Treinta y siete

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Capítulo treinta y siete

Las voces de los mellizos Norma podía escucharlas en su oído, como si estuvieran ahí hablándole mejor dicho gritandole, llevaba despierta desde hace media hora en donde los pudo escuchar cuando llegaron, donde ellos le decían que habían hecho junto a Erickson algo que le gusto porque sintió que de alguna manera ellos lo aceptaban en su vida.

Abrió sus ojos dejando de fingir que dormía y vio que sus hermanos no llevaban sus boinas, sino que dejaban ver sus cabezas sin cabello alguno ella sonrió dejando ir una suave y profunda respiración mientras los llamaba con su mano. Mónica fue la primera en acercarse y tomar su mano entre las pequeñas de ella.

—¿Éstas bien? —preguntó la pequeña y ella asintió.

—Si Mónica —respondió —Solo tengo una queja —murmuró.

Ambos niños se vieron entre si y movieron su cabeza hacia un lado.

—Hubiera preferido que no se cortaran el cabello —dijo suspirando.

Mónica bajo la mirada y Mauro aparto la mirada de ella, pero fue el segundo que viendo a Erickson habló formando una sonrisa llena de maldad en su rostro. Norma espero pacientemente a que saliera con su mentira porque lo conocia perfectamente.

—Fue idea de Erickson —declaró el pequeño -El dijo que nos debiamos cortar el cabello para tener un parecido al tuyo.

El mencionado abrió su boca ofendido, haciendo que Norma moviera un poco su cabeza y sonriera, sus hermanos jamas cambiarian y si vivian mitiendo en cosas enn donde ellos habian sido participes seria muy mal a futuro, cosa que debia de evitar.

—No mientas —pidió ella —Se que fuiste tu quien dijo que deseaba estar como su hermana mayor —murmuró y el pequeño asintió mirándola, sabiendo que le habia cachado en la mentira —Me siento orgullosa por eso Mauro, fue algo muy dulce de su parte —dijo —Pero ahora sus cabellos dilatarán en crecer, podrían haber niños que se burlen de eso y a mi no me gustaría enterarme que sucede eso. Porque me enojaria mucho y ocasionaria que me metiera en problemas.

—No nos importa —decretó Mónica encogiéndose de hombros —Sólo nosotros sabemos porque hacemos esto y lo que digan esos niños no es más que tonterías. Ademas no comemos, ni bebemos de los que ellos dicen.

Norma sonrio ante la respuesta, Mónica tenia un caracter tan duro par asu edad, se la imagino siendo una adulta y se mordio los labios ante aquella proyeccion que daba su cerebro, porque seria una i,agen de su madre, con la belleza, pero sin aquellos matices dulces o mejor dicho caracter dulce, no sabia de donde habia heredado ese inevitable caracter. 

—Pueden ser tonterías para ustedes dos, pero no para mi —dijo Norma acariciándole el rostro a su hermana —Por lo que si algún niño les llega a molestar, diganme de inmediato a mi que yo iré ahí hablar con los maestro o con los padres de estos.

—Bueno —respondieron ambos niños —¿Cuando te iras a casa? —exclamaron.

—No sé —murmuró ella —Depende lo que el médico diga.

Mónica asintió y apoyo su cabeza cerca de las piernas de ella; haciendo que la mano de Norma se posara sobre su pequeña cabeza, miró a su hermano que la miraba con los ojos llenos de lágrimas, ella le brindó una sonrisa y al pequeño Mauro la temblaron los labios.

—No quería que estuvieras así —dijo él.

—Yo lo sé —murmuró ella viendo las gruesas lágrimas correr por el rostro del pequeño —Ya paso, si.

Erickson se había puesto de pie y acercado a ellos, cargándolos a ambos y sentando a Mauro en la camilla donde se acostó sin golpearla mientras le pasaba una mano por el estómago llorando, ella había movido su brazo por lo que la tocaba la espalda tratando de calmar su llanto; los podía entender. Aun más a Mauro que de los dos él era el mas sentimental a pesar de querer demostrar que no era asi, el se permitia llorar y dejar ir todo lo que retenia con ella, hablando sin parar o  en ese caso llorando sin temor alguno.

Él es mi Daddy (AD #1)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora