• Fue un orgullo quebrantado, una elegante mano que le cubrió los ojos a conveniencia, y otra amable que le guió hasta encontrar su camino de vuelta a casa.
✨ Zhongli x OC (Charlotte Ragvindr).
✨ Los personajes utilizados en este libro no me pertene...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ᴄᴏɴᴅᴇɴᴀ ᴘɪᴀᴅᴏsᴀ
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Charlotte despertó esposada y dentro de una celda a pesar de sus heridas, y lo primero que observó al estar consciente de nuevo, fue Aether y a Paimon poner un rostro de entero alivio al verle despierta.
—¿Q-qué está sucediendo? —cuestionó cuando encontró el suelo de roca sucio y las paredes tan oscuras que daban miedo a cualquiera.
Sus ojos se abrieron a tope y en consecuencia trató de acercarse a su compañero, pero una cadena que terminaba en una esposa alrededor de su tobillo no le dejó moverse más de la cuenta.
—Tranquila, Charlotte, te lo explicaré —habló el viajero, tratando de que ella se quedara quieta—. Estás prisionera, porque Nobile robó la gnosis y todo apunta a qué tú lo ayudaste.
Era una barbaridad, una completa mentira, pero la joven no pudo más que abrir la boca con miedo e intentar liberarse una vez más.
—¡Eso no sucedió, se los juro, no sabía nada acerca de sus verdaderos planes! —argumentó, pero Aether solo bajó la mirada.
—Lo siento, no podemos hacer nada por ti, incluso, el Equilibrio Celestial impidió que avisaramos a tus familiares y a los Caballeros de Favonius, no hasta que se compruebe que eres inocente —informó, decaído por ser inútil, cuando por supuesto, el sabía que la dama no hubiese sido capaz de romper las reglas por un Fatui.
Confiaba ciegamente en ella.
Era demasiado tarde para retroceder, y aun así deseó en ese momento haberse marchado cuando tuvo la oportunidad, sin embargo, sus pies le llevaron de regreso y ya no existía retorno. Tenía que aceptar las consecuencias como la persona madura que era, mas, ello no significaba que no tenía miedo de lo que pudiera pasarle por las mentiras que Tartaglia había infundado.
—¿Qué debería hacer? ¿Cómo puedo probar mi inocencia? —preguntó, más para ella que para sus amigos aún presentes. Se dejó caer en el suelo, sentándose sobre su trasero, para luego ponerse las manos en el rostro.