27. En mis Sueños, tengo un Plan...

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Fuera de que Shouto descubrió que hay relojes que dan más que la hora, electrodomésticos que hablan y que se pueden enviar mensajes desde un refrigerador, estaba tomando su nuevo conocimiento de la tecnología muy bien.

Sobretodo porque ahora se quería enfocar en repasar todo lo que fuera importante para su examen de admisión. Lo presentaría pronto, y como las universidades empiezan después del inicio de clases inferiores (entiéndase, jardín de niños hasta preparatoria) debía presentar el examen antes.

Ya sabía qué hacer. Irse a la ciudad en el auto de su padre para presentar el examen y después regresar a casa. Esperar a que el tiempo pasará y cuando le llegue su respuesta, celebrar si fue admitido, o celebrar si no lo fue. Era un ganar-ganar a la vista de Shouto.

Excepto que entonces todo lo que está sufriendo sería en vano. Katsuki logró cobrar sus enseñanzas con lo que más miedo le daba a Shouto; el contacto íntimo. Abrazos, besos, dormir juntos, eran cosas que Shouto pensó no podría hacer con nadie porque tenía miedo.

Sorpresivamente, con Katsuki fue fácil. Quizá demasiado.

Cuando se abrazaban, la única preocupación de Shouto era que su miembro no se excitara demasiado. No pensaba en otras cosas respecto a si era correcto lo que hacía o si estaba incomodando a Katsuki. Tampoco le temblaban las manos o se agitaba su respiración por miedo.

Todo está bien, como si abrazarse con un extraño que solo conociste hace más de un mes, fuese correcto. Shouto nunca se sintió tan tranquilo y calmado estando en contacto con otra persona.

Dormir juntos fue algo que le aterró si era honesto, pero no era algo nuevo. Desde que tomaron la habitación de invitados vacía para sus pláticas, se dormían ahí casi automáticamente después de tanto trabajo en el rancho. Solo que ahora eran un poco más consiente de que vería un rostro antes de dormir y también lo vería al despertar.

Junto al contacto físico de los abrazos, Shouto no estaba incómodo para nada cuando Katsuki se acurrucaba contra él y pegaba la cara a su pecho. Bueno, tal vez incómodo solo en cuanto a la postura -porque se le entumían los brazos-, pero a la situación para nada.

Y en lo que respecta a los besos. Vale, Shouto no era un Santo. Recuerda perfectamente lo que hizo en los viñedos, pero sus hormonas salieron a flote e hicieron que actuara más por instinto que por su racionalidad. Ahora, con la mente despejada para pensar en las consecuencias de sus acciones, se sentía un poco cohibido de pasar a contacto íntimo en el rostro.

– ¿Ya te lavaste la cara?

– Hum – Shouto acompañó el sonido con un asentimiento.

Era la primera hora de la mañana y antes de continuar sus labores en el rancho, Katsuki ordenó que debían compartir besos a cada hora del día. Besos en la mejilla, hay que aclarar, parecía que el rubio todavía estaba tanteando terreno de hasta dónde podía llegar sin que a Shouto le diera un ataque de pánico.

– Bien, acércate – Katsuki le hizo una seña para que se acercara y cuando Shouto lo hizo, recibió su beso matutino en la mejilla izquierda, justo debajo de la cicatriz – Tú turno.

Los labios de Shouto temblaron, sus dientes chocaban como si tuviera frío y no pudo evitar tragar saliva. Katsuki lo miró con molestia y una ceja arqueada, mientras esperaba impacientemente a que Shouto hiciera de su parte. Fueron un par de segundos que se sintieron horas, pero finalmente el bicolor le dio un beso en la mejilla izquierda.

– No es una mierda difícil – Katsuki se encogió de hombros mientras se alejaba, como si aquello fuese algo simple y cotidiano.

Shouto no respondió, agarró sus cosas y salió de la habitación para ir a la propia. Katsuki lo miró irse como siempre mientras hacía lo mismo, pero más calmado. Después de todo, el final del verano estaba a pocos días, sus padres vendrían pronto y todo lo que quedaría de este lugar serían recuerdos.

Amor de RanchoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora