Bakugou Katsuki era un joven de 17 años que vivía con una familia bastante bien acomodada; social y económicamente hablando.
Asistía a una de las mejores escuelas privadas del país, tenía muy buenas notas, era el capitán de las porristas, así como era bueno en deportes, artes, ciencias, en todo lo que le pusieran encima.
Además, se ejercitaba, era muy bonito y tenía cualidades increíbles.
Sin embargo, si había algo que destacar en él, era su carácter; impulsivo, arrogante, malhablado, gritón y buscapleitos.
Era como si tomáramos al nerd, al bravucón, al popular y al deportista de una película cliché americana, y lo mezcláramos todo junto.
Como hijo de una de las familias más ricas de la ciudad –especialmente de diseñadores– era normal para él verse rodeado de lujos. Cuando nació, todos se quedaron sorprendidos de lo lindo que era y como era el único hijo, sus padres le trataban como un príncipe.
Estaban locos por él, tenía sirvientas que le ayudaban a bañarlo, peinarlo, alimentarlo y pasearlo, entre otras cosas. Su enorme habitación era decorada hasta por 3 diseñadores de interiores diferentes solo para que tuviera lo mejor.
Su armario estaba lleno de cientos de prendas –la mayoría de la marca de sus padres– así como calzado, sombreros, entre otras cosas. Y claro, en cada ocasión especial, recibía obsequios que una persona de clase media no podría costearse ni con todo el sueldo del mes.
Y era dejado en la escuela por su limusina que específicamente mandó a pintar para que fuese naranja. Su padre le consintió el capricho y desde que le llevaban al jardín de niños, su limusina personal cambió del monótono negro a naranja rojizo.
Uno hubiera pensando que siendo tratado de tantos lujos, se hubiera comportado como un príncipe al derecho y al revés, pero no era así. En las reuniones sociales fingía ser el hijo perfecto, con buenos modales, educado y risueño. Pero la realidad es que era un mocoso.
Bueno, en realidad suena creíble. La mayoría de hijos de gente rica tiende a acabar con esa actitud, pero es que ese era su único "defecto"; fuera de su horrible comportamiento, era perfecto en todo, era el mejor, hasta con el dinero, pues no lo gastaba en cosas innecesarias.
Es por eso que Mitsuki, su madre, estaba molesta. Tenía de todo, no le faltaba nada y aun así se comportaba como un animal, gritando groserías y haciendo lo que se le cante el culo.
No es que ella fuese quien para hablar.
Además, no importaba lo mucho que Katsuki hubiese sido un hijo deseado y planeado, ni que fuera el único. Mistuki, como cualquier otra mujer casada, quería tiempo a solas con su esposo. Cosa que no podía tener con su hijo ahí metido.
¿Pudo haber hecho como el resto de los padres millonarios del mundo? ¿En dejar a su hijo solo en la gran mansión mientras ella y Masaru visitaban todo el globo? Pero claro, es más, esa era su idea.
Pero la maldita mirada en sus ojos de su esposo la había doblegado.
Masaru trataba a Katsuki como un príncipe, le concedía todos sus caprichos, le daba dinero, le regalaba cosas sin motivo aparente. Masaru no era como los otros padres millonarios, él en serio amaba a su hijo y le daba la atención que necesitaba.
Entonces cuando ella sugirió irse lejos y dejar a Katsuki solo, su esposo la miró como si estuviera loca y le dijo que no iban a dejar solo a su pequeño retoño. No quería llevarlo con ellos, pero tampoco podía dejarlo en la mansión –sin importar cuantas sirvientas hubiera–.
Solo le quedaba una opción. Rezaba porque funcionase, porque de lo contrario tendría a su mocoso jodiéndole las vacaciones románticas de nuevo.
Esperó pacientemente a que el timbre de llamada sonará del otro lado de su teléfono. Al tercer sonido, la llamada fue tomada y le contestó una voz masculina.
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Amor de Rancho
أدب الهواةBakugou Katsuki nunca quiso salir de la ciudad, pero según su madre no había nada mejor para un mocoso como él que un verano en el rancho; donde aprendería humildad, trabajo pesado, entre otras cosas. Y lo más importante, estaría lejos de ella y su...