42 - Robo

280 35 10
                                    

Se suponía que Adrien era inteligente, pensaba Felix. Muchos creían que Gabriel Agreste era un genio, y Felix era la prueba viviente de que los Graham de Vanily no se quedaban atrás en cuestión de inteligencia. Así que, según las leyes de la genética, Adrien debía ser un cerebrito, como el resto de su familia.

Y sin embargo allí estaba, dándose el lote con esa chica de coletitas en la azotea de Le Grand Paris, donde cualquier enemigo podría verlos. ¿Acaso no se daba cuenta de lo peligroso que era que se descubriera que Chat Noir estaba involucrado románticamente con una civil? Estaba claro que Adrien no había heredado el coeficiente intelectual de ninguno de sus padres.

En ese momento Felix observaba cómo Chat Noir se enrollaba con Marinette Dupain-Cheng desde una azotea contigua. Las sombras y la distancia lo escondían, pero no escondían a su primo, que se estaba divirtiendo de lo lindo a la vista de cualquiera.

¡Oh, por favor, que estaban sobre un hotel! ¿No podrían haber ocupado alguna habitación vacía?

Como fuese, Félix no había acudido hasta Le Grand Paris para ver a su primo echarse novia. Había acudido para asegurarse de que su tío atendía a la reunión con Gerard Kanes, a la que todo el que fuera alguien en París había sido invitado.

Según las pesquisas de Félix, era un evento importante, así que había tenido la esperanza de que Gabriel hiciera una excepción en su regla de no salir de la mansión. Por suerte, sus deseos se habían cumplido: Gabriel Agreste había entrado en el hotel y aún no había salido... dejando la mansión Agreste vacía, desprotegida y lista para ser saqueada.

Sin más dilación, Félix giró sobre sus talones y puso rumbo a la casa. Dejó atrás a Chat Noir y a Dupain-Cheng, que ni siquiera se percataron de su presencia. Con suerte, esa chica entretendría a su primo lo suficiente como para que tampoco él se entrometiera en sus planes.

El trayecto se le hizo bastante corto, gracias a los poderes de Duusu. Felix había conseguido el miraculous del pavo real hacía tan solo un mes, pero ya podía planear sobre los tejados de París como un experto. Un pequeño salto era suficiente como para elevarlo dos pisos, y luego solo tenía que dejarse caer y dejar que el aire lo tomara entre sus brazos.

Durante esos segundos en suspensión, antes de que la gravedad hiciera efecto, Felix se permitía vaciar la mente. Se permitía apagar todas esas voces ensordecedoras que lo abrumaban, que le recordaban lo importante que era romper la maldición de los Graham de Vanily y así evitar que su madre sufriera el mismo destino que su tía.

No era fácil. Había veces en las que el peso de tanta responsabilidad apenas lo dejaba respirar, había sido así desde aquella fatídica noche cuatro meses atrás en la que Felix había sido guiado hasta el diario de Emilie.

Sin embargo, la situación no era la misma que hacía cuatro meses. Hacía cuatro meses, Felix había concluido por su cuenta que aquella era una misión de la que debía encargarse solo. Su madre Amelie ya había hecho las paces con la muerte y ni siquiera quería salvarse. El juicio de su tío Gabriel estaba nublado por el dolor. A Bridgette no pensaba meterla en algo tan peligroso. Y sobre Adrien... Adrien era un cobarde, un corderito a quien su propio padre tenía atado con una correa.

Por lo tanto, Felix no tenía nadie a quien acudir. O por lo menos eso había asumido hasta que, tres semanas atrás, había averiguado la identidad de Chat Noir y su mundo se había vuelto patas arriba. Todos los supuestos que habían determinado sus acciones hasta el momento habían caído como fichas de un dominó. Entre ellas, la creencia de que Adrien no era más que un niño y un cobarde que no resistiría la verdad.

De golpe, Felix sí tenía alguien a quien acudir. Es más, alguien cuyo honor y sentido de la justicia lo llevarían a salvar a Amelie aunque no fuera parte de su familia. ¡El maldito portador del miraculous del gato, ni más ni menos!

Última jugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora