Jughead Jones se convirtió en padre soltero siendo muy joven y su hija se volvió su único amor, hasta que un día conoció a una hermosa rubia que le da un giro a su pequeña familia
Betty iba despertando y vio los pequeños rayos de sol entrar por la ventana. Se sentó lentamente sobre la cama y un nudo en su garganta apareció al no ver a Jughead a su lado.
No le extrañaba, porque últimamente eso se había hecho costumbre en el. Ese nudo en la garganta desapareció cuando no escuchó ningún ruido de parte de sus hijos o incluso del perro, cosa que era extraña.
—¡Mis hijos!— Exclamó Betty, levantándose de la cama repentinamente, hasta caerse. —Maldición...— Murmuró, volviendo a levantarse.
Se puso de pie y busco algo de ropa lo más rápido que pudo para ir corriendo a la habitación de Emily, pero ésta no estaba.
También fue a la de los gemelos y éstos no estaban en sus cunas, las cuales hasta estaban ordenadas.
Betty, extrañada, caminó por el pasillo hasta llegar a las escaleras y lo que vio hizo que su corazón se desbordara.
Jughead estaba en la cocina, con Emma en sus brazos y haciendo el desayuno mientras Ethan estaba en su asiento para bebés con un juguete y Emily estaba sobre la encimera, riendo por las travesuras de Milo.
Eso la hizo emocionarse tanto que incluso empezó a llorar y se cubrió la cara. Hace un tiempo que Jughead apenas miraba a los niños y ahora estaba ahí, con ellos, cuidándolos y amándolos.
Jughead se giró a mirarla y la preocupación se hizo presente en su rostro y se acercó a ella. —Buenos Días mi amor... ¿Que tienes?— Le preguntó.
Betty negó, limpiándose las lágrimas. —Nada... nada—
—¡Mami!— Chilló Emily, corriendo hacia ella y abrazándola. —Papi dijo que no te despertáramos. Los bebés estaban llorando y él los hizo dejar de llorar—
Betty sonrió y dejó un pequeño beso en la frente de la niña. —Eso es maravilloso mi amor. Te amo—
—Yo también te amo mucho mucho mucho— Respondió Emily, abrazándola aún más.
—¿Y qué hay de mi?— Preguntó Jughead, quien aún tenía a Emma en brazos.
—Los bebés te perdonaron porque son bebés. Pero yo todavía no te perdono— Aseguró Emily, aún abrazada a Betty.
Jughead la miró, divertido, y luego miró a Betty. —¿Que hay de ti, preciosa? ¿Me perdonas?— Preguntó.
Betty negó. —Lo siento. Eso no será tan fácil—
—Sabía que dirías eso— Aseguró Jughead, dirigiéndose nuevamente a la cocina y dejando a Emma al lado de Ethan en sus asientos. —Pero te prometo que voy a recuperarte—
Betty lo miró, seria, pero él le guiñó un ojo mientras le daba vuelta a los panqueques que estaba haciendo para luego servirlos.
—¿Estuviste cocinando con los dos bebés encima?— Preguntó Betty. —¿Por qué no me llamaste?—
—¿Y eso que? Tú estuviste cuidando a los niños tú sola todos estos días. Es justo que yo me esfuerce. Aquí tienes mi princesa— Le dijo el pelinegro a su hija, sirviéndole los panqueques.
—Papi hace panqueques ricos— Aseguró Emily, apresurándose a probar los panqueques.
Jughead se acercó a Betty con un plato de panqueques en mano y besó su mejilla. —Escucha... conseguí quien se quede con los niños hoy... y esta noche voy a recuperarte Betty. Ahora... el desayuno está listo—
Betty se sonrojó y tomó el plato de panqueques que le tendió el pelinegro. Desayunaron juntos, pero en silencio. Aún había tensión entre ellos y los únicos inocentes que no la sentían eran Ethan y Emma por ser dos bebés de tan solo seis meses.
—Muy bien... vamonos a la escuela mi amor— Le dijo Jughead a su hija, tomando su mochila y las llaves de su auto.
Emily asintió y antes de irse fue hacia Betty y hacia los bebés, besando la mejilla de éstos para luego salir de casa detrás de su padre.
—Te amo. Pórtate bien pequeña— Le habló Betty a Emily.
—¡Adiós mami!— Respondió Emily, acariciando a Milo para luego salir de casa.
—Betts...— La llamó Jughead, deteniéndose en la puerta y mirándola. —Te amo—
Betty le sonrió levemente y luego Jughead salió de casa. No se quejaba, porque de verdad lo había arruinado y lo sabía.
Salió de casa y subió a su auto para empezar a conducir a la escuela en la que estudia su hija mayor. —Emi... ¿Todo bien mi amor?— Le preguntó al notarla seria.
Emily lo miró y sonrió falsamente. —Estoy bien... pero tengo miedo, papi—
—¿Miedo?— Preguntó Jughead, preocupado, mirándola por el espejo retrovisor. —¿Miedo de qué amor? ¿Está todo bien?—
—Es que... me da vergüenza— Confesó, bajando la mirada.
—Pero soy tu papá. Puedes decirme cualquier cosa sin pena— La animó mientras seguía conduciendo. —Dime pequeña—
Emily suspiró. —Ahora eres bueno otra vez... pero tengo miedo de que vuelvas a portarte como lo hacías—
Jughead tomó aire mientras seguía conduciendo y la miraba a través del espejo retrovisor. Se sentía terriblemente culpable de lo que había hecho y del daño que había provocado.
Llegaron a la escuela y Jughead fue el primero en bajar del auto para luego abrirle la puerta a su hija, pero antes de que ésta se fuera, el la detuvo.
—Emily... espera mi vida— Le pidió, agachándose frente a ella. —Se que me porte muy mal contigo, con mami y con los bebés... pero te aseguro que estoy muy arrepentido y no volveré a portarme así nunca más—
Emily lo miró como si dudara. —¿Lo prometes?— Preguntó.
—Lo prometo mi vida— Aseguró Jughead.
—¿Pinkypromess?— Preguntó, sacando su dedo meñique.
Jughead la miró, divertido, y entrelazó su dedo meñique con el de su hija. —Pinkypromess—
Emily sonrió y lo abrazó. —Te amo mucho mucho mucho papi—
Jughead la abrazó y besó su mejilla. —Te amo mi niña. Pero ahora ve a la escuela porque se te hará tarde— Sugirió, separándose del abrazo.
Emily asintió y se separó del abrazo. —Nos vemos más tarde papi—
—Una cosa más, pequeña— La detuvo. —No olvides que te amo mucho y también a tu mami y hermanos—
Emily sonrió y se echó a correr hacia la escuela mientras Jughead la miraba y sonreía con ese orgullo y amor en sus ojos.
Subió nuevamente al auto y empezó a conducir a casa. Se había equivocado y había lastimado a su familia, pero estaba más que dispuesto a recuperarla y salvar lo que quedaba de su relación.
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