29. Paren la boda, ¡Me quiero bajar!

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Katsuki no se esperaba que nada pasara durante su ducha con Shouto; vale, tampoco esperaba que algo pasara, de hecho, no sabía qué esperar. Lo sorprendió que Shouto tuvo bastante control de la situación, y no se refiere a que quisiera cogérselo, sino en otros aspectos. Katsuki quería confianza, curiosamente Shouto se la dio.

El punto aquí era, que Shouto tenía un problema serio, pero ni siquiera el mismo Shouto sabía qué tipo de problema era. Porque Shouto quería, necesitaba el toque y la cercanía de Katsuki para vivir, aun cuando pareciera que Katsuki se estaba volviendo egocéntrico.

Las horas, minutos y segundos pasaban rápido y Katsuki escuchaba un constante tic-tac dentro de su cabeza. Pronto sus padres vendrían por él, pronto todo acabaría y Katsuki realmente quería llevarse un recuerdo del rancho –entiéndase que se habla del heredero–.

Ojalá pudiera pagar los 20 dólares que generalmente cuesta un recuerdo y llevárselo, pero de seguro Enji no vendería a su hijo por menos de un millón y las tarjetas de crédito de Katsuki estaban a un límite de 100,000 dólares solamente, ni juntando las 7 que tenía podría pagarlo.

– ¿Qué mierda estoy pensando? Ya hasta pienso como ganadero comprando reses, maldita sea – Masculló Katsuki para sí mismo mientras se mordía la uña del dedo pulgar.

– Katsuki-kun, ¿Te encuentras bien? – Preguntó Fuyumi al verlo tan distraído. Estaban recolectando los huevos de las gallinas y el rubio ya había pasado a dejar caer 2 por andar en las nubes.

Katsuki era orgulloso, un niño mimado y necio en todo el sentido de la palabra. No lo negaba, no tenía porque mentirse a sí mismo; pero con Fuyumi era diferente, sentía que podría tratar con ella sin importarle que le juzgue. La misma chica no tenía problema con que se comportara así con él. Probablemente a su trabajo de maestra de preescolar que esté acostumbrada a los berrinches.

Katsuki no acostumbraba a tratar con mujeres así; su madre no era una mujer comprensiva y cariñosa; Momo era ciertamente mejor que su madre, pero no trataba a Katsuki con delicadeza porque sabía que a él no le gustaba; de las demás mujeres en la vida del rubio –maestras, compañeras de clase y familiares– no solían inmiscuir en su vida. Así que tratar con Fuyumi era un trago de agua fresca.

A veces Katsuki se preguntaba cómo hubiera sido tener una hermana mayor. Alguien con quién quejarse de sus padres, que se preocupara por su bienestar, que fuera responsable de las cosas que sucedían mal y no solo él. Claro que la idea de compartir la herencia le quitaba un poco las ganas pero era algo que hubiese podido tolerar por no estar solo.

Shouto sin duda era un tipo con suerte al tener hermanos, o bueno, al tener a Fuyumi. De los otros 2, Katsuki no estaba tan seguro de querer uno.

– Estoy bien.

– ¿Estás seguro?

Katsuki chasqueó la lengua, no acostumbraba a que le preguntaran eso; siempre había funcionado un "estoy bien" para que le dejarán en paz.

– Es mi hermano, ¿No es cierto? – Katsuki sintió escalofríos por todo el cuerpo. Le tenía dado la espalda a Fuyumi pero es obvio que por la rigidez que adquirió por la mención de Shouto se había dado cuenta – ¿Que sucedió esta vez? – Preguntó con calma.

– No pasó nada – Contestó molesto Katsuki. Por el tono con el que salió la voz, Fuyumi intuyó que estaba haciendo pucheros.

– Eso es lo que te tiene molesto, ¿Verdad? – A Katsuki comenzaba a irritarle que lo leyera tan fácil – Shouto es alguien muy lento porque le gusta tomarse su tiempo con las cosas. No estoy sorprendida de que eso te moleste, pero admito que lo estoy de que continúes esperando. No tienes pinta de ser una persona paciente, sin ofender.

Amor de RanchoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora