―¡Marinette! ―exclamaba Tikki mientras perseguía a su portadora, que correteaba de un lado a otro por su habitación―. ¡Te vas a arrepentir de esto más tarde!
―¡Es un sacrificio necesario, Tikki! ―se justificó Marinette mientras arrancaba las fotos de Adrien del corcho al lado de su cama. Las que tenía pegadas a la pared ya descansaban sobre el escritorio, y las que quedaban debajo del colchón... bueno, esas no veían la luz del sol a menudo, tal vez pudieran quedarse donde estaban, ¿no?
«¡No, no!», se reprendió Marinette a sí misma, «Todas fuera, sin excepción». Así que levantó su colchón y recogió el montón de fotos que guardaba debajo.
Le iba a doler tanto lo que tenía que hacer...
Entre recortes de revistas, sus redes sociales, capturas de pantalla de anuncios y fotos que Alya había tomado para ella, Marinette nunca se había dado cuenta de que la cantidad de imágenes que guardaba de Adrien no cabían en una sola bolsa de basura. Necesitó ir hasta la cocina a por otra más y acabó con dos bolsas llenas, además del pequeño montoncito sobre el escritorio, que estaba compuesto por aquellas que había considerado demasiado preciadas como para perder.
Marinette no pudo resistir la tentación de coger una al azar.
―¡Oh, Tikki! ¡En esta lleva la bufanda que le regalé por su cumpleaños! ―Marinette comenzó a morderse las uñas, nerviosa. Era tan guapo... Esos ojos verdes, ese pelo tan perfectamente peinado... Pero lo mejor era la sonrisa. Era una sonrisa tan amable y sincera que te hacía creer en los cuentos de hadas.
―O todas o ninguna, Marinette ―le dijo Tikki con dureza―. Creo que es demasiado pronto como para tirar las fotos de Adrien, pero... si de verdad vas a hacerlo, hazlo hasta el final ―añadió, mientras señalaba el montoncito que quedaba sobre la mesa.
Marinette vaciló. La mayor parte de esas imágenes representaban recuerdos importantes. Sin embargo, Tikki tenía razón: si quería superar su obsesión adolescente y convertirla en un amor sano, debía deshacerse de ellas.
Marinette colocó su papelera bajo el borde de la mesa y se dispuso a empujar las fotos dentro, pero entonces escuchó un golpe en la trampilla que daba a su azotea.
―Marinette, ¿estás ahí? ―preguntó alguien al otro lado.
Durante un momento su imaginación le jugó una mala pasada y Marinette creyó que la voz pertenecía a Adrien, pero luego cayó en la cuenta de que Adrien jamás aparecería en su azotea en medio de la tarde. Pero si no era Adrien, entonces esa voz solo podía pertenecer a...
¡¿Pero qué demonios hacía él ahí?!
―¿Puedo pasar? ―volvió a preguntar Chat.
Marinette se quedó paralizada. ¿Qué hacía Chat en su casa? Su primer pensamiento fue que había descubierto su identidad y entró en pánico, pero Tikki la hizo espabilar:
―¡Rápido, Marinette! Dile que pase y hazte la loca ―le dijo el kwami mientras se escondía.
―¡Pasa! ―gritó Marinette, su tono una octava más agudo de lo que correspondería a una persona calmada.
De repente, la trampilla se abrió y una brisa entró en la habitación, pero luego se cerró sola sin que nadie la atravesara. Marinette arrugó el entrecejo.
―¿Chat? ―lo llamó. ¿Era una broma?
―Oh, cierto. Lo siento, Mari, es que he venido de in-cat-nito.
Marinette escuchó la voz prácticamente pegada a su oreja, y le pegó tal susto que tropezó con las patas de la silla y estuvo a punto de caer de no ser porque Chat la atrapó al vuelo.
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Última jugada
FanfictionDespués de Strike Back, Hawk Moth se encuentra en posesión de todos los miraculous. Marinette le hace el vacío a Adrien en clase. Chat trata de animar a Ladybug mientras oculta su propio dolor. Y Félix trama sus propios planes. Pero entonces Adrien...