37 - Beso I

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Adrien corría como si le fuera la vida en ello

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Adrien corría como si le fuera la vida en ello.

En su carrera hacia los baños tropezó con Kim, estuvo a punto de hacer perder el equilibrio a un camarero y un viejo encorvado le gritó algo sobre ser un "niño rico malcriado", pero nada le importó.

El corazón le latía a mil por hora y no era precisamente por el cardio. La chica de la que estaba enamorado acababa de rechazarlo y era el mejor día de su vida.

Adrien sacudió la cabeza, sorprendido por sus propio razonamiento. «La chica de la que estaba enamorado...» Jamás había pensado en Marinette en esos términos —por lo menos no conscientemente—, y sin embargo... No, ya no podía engañarse más a sí mismo: estaba loco por ella.

Loco. Loquísimo. Tanto como lo había estado por Ladybug, pero de una forma muy diferente.

Una sonrisa se abrió paso en su rostro.

¿Se había planteado Adrien alguna vez la posibilidad de salir con Marinette?

Sí.

¿Le había gustado la idea?

Sí.

Sin embargo, ¿se había permitido pensar en ello como un escenario viable?

No, nunca.

Al fin y al cabo, no podía ignorar que Ladybug aún ocupaba un lugar importante en su corazón. Le parecía injusto probar suerte con Marinette cuando no podía entregarle todo su ser. Por eso aún existía una parte dentro de él que guardaba ciertos reparos sobre lo que estaba a punto de hacer. Una que se sentía culpable por el subidón de adrenalina que lo estaba haciendo correr como un bólido hacia la azotea de Le Grand Paris.

¿Qué pasaría si resultaba que Adrien era incapaz de pasar página? Estaba muy seguro de que podría amar a Marinette tanto como había amado a Ladybug, de lo que no estaba seguro era de si podría amarla solo a ella.

Pero eso ya lo resolvería más adelante. ¡Carpe diem! Lo único en lo que Adrien podía pensar en ese momento era en llegar a la azotea cuanto antes.

Salió de la sala de baile por la puerta trasera y se adentró en los pasillos del hotel. Había un baño al lado del bar, pero ese no era en el que tenía puesto el ojo. No, hacia el que Adrien estaba corriendo era el que estaba al otro lado del edificio, que a esas horas debería de estar vacío.

Efectivamente, las luces de ese lujoso baño estaban apagadas cuando Adrien entró. El chico comprobó rápidamente que todas las cabinas estuvieran vacías y solo entonces le hizo una señal a Plagg para que saliera de su escondite dentro de la chaqueta del traje.

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