41 - Sospecha

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Pues nada, acabé este cap antes de tiempo y así que aquí va.

Espero que lo disfruteis.

Espero que lo disfruteis

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Oh, Dios, era agotador.

Adrien no sabía cuánto más podría mantener esa sonrisa encantadora, dándole palique a personas en las que en realidad no tenía interés. Su plan original para esa noche era juntarse con Nino, Alya y Marinette, no mezclarse con adultos aburridos que lo único que querían era sonsacarle detalles sobre la próxima línea de bombines de su padre.

En cambio, Alya y Nino se habían marchado hacia quién-sabe-dónde debido a la pelea con Marinette, y Marinette seguía discutiendo con Kagami en la azotea. Así que Adrien había sido abandonado, desamparado ante las fieras, y parecía que todo el mundo quería un cacho de carne.

En ese momento estaba escuchando a medias a una mujer que le contaba con pelos y señales los logros de su hija, que al parecer había estado demasiado resfriada como para acudir al baile. Adrien no la culpaba; él hubiera hecho lo mismo si así evitaba escuchar los intentos de su madre como celestina.

En medio de la conversación, por suerte, el teléfono de Adrien sonó con un tono distintivo: su padre lo estaba llamando.

Aún le resultaba extraño que lo llamase directamente y no por medio de Natalie. Pero, claro, al estar enferma, Natalie había quedado exenta de la mayoría de sus funciones.

—Vuelve al vestíbulo de inmediato. Nos vamos —dijo Gabriel, y colgó sin darle tiempo a Adrien a contestar.

Por una vez en su vida, Adrien se sintió agradecido de que su padre quisiera sacarlo de un evento social.

Se despidió de la señora con la que había estado hablando y fingió no ver las numerosas cabezas que se giraron hacia él, deseosos también de despedirse del joven Agreste y causarle una buena última impresión.

Adrien prácticamente trotó hasta la salida de la sala de baile fingiendo tener muchísima prisa. La tenía, en realidad; no quería pasar en Le Grand Paris ni un minuto más.

¿Quién sabe? Tal vez tras volver a casa pudiera escabullirse y dejarse caer por el balcón de Marinette. Habían quedado muchas cosas por discutir.

Se habían enrollado pero, ¿dónde los dejaba eso? ¿Qué eran? ¿Novios? ¿Amigos con beneficios? Oh, Dios, Adrien esperaba que no. No soportaría si, después de todo lo que había ocurrido esa noche, hubiera malinterpretado las intenciones de Marinette.

«Adrien Dupain-Cheng». Adrien se deleitó en lo bien que sonaba.

Sonaba tan bien, de hecho, que bajó la escalinata que daba al vestíbulo del hotel con una sonrisa enorme en la cara. Su padre ya estaba esperándolo en medio del recibidor, consultando su reloj cada tres segundos, impaciente. Aún desde la distancia, Adrien se dio cuenta de que estaba de un humor de perros. La reunión debía de haber ido mal pero que muy mal, pensó.

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