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Una fiesta normal. Nada de otro mundo ni mucho menos.

Andre andaba tomando, y Devon besándose con otra chica. Tyler tenía una lata de Coca-Cola en la mano y se movía con la música entre la multitud.

—¿Joseph?—Sintió alguien golpeándole el hombro.

—¿A-Ambrose?—Tartamudeó. De la impresión, y de que el mismísimo hijo menor de los Warren le estaba hablando.

—¿Tyler que haces aquí?

—No-no le diré a nadie si es que eso te preocupa.—Se encogió de hombros.

—Gracias al cielo. Bien, ¿quieres tomar algo?

—C-Claro.

No quería. La verdad no quería. Pero ¿cómo podía negarse a Ambrose? Con esos ojos verdes, y una sonrisa perfecta. Imposible decirle que no.

Caminó con Ambrose hasta donde estaban las bebidas. El chico fue lo suficientemente amable y le sirvió en uno de esos vasos de plástico rojo.

Teniendo a Ambrose tan de cerca, o al menos más cerca de lo normal pudo admirarlo de pies a cabeza. Su cabello ondulado, color oro, y los ojos verdes con un toque de café. Tenía pecas, unas bellísimas que le hubiera fascinado poder tocarlas.

—Pensé que no eras de venir a estas cosas.—Le comento en esa bellísima voz.

—Bueno, pensé que ese eras tu.—Respondió nervioso.

—Siempre vengo Tyler. —Rió en broma extendiéndole la bebida.

Tyler no podía creer que supiera su nombre. Y que se viera tán ardiente sonriendo.

—¿Vienes solo?

—Vengo con unos amigos. Que de echo no tengo idea de donde estén. ¿Tú?

—C-con Devon y André.

—Ah Devon es bellísima.

—Ajá... lo es.—Respondió dudoso.

—Deberías presentármela.

—¿Para eso me estás hablando?—Frunció el ceño.

—Eh... sí. ¿Por qué más te hablaría?

—Claro... Para que sepas Devon no está interesada en nada serio ahora mismo.—Y era verdad.—Segundo, eres muy grosero.

Tyler dejó el vaso de plástico sobre la isla de la cocina y salió de allí volviendo a toparse con la música, luces y la multitud.

Le dolió el pecho.

Lo que sentía por Ambrose era algo fuerte. Y era la primera vez que el chico de ojos verdes se le acercaba, y fue un completo idiota. Tanto que Tyler se molestó.

Se tomó el tiempo para distraerse. Dio una vuelta por la casa. Llegando a toparse con varias habitaciones.

Unos chicos besándose, jugando cartas, metiéndose con sustancias que no pensaba probar.

En fin.

Terminó en una oficina con una estantería llena de libros. Para matar tiempo, el castaño vio uno por uno. Llegando a uno especialmente peculiar.

La portada era totalmente negra, sin ninguna palabra o letra en la portada.

Al abrirlo las páginas estaban en blanco, o eso parecía. Al pasar la página el castaño se cortó con el papel, dejando caer dos gotas de sangre sobre las hojas blancas.

—Mierda.—Susurró al ver lo que sucedió.

Sin saber muy bien que hacer, cerró el libro y lo escondió para llevárselo.

𝐐 𝐔 𝐄 𝐑 𝐔 𝐁 Í 𝐍 // [tysh/joshler]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora