10 - Félix

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Chat Noir le dio de comer a Plagg, se despidió de Ladybug y luego se marchó hacia la mansión de los Agreste, procurando no llamar mucho la atención mientras viajaba con su bastón por París. Había sido un día muy largo, pero le había quedado un sabor agradable en la boca.

Habían recuperado un miraculous, no era moco de pavo. Solo quedaban dieciséis.

Dieciséis... la alegría de haber recuperado el del zorro se esfumó.

Iba a ser un largo camino...

Chat llegó por fin a la mansión de los Agreste y, como siempre, antes de entrar por su ventana comprobó que no hubiese moros en la costa. En realidad era una precaución innecesaria, porque los únicos que podrían entrar en su cuarto eran su padre y Nathalie, y si lo hubieran encontrado vacío, Adrien ya tendría el buzón de voz a rebosar. Por eso no hay palabras para describir el caos de confusión, sorpresa y extrañeza que sintió cuando descubrió que había alguien husmeando en su cuarto.

Había un chico rubio hurgando en sus cajones. Había robado la ropa de Adrien y le había copiado el peinado, pero Chat no supo quién era porque le daba la espalda. Cuando el extraño acabó de inspeccionar la cómoda, corrió a investigar los trofeos de la estantería, donde Adrien escondía las fotos de Ladybug. Fue entonces cuando el intruso se volvió y Adrien pudo verlo de perfil.

Chat estuvo a punto de caerse del tejado cuando se reconoció a sí mismo.

¡Era Félix!

El primer instinto de Chat fue esconderse mejor y contactar con Ladybug de inmediato, pero se detuvo con el pulgar suspendido sobre el botón de llamada.

Había muchas cosas que quería preguntarle a su primo y no podía hacerlo con Ladybug delante. Sobre todo, Chat quería saber el por qué.

¿Por qué Félix había condenado París? ¿Por qué había hecho algo tan atroz como darle los miraculous a Hawk Moth?

Tenía que haber algo, ¡cualquier cosa!, que justificase sus acciones. Tal vez hubiera sido amenazado, obligado a atender las demandas de Hawk Moth. Quizá alguien hubiera tomado a Amelie como rehén. Al fin y al cabo, su madre era la mayor debilidad de Félix.

Adrien rezaba a los cielos para que Félix hubiera tenido una razón de peso, porque si no la había... Chat ni siquiera podía pensar en ello.

Chat tuvo que alejar tales pensamientos de su cabeza. Tomó aire, guardó su bastón-teléfono y se preparó para entrar en su propio cuarto.

 Tomó aire, guardó su bastón-teléfono y se preparó para entrar en su propio cuarto

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¡¿Dónde estaba?!

Félix había registrado la mitad del cuarto de Adrien pero aún no había encontrado lo que buscaba. Sabía que cabía la posibilidad de que no se encontrase allí, pero aun así no conseguir lo que quería lo ponía de los nervios. Lo que era peor: en cualquier momento su primo entraría por la puerta y lo pillaría con las manos en la masa, y si eso ocurría, Félix estaba seguro de que Adrien correría a chivarse a Ladybug como el perrito faldero que era. Así que Félix trabajaba a contrarreloj.

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