Jughead Jones se convirtió en padre soltero siendo muy joven y su hija se volvió su único amor, hasta que un día conoció a una hermosa rubia que le da un giro a su pequeña familia
Pasaron varios días desde que Betty y Jughead tuvieron aquella conversación. Una conversación que los dejó rotos a los dos. Una conversación que los quebró. No volvieron a verse ni a contactarse después de eso, pero eso no impedía que uno pensara en el otro.
Ella se había ilusionado y él había decidido negarse a algo con ella. Fue una decisión que los rompió a los dos.
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Jughead se encontraba escribiendo un poco antes de llevar a su hija a la escuela. Sentía la necesidad de escribir para distraerse un poco, pero no podía concentrarse. Estaba muy frustrado y a la vez algo deprimido.
—Papi...— Lo llamó Emily, acercándose a él. —¿Por qué estás triste?—
Jughead sonrió forzadamente y la miró. —No estoy triste mi vida. Es que papi está cansado. Yo no puedo estar triste cuando te tengo a ti—
Emily sonrió, pero esa pequeña sonrisa se borró. —Pero papi... estás triste desde hace muchos días. Y no vemos a Betty desde hace muchos días también. ¿Por eso estás triste papi?—
—No estoy triste mi vida. Y Betty debe estar ocupada y por eso no la vemos desde hace muchos días— Aseguró Jughead, cerrando su computadora y poniéndose de pie. —Vamos a llevarte a la escuela mi amor—
Emily asintió, un poco entristecida, y tomó su mochila para ir al auto con su padre. Se sentía vacía y que algo le faltaba por no ver a Betty todos esos días.
Finalmente, Jughead llegó a la escuela con su hija en el auto y ambos bajaron para despedirse.
—Pórtate bien princesa. Aunque sé que siempre lo haces— Aseguró Jughead, agachándose frente a ella y besando su frente.
—Me voy a portar bien papi. Pero ya no estes triste— Pidió Emily, abrazándolo. —Adiós— Se despidió, retirándose a la escuela.
—Adiós pequeña— Respondió Jughead, viéndola irse y soltando un suspiro.
Después de asegurarse de que su hija había entrado a la escuela con sus otros compañeros, Jughead volvió a subir a su auto y fue a su casa para intentar escribir un poco, y minutos más tarde recibió la visita de su hermana.
—¡Ya llegue hermano!— Exclamó JB, entrando a la casa de su hermano y acercándose a él. —Hey... ¿Que tienes? ¿Es por tener que dejar a la traviesa en la escuela?—
Jughead negó, mirándola. —Ya te dije que superé lo de dejar a mi hija en la escuela—
—¿Entonces que te pasa?— Preguntó JB, acercándose a él y sentándose a su lado en el sofá.
—Nada. Nada importante— Le contestó, volviendo a mirar su computadora.
—Jughead, te conozco desde que nací. ¿Que te pasa?— Preguntó JB, haciendo un silencio. —¿Es por Betty? ¿Hablaste con ella?—
Jughead asintió, sin mirarla y con esa profunda tristeza en sus ojos azules y penetrantes.
—Pero se supone que eso es bueno. ¿O no? ¿Que fue lo que le dijiste?— Preguntó JB. —¿Que hiciste?—
—Solo hice lo que tenía que hacer. Le aclaré que no podía ocurrir nada entre nosotros—
—¿Eres idiota o que?— Preguntó JB, rodando los ojos. —¿Por qué le dijiste eso? Tú le gustas y ella te gusta a ti. ¿Por qué?—
—No lo entiendes—
—No— Se negó Jellybean, poniéndose de pie, enojada. —No lo entiendo ni lo entenderé. De seguro la lastimaste cuando te dije que no lo hicieras—
—Mi intención nunca fue lastimarla— Aseguró Jughead, poniéndose de pie frente a ella. —Hicimos las cosas mal desde el principio. Jamás debí dejar que ella se hiciera ilusiones conmigo y yo no debí jugar con ella de esa manera y lo siento. De verdad me arrepiento—
—¿Pero por qué? ¿Por qué no se puede? Tú la amas y ella a ti. Los únicos que no lo ven son ustedes. Eres tú— Dijo JB.
Jughead suspiró, pasándose una mano sobre el cabello. —Primero murió mamá. Primero fue ella. Y cuando por fin me recupere de esa pérdida conocí a Emilia y luego llegó mi hija. Pero cuando llegó mi hija falleció ella. ¿Tienes una idea de lo difícil que fue tener que cuidar a una bebé tú solo? ¿Con tan sólo dieciocho años? Tuve que trabajar y estudiar al mismo tiempo para poder darle todo a mi hija. ¿Sabes lo difícil que fue estar despierto en las madrugadas con una bebé que no dejaba de llorar y haciendo tareas para la universidad? ¡Y tener que trabajar al otro día!— Exclamó y tomó aire para calmarse.
—Papá, Cheryl, Archie y yo jamas te dejamos solo en eso y sabemos perfectamente lo que has pasado— Aclaró JB.
—Y el problema es que cuando tengo a alguien que amo a mi lado, de alguna manera la vida me lo quita. Y tengo miedo Jelly. Miedo de tenerla y luego perderla. Por eso me resigné a hacerme cargo de mi hija y concentrarme en ella— Confesó Jughead, volviendo a sentarse.
JB lo miró con tristeza y se sentó a su lado. —Pero no puedes quitarte la oportunidad de amar, Jughead. Eres joven, exitoso, un hombre honesto, responsable, sensible y sobre todo un gran padre. Betty es una chica hermosa, inteligente, sincera, amable y agradable. Emily adora a Betty y Betty adora a Emily. Ustedes son perfectos para estar juntos. No pierdas eso, hermanito. Piénsalo. Adiós— Se despidió, abrazando a su hermano para luego salir de la casa, cerrando la puerta tras ella.
Jughead tomó aire y cerró los ojos con fuerza, dejando que sus recuerdos con Betty llenaran su cabeza, preguntándose cuál sería la mejor decisión, principalmente para su pequeña.
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Por otra parte, Betty se encontraba hablándole a su perro Milo. Estaba muy deprimida después de su conversación con Jughead y no se había animado a salir con nadie, pero tampoco quería contarle sus penas a nadie. Y ahí estaba, en el piso, con Milo al lado.
—Milo... estoy por enloquecer. Dios... esa niña me hace una falta tan grande que duele— Confesó, con los ojos cristalizados. —¿Por qué? ¿Por qué no tengo una hija así? Quisiera que me hubiera tocado una hija como ella—
Milo lamió su cara y eso la hizo reír levemente, pero de repente empezó a llorar.
—Perdón, Milo. A veces soy algo bipolar— Dijo Betty, soltando una pequeña risa sin gracia. —Jughead... ¿Por qué tuve que ilusionarme contigo?—
—¡Betty!— Gritó la voz de una niña, desde afuera de la casa.
Betty se puso inmediatamente de pie y miró a su alrededor y luego a su perro. —¿Escuchaste eso Milo?—
Milo empezó a mover la cola y corrió a la puerta, ladrando y saltando.
—¡Betty! ¡Milo! ¡Soy yo!— Avisó Emily, empezando a tocar la puerta.
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