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Trajes y vestidos de color negro, además que se escuchaban sollozos, murmullos y a una mujer rezando. Al acercarme a la puerta me fue inevitable que no se me formará un nudo en la garganta, no quería caminar más allá y ver el ataúd, estaba dispuesto a darme la media vuelta e irme, pero me fue imposible huir cuando vi a la señora Lugo.

Me acerqué a ella cuidadosamente, al estar a pocos pasos ella me volteó a ver y se acercó a mí, y me abrazó, no me quedó de otra que regresarle el abrazo, escuché algunos sollozos de su parte, haciendo que mis lágrimas escaparan de mis ojos, como si ella y yo lo necesitáramos nos pusimos a llorar.

—Lo siento —dijo la señora Jacqueline al momento de separarse de mí, mientras se limpiaba algunas lágrimas.

—No se preocupe, ¿Cómo se encuentra? —Pregunté, pero al instante me arrepentí.

Era obvio que no se encontraba bien, me reproché mentalmente, pero para mi sorpresa Jacqueline me di una sonrisa triste, la mujer desvió la mirada hacia el ataúd, me fue inevitable no hacer lo mismo, al verlo la piel se me erizó y el nudo en la garganta se me volvió a formar.

—Tu siempre muy educado —dice ella un poco triste—. Mal, no entiendo qué sucedió.

Nos quedamos en silencio mirando el ataúd, como si esperábamos que algún milagro sucediera, pero algo llamó mi atención.

—Jacqueline —Pregunté frunciendo el ceño, ella me volteó a ver—, ¿Por qué el ataúd no está abierto para poder verlo?

—Francisco dice que es una vergüenza que Antonio se haya... —la mujer guardó silencio, intentando contener las lágrimas—. ¿Por qué lo hizo?

Sentí como si me estuviera interrogando, pude notar una súplica a través de sus ojos, como si yo tuviera la respuesta de aquella pregunta, pero siendo sincero, yo también lo quería saber lo mismo que ella. Abrió un poco los labios, como si me fuera a hacer otra pregunta, o para volverla a repetir, pero en ese momento llegó mi madre y le da un abrazo a Jacqueline.

Después de que me levanté por el sonido del libro al caer al suelo, el teléfono sonó, se me hizo extraño, ¿Quién llamaría por la madrugada?, lo primero que uno piensa es que se trata de malas noticias, y así fue. Mi mamá contestó el teléfono, así que salí de mi habitación y me dirigí a la sala para saber de quién se trataba.

—¿Bueno? —Contestó ella.

—Soy Alberto —como todo estaba en silencio, se podía escuchar lo que decía la persona del otro lado del teléfono—, perdón por llamar muy tarde.

—No te preocupes, ¿Sucedió algo? —Preguntó mi mamá nerviosa.

—Encontraron a Antonio.

—¿Cómo se ...?

—Lo encontraron muerto en el bosque —interrumpió Alberto, soltando un suspiro—, él se suicidó—cuando escuché eso, un nudo en la garganta se me formó, y por la expresión de mi madre era notorio que también le había afectado.

Un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo, como si me hubieran tirado una cubetada de agua fría por la espalda, algunas lágrimas se me acumularon en los ojos, amenazando que en cualquier momento saldrían.

—¿Cómo se encuentra tu mamá? —Preguntó.

—Mal, le tuvieron que dar un tranquilizante, mi papá me dijo que les llamará para que estuvieran enterados, en unas horas les mandaré información sobre el velorio.

—Está bien, cualquier cosa que necesiten no duden en llamarme, lo siento mucho Alberto.

—Lo tendré en cuenta —dijo el hermano de Antonio antes de colgar.

DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora