlo, él diario buscaría a la persona que lo lograría y ese eres tú.

—¿Tu padre era Basten?

—No, él era un amigo de mi bisabuelo, pero él le dejo el diario y por generaciones se nos ha dado está responsabilidad, de tener que evitar que el mundo de los vivos se junte con el de los muertos, al igual que otras cosas que pueden suceden.

—¿Qué se supone que tenga que hacer ahora? —Pregunté al pasarme la lengua por los labios, la boca se me volvió, no sabía si era por el calor que hacía adentro, o por el miedo.

—Primero tengo que resolver algunas cosas, iré a tu casa mañana temprano y te explicaré el plan, necesito que todo lo que te dije no se lo cuentes a nadie más.

—Entendido.

—Entendido

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DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora