29 - Caza II

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Felix nunca se había considerado una persona cobarde.

Su padre lo había criado para tener la cabeza fría, para no dejar que las emociones le nublasen el juicio.

Pero cuando el bastón de Chat Noir partió el escritorio del estudio en dos y estuvo a punto de arrancarle la mano, un solo pensamiento invadió la cabeza de Felix: huye.

Así que eso hizo.

Ya había recogido sus pertenencias más importantes en una bolsa de deporte, incluido el diario de Emilie, que era lo único que no podía dejar atrás bajo ninguna circunstancia. El Tomo II había quedado enterrado bajo las astillas del escritorio, y Felix fue vagamente consciente de que no era una buena idea entregarles una fuente de información tan valiosa a sus enemigos, pero Chat Noir no le dio otra opción.

Felix no pensaba tentar a la suerte tratando de recuperar el Tomo II.

La ira que estaba percibiendo de Chat Noir... no se iba a arriesgar.

Así que hizo lo que cualquier persona cuerda haría: saltó por encima del escritorio hecho trizas y se lanzó por la ventana. Por suerte estaba vistiendo el traje del pavo real, lo que le otorgaba una rapidez y una agilidad sobrehumanas que le permitieron agarrarse al marco de la ventana e impulsarse hacia arriba hasta el tejado.

En cuanto tuvo vía libre, Felix esprintó sobre los edificios de París sin mirar atrás. No comprobó que Chat Noir lo estuviese persiguiendo. Sabía que lo estaba haciendo.

Solo esperaba que los segundos que probablemente hubiera perdido recogiendo su bastón fueran suficientes como para poner distancia entre ellos.

Supo que sus esperanzas no se habían cumplido cuando un rugido bestial cruzó el cielo y le puso los pelos de punta:

—¡¡¡FELIX!!!

«Es rápido», pensó Viperion mientras subía las escaleras hasta el quinto piso

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«Es rápido», pensó Viperion mientras subía las escaleras hasta el quinto piso.

Había perdido a Chat de vista en el descansillo del cuarto, y ahora hacía lo que podía para alcanzarlo, pero la velocidad de un gato no era comparable a la de una serpiente.

Cuando Viperion por fin llegó al quinto piso, descubrió que la puerta de la entrada había sido arrancada de sus goznes, y también la que había al fondo del pasillo, que daba a lo que parecía un estudio. El escritorio estaba destrozado y en la ventana había marcas de garras, como si Chat Noir hubiera estado demasiado enfurecido como para controlar su fuerza.

Un escalofrío recorrió a Luka.

—Esto no me gusta —dijo Ladybug, entrando en el estudio un par de pasos por detrás y fijándose en lo mismo que él.

Su preocupación era evidente, pero además Viperion pudo escuchar la canción siniestra que sonaba en su cabeza: Marinette tenía miedo. No de Felix, sino de Chat.

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