35. El cuento no ha Acabado

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Eran la vacaciones de navidad y una limusina se detenía exactamente frente al rancho Endeavour. El chófer se bajó del vehículo y abrió la puerta, de ella salió Katsuki, con sus singulares ropas de lujo para el invierno. Después de él, Shouto salió luciendo más humilde.

– Extrañé esta pocilga – Comentó Katsuki haciendo reír a Shouto.

– Creo que estabas más emocionado tú de volver aquí que yo – Se rio Shouto mientras ayudaba al chófer con el equipaje – ¿Se te olvidó que Touya vive aquí?

– Ugh, tenías que joder mi estado de ánimo – Se quejó el rubio.

En la puerta principal, cubierta de nieve al igual que toda la casa y alrededores, se notaban luces parpadeantes de colores. Enji y Rei aparecieron por la entrada, ambos abrigados pero sin perder su toque rústico y rural.

– Shouto, Katsuki-kun – Saludó Rei – Bienvenidos de regreso, los extrañamos mucho – Empujó a su esposo – Querido, ve a ayudar.

Enji obedeció y fue a auxiliar al pobre chófer que casi era aplastado por las maletas de Katsuki. El mencionado entró sin mover más que su cuerpo, dándole un abrazo a Rei como si fuera su madre y esta le correspondió.

– Me alegra que hayas podido venir, Katsuki-kun. Natsuo y Fuyumi llegaron hace días, solo faltaban ustedes.

– Las clases del helado de fresa duraron más de lo previsto – Explicó encogiéndose de hombros.

– Tuve 2 exámenes. Casi me moría por desvelarme – Reclamó Shouto pasando de ellos con las maletas. Después de ponerlas en el suelo, fue a abrazar a su madre.

Resulta que después de que Shouto lograra entrar a la universidad con ayuda extra, Katsuki casi lloró para permitirlo quedarse en una de las habitaciones de la mansión. Masaru fue el primero que se opuso a la idea, pero después de unos intentos de manipulación, terminó accediendo.

Como era claro, no le trataron como un igual, así que no había viajes en limusina para él ni dinero para sus caprichos. Pero Shouto aprendió a sobrellevar su miedo social y usar el transporte público. Y caprichos no tenía, pues los Bakugou le daban comida y techo.

Shouto se estaba esforzando en su futuro universitario. Katsuki nunca le dijo que fueron sus padres los que prácticamente lograron que entrara en la universidad, porque no quería desanimarlo. Era un chico brillante que después del examen, mantenerse con un promedio excelente fue un logro de Shouto.

– Ese es mi hombrecito inteligente – Rei le revolvió el cabello – Estoy orgullosa de ti.

Mientras los Todoroki recibían de nuevo en el nido a su polluelo más pequeño, Katsuki se despidió de su chófer dándole instrucciones de cuándo y a qué hora debía venir por ellos cuando las vacaciones terminaran. El chófer asintió y se subió a la limusina para encenderla y regresar a la ciudad.

– ¿En serio tus padres están de acuerdo en que pases navidad con nosotros? – Rei no pudo evitar preguntar, genuinamente preocupada.

– Tch, qué va. Están en Canadá, Suiza o qué sé yo. La bruja fue la primera en decirme que sí cuando le pregunté si podía venir.

Mitsuki sintió como ayuda divina cuando Katsuki se enamoró del rancho –y del heredero de dicho rancho–. Porque eso significaba que tendría un lugar seguro para estar, y no sería llevado a las vacaciones en pareja que ella siempre había querido con su esposo.

Y en Japón, la navidad es una festividad mayoritariamente para parejas. Los hermanos Todoroki estaban más solos que tomate aplastado en supermercado, por lo que tenían que aguantar a sus padres siendo cariñosos en la casa. A final de cuentas, los dueños son ellos, todavía.

Amor de RanchoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora